Un tribunal para el mundo

«Quien antepone la seguridad a la libertad,

no merece ni libertad ni seguridad».

Benjamin Franklin

A propósito de los días agitados y de tensión que han ido sucediendo a escala internacional desde conflictos bélicos hasta despropósitos políticos entre países, vale la pena recordar la idea de una Corte Internacional; pero no una que sirva solo a algunos intereses —al puro estilo cofradía— sino de aquella que su actuar sea de forma efectiva, se proceda justamente y que cuente con juicios sensatos en donde, dentro de sus valores, se encuentren conceptos de protección de derechos y auxilio en niveles óptimos de consenso y gobernanza internacional.

Se dice fácil el sólo hecho de nombrarlo, pero el camino hasta llegar a la antesala de una Corte Penal Internacional que sea «eficiente» y emisora de sentencias ha sido arduo y largo. El ejemplo más inmediato han sido los juicios de Nüremberg y Tokio, pero ya desde el siglo XVI Francisco de Vitoria pensaba en términos de derecho internacional y justificación legal para iniciar una guerra.

¿Qué actos justifican una intervención militar extranjera?, ¿quién y cómo debe juzgar al responsable de actos desdeñables? Tortura, violación sistemática, ejecuciones masivas, uso de armas químicas… a final de cuentas a lo largo de la historia resulta complejo unificar criterios en los que se sustente y en donde realmente pueda funcionar un tribunal para el mundo.

En los actos abominables que se describieron, los autores han sido juzgados por leyes internacionales, otro tanto, han sido juzgados en tribunales ad hoc o en otros casos, Gobiernos han atacado militarmente a la población de donde es originario el autor del crimen. Resulta difícil entender un conflicto bélico —como el actual— sin tener un entendimiento global y local, del cual, todas las naciones resultan ser responsables.

Respaldo siempre la lucha legal. Sin embargo, las herramientas —a nivel internacional— con las que se cuenta para hacer frente a todas las llagas sociales resultan un tanto precarias; no se han actualizado, expandido ni fortificado. Quizá también, una equiparación de conceptos ayudaría a la lucha para combatir y castigar los crímenes contra la humanidad.

Por otra parte, no ha transcurrido el tiempo suficiente para que la Corte pueda ofrecer perspectivas fiables de lo que es y debe ser su función y papel. La falta de información y procedimientos ha generado intranquilidad sobre esta figura y, tampoco favorece el constante y sonante bombardeo que países como Estados Unidos realizan al no reconocer la legitimidad de una corte, ni en general, de la justicia penal internacional.

Es muy complejo el derecho internacional y, equiparado también, los conflictos bélicos. Me parece preocupante la primacía —que se maneja hoy— casi absoluta que se le da a la seguridad a costa de la libertad y de las garantías fundamentales que tanto esfuerzo ha costado conseguir. Creo que también, a esta situación se le suman los medios de comunicación, y los medios de información de masas controlados o que se dejan controlar por los políticos en turno. Dentro de una psicosis del miedo, hay que establecer cuáles son los límites reales y señalar cuales son las seguridades que merecemos y cuáles son las libertades que se están deteriorando o desapareciendo.

Aguascalientes, 1982. Cursó sus estudios de Licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma de Coahuila, posteriormente hizo sus estudios de maestría en Gobierno y Gestión Pública en la Universidad Complutense de Madrid. Labora en la administración pública estatal desde el año 2005. Es maestro de Teoría Política en la Facultad de Economía de la UA de C desde el año 2009. Ha sido observador electoral de la Organización de los Estados Americanos en misiones para Sudamérica, en la que participa como miembro de observadores para temas electorales.

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