Subestimar es un acto de arrogancia

«No subestimes el poder de un enemigo, no importa cuán grande o pequeño sea, para levantarse contra ti otro día».

Atila

Se me vienen a la mente de golpe el gesto de dureza en el rostro de mi madre y sus palabras claras, pronunciadas con firmeza y también con un dejo de ironía: «Me estás contando una mentira, sábete muchacha que tú apenas vas y yo ya vengo, de modo que fíjate bien lo que estás diciendo, porque si hay dos cosas que me enojan es que me digan mentiras y lo peor, que pienses que te estoy creyendo». Con eso estaba dicho todo. Aprendí la lección a fuerza de cocotazos, pero la asimilé. Y a mí me pasa lo mismo. Mira que pretender subestimar la inteligencia de mi madre… qué atrevimiento. Y además sabiendo que me llevaba ventaja y que de suyo era una mujer con una intuición fuera de serie. Era implacable mi mariscal de campo.

Es una regla de vida no subestimar a una persona, y en política, más vale tenerlo bien claro. Nunca se sabe que tan lejos puede llegar alguien o cuanto limiten el potencial de una persona las palabras. La vida cobra caro el menosprecio, de repente se descubre que aquella persona por la que no dabas ni un clavo, es una persona de gran valor. Casi, casi es una regla universal que aquellas personas de quienes no esperas nada, son precisamente quienes realizan actos de proporciones épicas. Ah… y tampoco hay que subestimarse, es un craso error. Todos los extremos hacen daño.

En el ámbito político se requiere autocontrol mucho, no solo en las palabras, también en los gestos, y sobre todo guardar la concentración y nunca, pero nunca, subestimar al adversario. No hay enemigo pequeño. Dos ejemplos, uno del pasado y otro del presente. El 18 de junio de 1815, el ejército francés comandado por Napoleón Bonaparte, fue derrotado por el ejército británico y el de Prusia en la Guerra de Waterloo. La derrota acabó con la guerra de 23 años entre Francia y los estados aliados europeos. Y hoy día El presidente de Ucrania, Volodímir Oleksándrovich Zelenski, ha demostrado a lo largo de esta contienda con la Rusia de Putin, de que a pesar de que no daban un centavo por ellos están sabiendo resistir. Ergo, nunca hay que subestimar a un pueblo que lucha por su libertad y por la democracia.

¿Y qué es subestimar? Una definición universalmente aceptada dice que es valorar una cosa o persona por debajo de su valor. La palabra subestimar está conformada por el prefijo «sub» que significa «por debajo» y en conjunto con el verbo subestimar hace referencia a la apreciación del objeto o persona por debajo de su valor. Habiendo puntualizado esto, prosigo.

Me pregunto ¿Por qué luego de jurar al tomar posesión de un cargo público que guardarán y harán guardar la Constitución y las leyes que de ella emanen, se les hace una nada pasar por encima de la misma y de ribete tienen la osadía de presentarse como inmaculados, ante una sociedad de la que se burlan a mañana, tarde y noche? Eso es un insulto a nuestra inteligencia. Es pretender que están tratando con una masa que ni piensa ni siente. ¿Cómo se atreven a semejante despropósito y cómo también nosotros, los gobernados, lo hemos tolerado por décadas y décadas? Y no hay nada que los pare, su desvergüenza no conoce límites. Ni tampoco el sometimiento de millones de mexicanos acostumbrados a ser tratados por esa caterva de vividores como si fuéramos escoria, rastrojo, el ras de la tierra.

¿De verdad no nos cala? ¿Ya perdimos la capacidad de indignarnos? Si es un acto de supervivencia deshacerte de aquello que te está causando daño. ¿De qué material estamos hechos los mexicanos para llegar a este grado de inmovilidad consentida por nosotros mismos? Echamos madres entre las cuatro paredes de nuestra casa, pero somos incapaces la gran mayoría de salir a la calle y ejercer derechos que nos otorga nuestra Carta Magna, entre otros el de la libertad de expresión y de manifestación.

La política, su ejercicio no es de la exclusividad ni de los políticos ni de los partidos políticos, es de interés público. Es el sitio ad hoc para que el ciudadano común, el de a pie, comprenda lo relevante que es su participación para ser una ciudadanía más educada, informada, crítica y vigilante de lo que hacen todos los que ocupan un cargo público, cuyo sueldo sale de nuestros impuestos. No vuelva a decir, estimado leyente, si es que usted lo acostumbra, que no es político, usted, nosotros, todos somos políticos por naturaleza, será apartidista, pero nunca apolítico.

Los políticos de carrera nos subestiman porque los muy cínicos tienen convencida al grueso de la población de que sólo ellos saben hacer lo que le conviene a la sociedad. No es cierto, pero los hemos dejado que se lo crean.

Este desbarajuste que nos traemos en el país lo hemos propiciado también nosotros con nuestro desinterés y alejamiento de la cosa pública, no es producto nada más de los forajidos que llegan al cargo público. Si empezamos a digerirlo nos salvamos, de otra suerte, estamos bien jodidos, como se dice en mexicano coloquial. Todo lo que se hace desde el Gobierno, desde el congreso, desde el poder judicial, si se hace mal, nos afecta a todos… menos a quienes lo están haciendo. Esos se forran de billetes y viven como sátrapas.

Hoy día tenemos un Gobierno federal cuyo su objetivo principal y el de su corte de incondicionales es ver como arrasan con México, y lo están consiguiendo, le están ganando en tiempo al que se llevó, verbi gratia, Hugo Chávez en arruinar a Venezuela. Lo dicen con toda claridad los que salieron del país latinoamericano porque lo que se tiene ahí no es vida es subsistencia. Y los venezolanos decían que eso no les iba a pasar, que no estaban ni para dictaduras ni totalitarismos. Y es exactamente lo que tienen.

El desprecio que tiene por la observancia de la ley el individuo que pernocta en Palacio Nacional es parte de sus no principios, ni valores. La ley se la pasa por debajo de las extremidades inferiores y protege al séquito que hace lo mismo. Es el sello distintivo de este desgobierno. Si ya estaba mal lo que teníamos antes lo que hoy tenemos es una verdadera desgracia, es el retroceso absoluto en materia de orden jurídico, amén de todo el listado con el que se está tragando al país.

El circo de sus «corcholatas» que se placean con dinero público, porque ninguno de los aspirantes del movimiento guinda a la presidencia de la República en 2024 usa el de su peculio, es un insulto al orden jurídico. Y se replica en Coahuila y Edomex ¿Y qué? Ricardo Sóstenes Mejía Berdeja el exbaby dinosaurio del tricolor lo ven los coahuilenses en espectaculares a lo largo y ancho de la entidad, y no se diga de los otros dos, el senador Guadiana y Luís Fernando Salazar. Este último y Berdeja aparecen en Internet las 24 horas del día. Y nada es de a gratis. Ninguno pide el voto, pero va implícito, el tribunal tendrá que analizar la subjetividad. Ese es otro albur.

Apesta a corrupción, a sorna, a burla, a m… con perdón de esta última. Estamos en un escenario en donde se va a recurrir a cuanta porquería esté al alcance para ganar el poder. Ese es el objetivo rey. La prioridad no es México, no es el bienestar de los que aquí hemos nacido y vivido. Eso es sueño guajiro. El proceso de 2023 aquí en Coahuila, y el de 2024 a nivel nacional será una carnicería, una exhibición de toda la pudrición del sistema.

Morena es una réplica al cuadrado o más de lo establecido en los 70 años de hegemonía priista. El jefe del estado mexicano actual y fundador del movimiento, porque no llega a partido, aunque oficialmente así se ostente, fue integrante y servidor del tricolor por años, ahí aprendió, y lo que bien se aprende no se olvida, nos da una demostración diaria de sus «conocimientos». Si los electores le entregan a Morena en charola de plata la mayoría en el Congreso y la presidencia de la República, dejaremos de ser los Estados Unidos Mexicanos y se estará inaugurando la República Popular Mexicana. Y no es mala leche, es lo que se está construyendo.

Presidente, pero no nos subestime. No estamos muertos. Y habemos millones de mexicanos que no llevamos el sello de la ignominia con la que ha marcado la pobreza y la ignorancia de tantos compatriotas que nunca han visto el sol. Ni cargamos con la «complacencia» de los acuerdos pactados en los oscuro con los poderosos que no tienen conciencia, solo intereses que cuidar al precio que sea.

Licenciada en Derecho, egresada de la UNAM. Posee varios diplomados, entre los que destacan Análisis Político, en la UIA; El debate nacional, en UANL; Formación de educadores para la democracia, en el IFE; Psicología de género y procuración de justicia. Colabora en Espacio 4, Vanguardia y en otros medios de comunicación.

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