Dante Alighieri en su Divina comedia ubica a los traidores en el noveno y último círculo del infierno, pues considera la traición como el peor pecado de todos, esa definición nos remite a Judas Iscariote quién entregó a Jesús por treinta monedas.
La política viciada como se practica en todo el mundo desde hace infinidad de años, sigue hoy en día vigente en estratos situados en ciudades cuyos habitantes vivimos muy a nuestro pesar.
La traición como derivación de la deslealtad se compone de un absoluto alejamiento de los principios morales inferidos hacia alguien, según definiciones consultadas, ya que nunca se debe dar la espalda sino demostrar honor y gratitud.
La lealtad es una virtud que se desarrolla en la conciencia y que implica cumplir con un compromiso aun frente a circunstancias cambiantes o adversas. La lealtad se demuestra con firmeza, confianza, compromiso, simpatía coherencia, constancia, solidaridad, ética, palabra, es decir, haciendo énfasis en la práctica de esas facultades afectivas.
Quién es leal no da la espalda a quién es su amigo. Esa circunstancia da pie para visualizar el horizonte que estamos contemplando, cuando inesperadamente los comentarios publicados revelan deslealtades que se han producido, pues cuando se empezaba a trabajar en una cohesión del partido político del gobernador, mirando hacia una distancia media en la que desembocará la elección del 2023, y tomando en cuenta que se está remando en contra de las imposiciones forzosas y los duros impactos del poder central que se han empeñado en imponer a un ente cuya existencia en Coahuila es imaginaria, surgen las infidelidades.
Otras prueba de deslealtad hacia el gobernador que se dio también por parte de «sus amigos» oriundos de su tierra, Torreón, y en general muchos de los electores, fue cuando le dieron la espalda durante la jornada electoral en el sentido de que el resultado del conteo de sufragios en su casilla, y en general en su ciudad, el apoyo fue magro, muy contrariamente a los electores de Saltillo, que desde el inicio de su campaña al puesto y después, a la hora de las elecciones, le mostraron su apoyo, tan es así que por los votos emitidos por los ciudadanos de la capital del estado logró sentarse en la silla principal de Palacio de Gobierno.
¿Hay diferencia? Claro, los saltillenses no operan la traición, en cambio algunos políticos torreonenses últimamente han demostrado que la lealtad no les pertenece y que por un puñado de ofrecimientos apartan a los amigos de los que recibieron apoyo y que ahora pagan con una traición.
Cuando se pensaba que los hombres del gobernador formaban parte de un círculo combativo erigido en una gran muralla impenetrable que impidiera el desmoronamiento de la figura del Ejecutivo en las postrimerías de su administración pública, ese pensamiento fue manchado con la presencia de la infamia infligiendo heridas que seguramente han provocado decepción en el que les otorgó confianza y que ahora le pagan con una ingratitud en el momento que es necesario el refuerzo.
Los intereses legítimos de los políticos basados en un ambiente ideológico que luego quiebran por ventajas de otro tipo, quedan estigmatizados con la marca de la infidelidad en que solo participarán en círculos teñidos.
Ese espécimen de personas que cubren su forma de actuar sin que medie, aparentemente, un convencimiento ideológico que justifique una migración a otro partido, los delata como mentes neuronales atrofiadas que con la mayor facilidad se despojan de valores, lo que los define como autómatas.
Vale: Con relación a posibles suspicacias deseo hacer notar que jamás he cruzado una palabra con el gobernador ni mucho menos percibido alguna retribución por mis comentarios.
Se lo digo en serio.