Secuelas del debate por la gubernatura

En medio de un ambiente rígido, parecido a los museos de cera, se realizó el primer debate de los cuatro candidatos a la gubernatura del estado, veamos:

Por el lado de los conductores, éstos reflejaron su papel de periodistas, que no es lo mismo que moderadores, pues impusieron una actitud en donde agregaron comentarios por su cuenta aparentando demostrar una cultura general inexistente, es decir, quisieron demostrar conocimientos en esta materia en lugar de concretarse al libreto que con antelación les fue entregado.

Ellos realmente son comentaristas, que son, claro, los que escriben comentarios, o sea que comentan noticias en los diferentes medios de comunicación (RAE), en cambio, el moderador es una persona que debe facilitar a los participantes en los debates esbozar sus aportes y llegar a sus propias conclusiones, de manera que recaigan en el auditorio en forma comprensible.

Su papel no es el de demostrar a un público ser expertos en la materia, el moderador debe ser intermediario, conciliador e imparcial, situación de la que estuvieron muy lejos de lograrlo al hacer aseveraciones que quisieron exhibir su superioridad sin alcanzarlo.

Señores del Instituto Electoral de Coahuila, en éstos casos se necesitan unos reales moderadores, no periodistas, no comentaristas. Señores candidatos, los debates no se ganan, se pierden.

Con relación a los candidatos, me permito comentar que la intervención de Armando Guadiana, por parte del Partido Morena, fue aprovechada como el mejor lugar para demostrar la existencia de la charlatanería, pues solo se dedicó a hablar del pasado con exposiciones totalmente desarticuladas cuyo parecido se asemeja a un actor cómico. Como candidato debe aceptar que su camino político no lo conduce a Palacio de Gobierno, ya que, dentro de su jocosidad, más propia de carpa, tergiversa sus planteamientos que no llegan a los electores en forma clara.

El señor Lenin Pérez caminó durante el debate en forma equilibrada en sus apreciaciones, nada más que en este caso se quedó en el limbo pues su presencia y sus propuestas no lo hicieron sucumbir ni resurgir.

El señor Ricardo Mejía que supusimos llegaría al debate cargando una masa de propuestas factibles, realmente llegó sin ese peso, pues demostró que no conoce la problemática estatal para darle solución y menos ahora sin la conexión con el Gobierno federal pues recordemos que desapareció de esos terrenos mediante una graciosa huida e incluso retirándose también del partido del presidente y adoptándolo un partido fantasmal lo que lo sitúa en un plano de orfandad que dejaría a los coahuilenses sin protección, por lo que el tiempo en el debate lo sustituyó denostando a los otros candidatos. El señor Mejía ha tardado en percibir que carece de la posibilidad de entrar por la puerta grande del recinto del Poder Ejecutivo del Estado.

En cuanto a las intervenciones del señor Manolo Jiménez, cuyas evidencias son demostrables en los videos del evento, su participación se circunscribió contestando a las interrogantes que le fueron formuladas por los «moderadores» —quienes agregaron lo que en términos teatrales se llama morcilla, es decir, pronunciar una o varias frases que el actor improvisa en escena, y que en este caso fueron los conductores— y que sin atacar a los otros candidatos se dedicó a presentar las propuestas que serían parte de su programa de Gobierno.

El candidato de la alianza atinó a ponderar su participación sin necesidad de polemizar haciendo solo puntualizaciones con tranquilidad y firmeza.

Los conductores, periodistas o comentaristas seguramente tienen un buen nivel como tal, nada más que en estos menesteres creo que se falló en su contratación y en la aceptación de parte de ellos por un buen pago por sus servicios. En este punto el Instituto Electoral de Coahuila quedó a deber.

Se lo digo en serio.

Autor invitado.

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