Violencia ciudadana que mata

Los niveles de violencia que vive nuestro país logran que un suceso supere a otro en el nivel de asombro que genera el día a día, y nos deja claro a gobernantes y gobernados que los esfuerzos, estrategias y formas de enfrentar la violencia son insuficientes ante la escalada de agresividad generada por la delincuencia organizada y la propia ciudadanía.

Las últimas cifras oficiales del Secretariado Nacional de Seguridad Pública señalan que el mes de julio es el segundo mes del año 2022 con más muertes violentas, con 2 mil 332 casos, después de que en mayo se registraron en el país 2 mil 472 decesos violentos.

La trágica numeralia señala 75 muertos al día en el territorio nacional durante junio, y de enero a julio 47 mujeres murieron por quemaduras provocadas por ciudadanos no necesariamente relacionados al crimen organizado.

Un estudio comparativo de la organización T-Research International deja bien claro, con cifras, el crecimiento de las muertes violentas en México durante los últimos tres sexenios.

En la Administración de Felipe Calderón se documentaron con cifras oficiales 60 mil 319 muertes relacionadas con la delincuencia organizada en más de un 90%, y el resto considerados homicidios violentos perpetrados por la ciudadanía.

Durante la Administración de Enrique Peña Nieto murieron en forma violenta 81 mil 299 personas, de las cuales poco más del 80% fueron obra del crimen organizado y el resto por habitantes.

En el actual sexenio, cuando está por terminar el cuarto año de gestión presidencial, ya las cifras oficiales llegan a los 129 mil 742 decesos, y al menos el 90% de las muertes violentas se ligan a cárteles de droga, tráfico y robo de combustibles, tráfico de migrantes, secuestros y trata de personas.

Llama la atención que por lo menos en los últimos dos años se registran asesinatos de hombres y mujeres que son atacados por ciudadanos con problemas de adicción, trastornos psicológicos, sociales y hasta psiquiátricos, y personas que en general que no respetan el valor de la vida.

Para algunos especialistas, el fenómeno puede estar ligado a los efectos negativos de la pandemia, la pérdida de trabajo y el poder adquisitivo ligado a la crisis económica, y sobre todo a una crisis de valores para solucionar conflictos interpersonales con ayuda profesional.

El suicidio es otro de los fenómenos sociales que dejan claro a gobernantes y gobernados que el respeto a la vida es un sentimiento cada vez más débil entre los mexicanos.

Al margen de las filias y las fobias políticas y de partido, hoy los mexicanos debemos reflexionar sobre el nivel de violencia que vivimos, al que nos acostumbramos y el que seguramente es permitido y promovido por la sociedad y sus autoridades.

La violencia delincuencial, la pública y social, la doméstica y la interpersonal, aumentan exponencialmente en número y formas de agredirnos entre todos, y ya las promesas electorales y gubernamentales parecen insuficientes para frenar la violencia ciudadana que mata.

Autor invitado.

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