Referentes

Los marcos de referencia que somos capaces de construir o tolerar son una especie de instrucción de la conducta, moldean nuestro estado de ánimo, definen nuestras expectativas y, en general, condicionan la visión del mundo. Veamos varios casos. El reciente juicio y sentencia a un prominente exfuncionario mexicano, como García Luna, consolida que nuestro referente de justicia se llama Estados Unidos. Este referente construye otro: el de la impunidad en México como uno de los grandes males. Un Gobierno que se vanagloria de que se haga justicia en otro país y lo festeja como si fuera un logro propio saluda con sombrero ajeno. ¿Tenemos que importar justicia porque aquí es imposible hacerla?

El caso de la ministra de la Corte señalada por plagio, no de una sino de dos de sus tesis, es un referente escandaloso que construye impunidad, pudiendo ser un punto de inflexión para demostrar la supuesta honestidad y vocación anticorrupción del actual régimen. El hecho de que dos prestigiosas casas de estudio, como la UNAM y la Universidad Anáhuac den respuestas tan tibias, sin marcar una postura tajante contra conductas carentes de ética, las convierte en un referente más de impunidad, de los muchos que tenemos. Si dentro de este contexto añadimos que el aparato de justicia tiene los mecanismos para que la imputada de plagio consiga que se suspendan las acciones en su contra, construimos el referente de que la justicia es, sobre todo, para los poderosos.

Si yo soy el presidente de un país donde se da el caso de una ministra que plagió sus tesis y, lejos de condenar el hecho, la arropo y la justifico, me convierte en un referente de impunidad. Si a esto sumamos el caso de que yo considere que en el 2006 alguien me robó la presidencia y vivo desde entonces con un ánimo de venganza y un rencor vivo contra la autoridad electoral y contra el ganador de aquellas elecciones, entonces tengo al rencor y la venganza como referentes de mis decisiones y de mi estado de ánimo. Y hasta de mis argumentos. Podría responder, por ejemplo, cuando alguien me cuestione sobre el plagio de una tesis, que robarse la presidencia es algo más grande. Tolerar la impunidad me convierte en un referente dañino para el país.

Los referentes que adoptamos se vuelven generadores de narrativas. Digamos que son la historia que nos contamos (real o ficticia) y que termina por anclar nuestra conducta. Los referentes hacen parecer a las circunstancias como una especie de destino manifiesto, aunque, cuando se tienen principios bien forjados, hay salidas. Leo en las redes un testimonio de alguien originario de Tepito. Vivía con su familia, rodeado de «rateros, borrachos, malandros y anexas», en un entorno que justificaba el delito, particularmente el robo «a los ricos». A pesar de este referente, forjado en lo que llama «narrativa pobrista», nunca consideró delinquir como forma de vida. Deberíamos preguntarnos ¿cuáles son los referentes que hoy están construyendo la narrativa de país que somos? ¿Cuáles referentes deberíamos tener si los actuales no son los convenientes?

Alberto, amigo empresario, fue invitado a dirigir un mensaje a jóvenes universitarios. Él es un referente de éxito y usualmente estos foros reciben de buen ánimo el discurso que desde hace varios años ha hecho de la cultura del emprendimiento un referente de vida, o mejor dicho, «el referente de vida». Abundan los mensajes de «emprende, sé tu propio jefe, crea empresa, triunfa y ten libertad económica». Bueno, pues Alberto les aventó un salvavidas a los jóvenes. Les dijo que ser empresario no es para todos. Que se puede triunfar y tener reconocimiento siendo empleado de una empresa. Que más vale ser un profesionista exitoso que un empresario fallido. Varios le agradecieron haber dado ese mensaje, sin duda liberador, de un referente («sé empresario») que frecuentemente parece impuesto para todos. Esta es la importancia de los referentes, marcan aspiraciones y tendencias que se validan socialmente.

Ser jefe de Estado es ser un constructor de referentes, una enorme responsabilidad. Quienquiera que ocupe la presidencia de México a partir del 2024 tendrá el reto y la oportunidad de construir nuevos referentes que inspiren un cambio social y promuevan el ejercicio del poder sin rencores ni venganzas.

Fuente: Reforma

Columnista.

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