Claudia ha mostrado limitaciones básicas como candidata presidencial. El control de sus emociones no es lo de ella y se le perciben debilidades respecto la reciedumbre que requiere todo político, especialmente en condiciones de adversidad o incertidumbre. Acontecimientos después de la elección del Estado de México le han sido adversos, como la decisión del presidente sobre un método de selección de candidato funcional a Marcelo Ebrard. La confianza de López Obrador abrió la puerta a la incertidumbre a partir de la falsa certeza de que el método de encuesta sería claramente favorable a Claudia y es posible que así sea, pero el problema no es ser candidata, sino ganar la elección.
Dos hechos conocidos, públicos, revelan la falta de autocontrol de Sheinbaum. El reclamo al presidente del Consejo Nacional de Morena, Alfonso Durazo, en ocasión del registro de aspirantes. Claudia no previó que el incidente trascendiera públicamente, que es donde se encuentra el error, en dejarse llevar por el impulso a partir de su explicable enojo por no haberse cumplido el acuerdo implícito de no llevar porra al exterior del lugar del registro. El problema es cómo contener la emoción para que un problema no dé lugar a otro mayor, que fue el caso.
El segundo evento fue en ocasión de una entrevista con Telereportaje, medio de Villahermosa Tabasco propiedad de la familia Sivilla, reconocido por su seriedad periodística y por el amplio interés que generan sus programas, particularmente, el conducido por Emmanuel Sibilla. La aspirante no aguantó la presión del periodista Hugo Triano a partir de preguntas relacionadas con la publicidad excesiva, tema obligado y de natural interés periodístico. El reclamo de Claudia de que la entrevista era «violenta» fue totalmente fuera de lugar, peor aún, dejó un testimonio de intolerancia y de falta de contención.
Marcelo Ebrard juega fuerte. López Obrador le concedió que los aspirantes renunciaran a sus respectivos cargos y que hubiera encuestas espejo para así validar el estudio de la dirigencia del partido. Marcelo ha crecido, pero entre los electores que no votarían por Morena. Si la encuesta sólo se hiciera con el voto decidido y el potencial por el oficialismo, esto es, 65% del total de la población, la distancia entre él y Claudia se incrementaría a favor de ésta, con la posibilidad de que Adán Augusto estuviera en segundo lugar disputando a la última su ventaja.
Marcelo ha violentado las reglas internas y las del INE en su proselitismo. Lo hace porque sabe que tiene que arriesgar. Su denuncia sobre el gasto electoral es tramposa e hipócrita. Él ha incurrido en lo mismo. La norma se viola o no se viola, no es que unos la violan más y otros menos. El golpe bajo es más que evidente y las diferencias no comprometerán la unidad, pero estarán presentes a la hora de la verdad. Claudia debería guardar temple con la seguridad de llevar ventaja.
Lo cierto es que el panorama de las últimas semanas ha cambiado. Dos eventos son significativos: la decisión de la oposición partidista de dejar en un grupo ciudadano el proceso de selección del candidato(a) presidencial y la irrupción de Xóchitl Gálvez a partir de la acción presidencial en su contra. La certeza de que Claudia sería candidata y que ganaría con claridad la elección ya no se sostiene. Ahora hay incertidumbre con una oposición confiada en que sí puede derrotar a quien resulte candidato del oficialismo. Si Xóchitl ha podido resistir y quedar con ventaja ante la embestida de López Obrador, qué sucedería con Claudia a partir de las debilidades exhibidas.
El presidente y los suyos saben que el arribo de Marcelo a la candidatura es una suerte de traición anunciada, porque Ebrard es un político muy diferente a López Obrador. Su intención de crear el ministerio de la continuidad y poner a la cabeza al hijo de Andrés Manuel es un recurso desesperado e indigno para resolver algo sin solución. AMLO no tiene más opción que apoyar a Claudia o facilitar el triunfo de Adán Augusto para dar curso a la continuidad y no perderla al momento mismo de seleccionar candidato. El presidente necesita tiempo y la decisión del Tribunal Electoral de suspender los dos procesos de selección a decidirse hoy día, puede ser funcional a su objetivo.
Nota para Jesús Ramírez Cuevas. No mal informe al presidente. GCE no publicó encuesta alguna de la elección presidencial de 2012 para Milenio como lo dijo en la mañanera y es la tercera vez que lo señala.
Nota para el presidente: Agradezco al presidente López Obrador su disculpa en la mañanera del 19 de julio. Mi reconocimiento a Ciro Gómez Leyva por su impecable seriedad y probidad profesionales.
Repensar el futuro
Todo muestra que lo señalado en este espacio desde hace tiempo será realidad: ninguna fuerza política tendrá mayoría calificada en el Congreso y es probable que tampoco tenga mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Que esto suceda tendría el beneficio de escapar del modelo autoritario presidencial. Un Ejecutivo sin mayoría legislativa está obligado a negociar y a entenderse como parte de un todo, justo lo que no ocurrió por el triunfo arrollador de AMLO y aliados en 2018 y que en 2021 pudo alcanzar mayoría con la inclusión del PVEM y PT.
El beneficio es aparente porque un poder distribuido no es necesariamente virtuoso, menos cuando los jugadores políticos utilizan su fuerza legislativa para obtener concesiones indignas. Hace falta una crónica al margen del interés partidario o electoral de cómo, en el periodo 2000 a 2018, los coordinadores de las fracciones parlamentarias opositoras obtuvieron beneficios sin precedente. Los moches es uno de esos episodios ominosos y no necesariamente el de mayor impacto financiero. Rubén Moreira y Alejandro Moreno han repetido el precedente, aunque con menos eficacia por la falta de control sobre los senadores tricolores, y porque el interés del régimen en ellos es menor, además de la oferta de impunidad ante su desempeño como gobernadores.
Por esta consideración es fundamental que el futuro deseable necesariamente incorpore premisas que signifiquen que el poder dividido sea virtuoso para el país, no para los partidos o sus dirigentes. Si Morena es oposición tendrá que vivir el aprendizaje de la negociación auténtica y su presencia en Gobiernos locales lo obliga a evitar la confrontación, como muchos gobernadores del PRI, PAN y MC en la actualidad, a pesar de la parcialidad y el interés partidista del presidente.
El proyecto político de Morena es la suma de muchas visiones que no tienen cohesión ideológica. Ejemplos evidentes son la militarización, el sometimiento del Poder Judicial y del Legislativo o la degradación de las instituciones democráticas. Sería absurdo que Morena insistiera en el presidencialismo hegemónico que practica, avala y promueve, si no se ganara la elección.
El caso de la oposición todavía es más complejo porque el eje unificador más poderoso ha sido contener la embestida autoritaria de López Obrador. El riesgo mayor es que la fuerza parlamentaria bajo el control de Moreira y Moreno sea utilizada en beneficio de ellos, especialmente si los legisladores tricolores, en su conjunto y sometidos, sean el fiel de la balanza, el llamado partido bisagra. Las diferencias al interior del FAM más que ideológicas —que las hay— son de interés, siendo necesario erigir el Gobierno de coalición al margen del chantaje, o para la representación legislativa en caso de no ganar la presidencia.
Lo mejor para la oposición de ahora es que la irrupción ciudadana sirva para un nuevo modelo del ejercicio de la política que incorpore lealtad, responsabilidad en el ejercicio del poder y probidad. Se puede transitar hacia una nueva realidad política temporal o emergente a manera de reconstruir el sistema democrático y sentar las bases para una nueva política, que pasa por la transformación obligada del sistema de partidos y por una agenda de cambios institucionales de nueva generación para una auténtica cuarta transformación, tarea a realizar no por unos, sino por todos, que no se limita a los partidos o a los políticos convencionales, también a la sociedad y a los ciudadanos.
Pensar el futuro va más allá de reivindicar a las instituciones y los valores de la democracia. Se trata de transitar por paradigma inédito que se vuelve posible precisamente por el fracaso de López Obrador y el descrédito de las fuerzas políticas existentes, incluyendo a Movimiento Ciudadano de Dante Delgado, el que ha jugado de esquirol de la oposición. La idea de Gobierno de coalición tiene alcances mayores en cuanto a sus objetivos. Es una oferta con enorme potencial en la medida en que no se trata de un reparto del poder entre los mismos de siempre, sino un planteamiento para una nueva relación entre la sociedad y el poder público.