Y el futuro finalmente llegó. Hace 38 años se estrenó una gran producción cinematográfica que marcó una generación y aún recuerdo como si hubiera pasado apenas ayer que un entrañable amigo, Guillermo Pastor López Narro, «Pato» para quienes lo queremos, me dijo: «¿Ya viste la película Volver al Futuro?». Ese mismo día del lejano año de 1985, fui al hoy desaparecido cine Studio 42 para ver como Marty McFly y el doctor Emmet Brown, a bordo de un auto deportivo marca Delorean atravesaron el espacio-tiempo, quebrantando la teoría de la «Conjetura de protección de la cronología» de Stephen Hawking que sostiene que los viajes en el tiempo son imposibles.
Protagonizada por Michael J. Fox y Christopher Lloyd, esta película literalmente nos dio un vistazo al futuro, lo que fue posible gracias a dos grandes del cine, Steven Spielberg y Robert Zemeckis, genios creadores que, con Volver al Futuro, dieron pie a una de las trilogías cinematográficas más exitosas de la historia; un fenómeno cultural y hasta musical con Huey Lewis & The News tocando la banda Sonora, que hoy aún se escucha.
En Volver al Futuro, pudimos ver el desarrollo de efectos especiales e ideas innovadoras como patinetas y autos voladores, videollamadas, tabletas electrónicas, videojuegos interactivos y tenis autoajustables. Muchas de estas ideas han sido puestas en práctica y hoy, gracias a la innovación y el desarrollo tecnológico, son una realidad. Ahí están las videollamadas con Zoom, Teams, Facetime, Skype y lo que Microsoft ha hecho con Xbox, además de la inteligencia artificial con lentes de realidad aumentada y ChatGpt
Llenos de nostalgia, a veces reconstruimos una versión de nuestro pasado en donde todo nos era más simple. La sensación de que no solo fue mejor, sino que las predicciones que hicimos para el futuro, también fueron mejores de lo que en realidad se convirtió nuestro presente. Se trata del «Síndrome de la Edad de Oro», la idea errónea de que otra época es mejor que la que ahora vivimos. Añoramos los días cuando vivíamos un tiempo prodigioso, de diversión y libertad apenas sin preocupaciones; días magníficos en que vivimos la vida con arrojo.
Pero dejando de lado la nostalgia, hoy el progreso puede medirse de diferentes maneras, como puede ser la esperanza de vida, la libertad y los Gobiernos democráticos, así como las guerras y la violencia. También podría medirse en términos de avances tecnológicos que nos ahorran tiempo, nos han vuelto más eficientes, y han hecho la vida más fácil.
No olvidemos que hace 38 años, en el año 1985, nuestro país y el mundo vivían en plena guerra fría, y con la posibilidad latente de que los Estados Unidos de América y la desaparecida Unión Soviética iniciaran una nueva guerra mundial. Se trataba de una época más oscura, con ausencia o pocas libertades y en donde los cambios democráticos eran imposibles siquiera de imaginar, de derechos humanos mejor ni hablar, no existían.
Eran años en que contaminábamos sin ninguna preocupación y donde la sobrepoblación y los conflictos étnicos-religiosos y otros problemas ni siquiera se discutían. Años en que la mortalidad infantil era cosa de todos los días y enfermedades como la polio aún no había sido erradicada.
Suelo ser muy negativo respecto a nuestro destino como especie. Pero lo que no se puede negar es que el futuro nos ha regalado los avances científicos y tecnológicos más sorprendentes de la historia: misiones a Marte, telecomunicaciones y tecnologías de la información, robótica, biotecnología, medicina avanzada salvando y procurando una mejor calidad de vida, bibliotecas y el mayor conocimiento de la historia disponible para todos. Lo que hagamos con todo esto, será solo decisión nuestra.
Hoy puedo confirmar que, 38 años después, he visto al futuro convertirse en historia. Que el tiempo nos ha enseñado que para prevenir un futuro que no deseamos, solo queda trabajar hoy. El gran inventor estadounidense Benjamín Franklin no lo podía describir mejor cuando dijo: «Un hoy vale por dos mañanas». Hagámoslo para aspirar a Volver al Futuro.