Similares y similitudes

SEGUNDA PARTE

Una enferma consultó a Kiskesabe por un cuadro de pielonefritis aguda, infección de riñones, con fiebre de 40 grados, micciones frecuentes (polaquiuria), ardor para orinar (disuria), orina fétida rojiza y turbia y a la exploración física, dolor a la percusión lumbar y mal aspecto general. Un cultivo de orina positivo con más de 100 mil colonias de E. Coli. Pielonefritis aguda.

El cuadro tenía unos 15 días de evolución, ocho de los cuales estuvo hospitalizada en una institución y atendida por diversos especialistas: medicina interna, urología, radiología, laboratorio, recibiendo tratamiento médico intravenoso y bajo supervisión médica, con un antibiótico, ceftriaxona, que en la práctica aún es muy efectivo para ese tipo de infecciones. Después de esos ocho días fue dada de alta hospitalaria por mejoría, para continuar su tratamiento en el hogar, con el mismo medicamento, pero por vía intramuscular. La dosis de ese antibiótico fue excelente en cantidad diaria y tiempo. Dos gramos al día, en casos graves, es la dosis máxima por siete días seguidos, garantizaría un 95% de efectividad para haber resuelto la infección.

Tres días después de ser dado de alta, recayó con fiebre y los síntomas urinarios sugestivos de la misma infección de los riñones. Ya tenía once días de tratamiento. Kiskesabe confirmó el diagnóstico, no había controversia. Tenía ya cultivos de orina positivos para E. Coli, la bacteria presente en 95% de infecciones urinarias.

Kiskesabe revisó el tratamiento, el antibiótico era el ideal para ese problema, solicitó las cajas de las ampolletas para verificar la marca y el precio.

¡Ahí estuvo el detalle!

Cada ampolleta del antibiótico, ceftriaxona que el paciente recibió dos veces al día por la vena, y estaba recibiendo, era de 100 pesos. El original tiene un costo de 400 a 500 pesos. Un 80% de descuento a Kiskesabe lo hace dudar de la calidad de ese producto. Kiskesabe explicó esto y sugirió comprar el mismo medicamento, pero original, el de 500 pesos. Veinticuatro horas después de la primera ampolleta de un gramo, el enfermo mejoró y en tres días, estaba prácticamente asintomático. Posteriormente se continuó con otro antibiótico por vía oral por otros 20 días para tratar de asegurar una erradicación completa, lo que se logró satisfactoriamente.

«Los medicamentos similares contienen la misma sustancia activa y la misma dosis que los originales, pero carecen de estudio de biodisponibilidad, por lo cual no se puede saber si se absorben, actúan y disuelven en el organismo de la misma manera, por tanto, los similares no garantizan que el paciente recupere su salud»; aseguró Gabriel Rianda Juárez, investigador del Instituto de Salud Pública de la Universidad Veracruzana. (Periódico de los Universitarios, enero 2006)

En cambio, los genéricos intercambiables, son iguales a los originales, lo cual se comprueba mediante estudios biológicos que garantizan los mismos elementos, características de producción, presentación, contenido de la sustancia activa, que se absorbe y distribuye en la sangre y los tejidos de la misma manera y en la misma cantidad que el original. Sostuvo el mismo funcionario.

Esos estudios de biodisponibilidad no son realizados ni por el laboratorio fabricante del medicamento, ni por la Secretaría de Salud, sino por laboratorios especializados y certificados por normas internacionales como el ISO 9000 y por la regulación sanitaria nacional, para evitar actos de corrupción que podrían ocasionar daños a la salud de los consumidores.

Por lo anterior, explicó Rianda Juárez, sería conveniente una campaña para establecer la diferencia entre fármacos originales, genéricos intercambiables y similares, pero existen intereses políticos y económicos en el asunto, por lo que la gente desconoce las diferencias entre esos fármacos. Pero el mismo funcionario asevera que los similares no son recomendables porque no garantizan su efectividad.

Los médicos clínicos como Kiskesabe no tienen la posibilidad de verificar la calidad de los medicamentos, a menos que estén pendientes de los resultados obtenidos con los pacientes. Los médicos clínicos al prescribir un medicamento deben conocer la dosis exacta diaria, durante cuánto tiempo deben prescribirse y deben tener muy claro, cuánto tiempo deben esperar para evaluar los resultados.

Una infección aguda de vías urinarias, sometida a tratamiento con el antibiótico ideal, a dosis plenas, se espera que en lapso de 24 a 48 horas existan evidencias de su efectividad, y cuando mucho, en tres días casi se confirma por completo que el tratamiento es idóneo. De no suceder así, algo está fallando: el diagnóstico, el tratamiento, el cumplimiento del tratamiento o la calidad del fármaco. Debemos actuar con prudencia.

Kiskesabe recomienda una estrategia para verificar la calidad de un medicamento, además de la respuesta clínica: su costo y el laboratorio que lo vende, y así lo hizo con la paciente comentada al inicio de esta nota. Parece razonable desconfiar de un producto, cualquiera que sea, con un descuento de 70 a 90%. Y así lo hizo. Y le resultó.

Si Kiskesabe confiara ciegamente en los productos baratos, fracasaría más de lo que seguramente le sucede, ya que los únicos médicos que no tienen fracasos son los muertos y los que no ejercen la medicina.

Este problema de la efectividad de los similares data desde su origen. Yo estaba en la residencia de Medicina Interna, de 1972 a 1974, en pleno CMN, hoy hospital Siglo XXI, ahí un insigne maestro de Medicina Interna, nos comentó que la idea de abaratar el costo de la atención médica es magnífica, pero, que en esa década los medicamentos similares carecían de la mínima calidad requerida.

¿Será capaz la 4T de solucionar este grave problema de salud que, me consta, sigue vigente?

Lea Yatrogenia

Egresado de la Escuela de Medicina de la Universidad Veracruzana (1964-1968). En 1971, hizo un año de residencia en medicina interna en la clínica del IMSS de Torreón, Coahuila. Residencia en medicina interna en el Centro Médico Nacional del IMSS (1972-1974). Por diez años trabajó como médico internista en la clínica del IMSS en Poza Rica Veracruz (1975-1985). Lleva treinta y siete años de consulta privada en medicina interna (1975 a la fecha). Es colaborador del periódico La Opinión de Poza Rica con la columna Yatrogenia (daños provocados por el médico), de opinión médica y de orientación al público, publicada tres veces por semana desde 1986.

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