La separación de la presentadora de Milenio Televisión confunde a políticos de oposición y a la comentocracia antioficialista; luego se disculpan
La lista de supuestos periodistas despedidos —con Azucena Uresti a la cabeza— por presiones del presidente Andrés Manuel López Obrador, que debía servirle a la oposición como ariete para embestir el carácter dictatorial del Gobierno de la Cuarta Transformación y exhibir la falta de libertad de expresión, uno de los pilares del sistema democrático, terminó por convertirse en un tiro en el pie de los detractores de Morena, algunos de los cuales, ante lo obvio, tuvieron que pedir disculpas con la cola entre las patas.
«La embestida opositora pretendió confirmar con el caso Uresti que el “dictador” de Palacio ha ordenado el cambio o remoción de determinados comunicadores “molestos”».
Julio Hernández, periodista
Uno de ellos fue el expresidente Felipe Calderón que, una vez aclaradas las verdaderas causas por las que Uresti abandonaba Milenio Televisión, publicó en su cuenta de X: «Me han precisado que la salida de Milenio de Azucena Uresti no fue por expulsión como dije de esa empresa sino decisión profesional de la periodista. Lo rectifico», aunque aprovechó el mismo tuit para agregar: «Reitero mi solidaridad con ella y que el contexto de agresión en contra de ella, de Carlos Loret, Ciro Gómez Leyva, Brozo y otros es un ominoso signo de autoritarismo presidencial».
«Desde luego que en el entorno de acción criminal por una parte y de autocensura por la otra, son repudiables las agresiones del presidente López Obrador a los periodistas y a los medios de comunicación».
Federico Berrueto, analista
El periodista Julio Hernández López en su columna «Azucena y el falso banquete opositor» (La Jornada San Luis, 22.01.24) apunta que «la embestida opositora pretendió confirmar con el caso Uresti que el “dictador” de Palacio ha ordenado el cambio o remoción de determinados comunicadores “molestos”. Hasta ahora no se ha podido probar en términos periodísticos tal especie: ninguno de los presuntos censurados (que en lo concreto se cambiaron a otras empresas o iniciaron otros proyectos) ha narrado, siquiera con indicios aceptables, cómo habrían sucedido tales abusos del poder político. ¿Quién llamó a quién? ¿Cuál fue la amenaza o el arreglo? ¿Cuál dueño o máximo directivo de un medio aceptó la presión y corrió a alguien?».
El propio presidente López Obrador, en su conferencia matutina del 15 de enero ya se había manifestado en relación a sus supuestos ataques a la libertad de expresión. «Dicen: “Hay dos opciones nada más: o democracia o dictadura”. O sea, nosotros somos la dictadura. Nada más le digo a Brozo que, si yo fuese un dictador, pues él no estaría diciendo esas cosas. Nosotros no perseguimos a nadie. Además, hasta nos ayuda porque, si se exagera, pues se hace ridículo y pierden credibilidad». El presidente tiene razón.
El analista, Federico Berrueto, desglosa con lucidez las razones por las que Uresti dice adiós a su acostumbrado medio de comunicación. «Es evidente que Mileno cambió de prioridades editoriales y difícil de creer que el presidente o su vocero exigieran o presionaran para que sucediera. Todo parece que tiene que ver con las definiciones de sus dueños. Los ajustes de Milenio han sido la constante, como muestra el rosario de directores de la edición nacional escrita. (…) Excesivo sería inferir un ataque a la libertad de expresión del régimen por los ajustes a la plantilla editorial en los medios. Son muchos los que han resuelto modificar su parrilla de colaboradores, en opinión de muchos, en un afán de acomodarse con quien gobierna, lo que sería una afrenta a la libertad de expresión y a los derechos de los periodistas; pero no sería responsabilidad del gobernante, sino de la empresa. Estamos hablando de autocensura» («La lista» en Vanguardia, 22.01.24).
Mercado cambiante
Comenta Berrueto: «Los medios convencionales viven una crisis profunda que afecta las condiciones para el ejercicio de la libertad de expresión, toda vez que son empresas y su sobrevivencia es fundamental. Esto implica reducir espacio, personal y costos. La revolución digital les plantea desafíos mayores y el futuro obliga a la convergencia del espacio tradicional con el digital. El público cambia más rápido que los medios y sus estrategias de mercado».
En efecto, el vertiginoso ascenso de la prensa en línea ha desencadenado una serie de impactos significativos en los medios de comunicación tradicionales, transformando el paisaje informativo de manera sin precedentes. Este fenómeno ha desatado una competencia feroz entre la prensa impresa y la digital, generando cambios sustanciales en la forma en que las noticias son consumidas, producidas y distribuidas, donde la inmediatez junto a la diversificación de formatos y contenidos marcan la pauta a seguir.
En este escenario de transformación constante, los medios tradicionales enfrentan la necesidad imperante de adaptarse o perecer. La integración efectiva de estrategias digitales, la mejora de la presencia en línea y la búsqueda de nuevos modelos de ingresos se han convertido en imperativos para la supervivencia de gigantes mediáticos como Milenio.
La verdadera censura
Sí hay peligros que acechan a la prensa libre, pero en México su raíz no se encuentra en Palacio Nacional, sino en otras latitudes. El crimen organizado ha desatado una ofensiva sin tregua contra los periodistas del país, haciendo de la intimidación y la violencia sus armas preferidas. Amenazas directas, secuestros y asesinatos se han convertido en una realidad constante para aquellos que se atreven a investigar y exponer las redes delictivas que operan en la penumbra. Este clima de terror ha dejado marcada la profesión periodística, convirtiéndola en una tarea arriesgada y, no pocas veces, mortal.
Medios de comunicación, conscientes del peligro que implica exponer la verdad, se autoimponen límites a la hora de informar por temor a represalias. La autocensura, alimentada por la vulnerabilidad y el miedo, se ha convertido en una barrera invisible que limita la capacidad de los medios para informar sin restricciones.
«La libertad de expresión en nuestro país sí está amenazada. Lo más evidente y pernicioso viene del crimen organizado. Son muchos los periodistas asesinados y más los amedrentados. Medios, empresas, trabajadores y periodistas han tenido que callar por razones de literal sobrevivencia», comenta Berrueto en su columna.
La moraleja de este entuerto o plan de ataque contra el Gobierno de López Obrador, a partir de la supuesta lista de comunicadores perseguidos por el presidente, la expone Julio Hernández: «(Las palabras de Uresti) pretendieron ser convertidas en oro molido por los opositores a la llamada Cuarta Transformación y terminaron convertidas en fruslería». E4