«El político se convierte en estadista cuando empieza a pensar en las próximas generaciones, no en las próximas elecciones».
Winston Churchill
Este amado país nuestro padece un mal que ha ido abatiendo la esperanza y concentrado el hartazgo por cuanto tenga que ver con política y con políticos, y se generaliza con el «todos son iguales». Pero hay que decirlo, hay una ausencia verdaderamente alarmante de liderazgos, hablo de liderazgos que realmente conozcan y tengan capacidad de respuesta en los vastos terrenos de la realidad actual de México. Y es que ser líder significa tener ese feeling tan especial para detectar las necesidades apremiantes de la población, poseer la pasión para mover conciencias, para impulsar, para organizar, para dirigir a ese pueblo a conjugar en plural, para vincularlo y llevarlo a realizar acciones en común que se traduzcan en beneficios que coadyuvarán a alcanzar niveles de vida acordes a su dignidad de personas.
La presencia de liderazgos caracterizados por la voracidad y el abuso que arriban al ámbito del poder público, ha traído como consecuencia la desafección, el hartazgo social, retratado en su máxima expresión en el 2018. Creyeron quienes votaron por el illuminati que en él estaba el capitán que redireccionaría al país, y resultó peor que la suma de muchos sinvergüenzas y desalmados que estuvieron antes que él.
Hoy tenemos un país enfermo de divisionismo de todos los niveles y ningún país en esta condición, para empezar, puede ser próspero. Derechos esenciales para el buen vivir, andan por el subsuelo, y me refiero a la salud, la educación y la seguridad, súmele la economía. A este Gobierno, perdóneme la expresión, le vale madre el país, en lo que porfía es en comprar adeptos, para quedarse con la presidencia y la mayoría en las cámaras en 2024 y 50 años más.
La corrupción y la impunidad siguen viento en popa, las burradas consuetudinarias y las mentiras del «preciso» no tienen paragón. Las segundas le van de perlas para mantener en las moras a sus esclavos. Si el populismo ha sido lastre en México desde hace décadas, con este individuo se ha quintuplicado. Yo ya no sé si es por incapacidad, por perversión, o por las dos, que no tiene ni la más pálida idea que los problemas que tienen enfermo a nuestro país, no se resuelven con la bola de «ocurrencias» y pende… que suelta en las mañaneras y esparce a lo largo del día. Ahora bien, si fue el hartazgo el que llevó a treinta millones a darle su confianza, o su enojo, o su odio, o su desesperanza, pues que obre hoy para cambiar las las condiciones en las que transcurre la vida de un pueblo que no merece este desquebrajamiento.
Somos una sociedad agobiada por la multiplicidad de «proyectos» sin ton ni son de un Gobierno carente de visión. Es urgente promover, para empezar, un diálogo franco que edifique puentes, que despolarice y nos devuelva nuestra lengua común, la de la fraternidad y el entendimiento. Tenemos que volver la vista a otras latitudes, avizorar si los que hoy aspiran a conducir al país tienen los tamaños para hacerlo, y por supuesto la grandeza y la generosidad de someter sus actos al imperio de la ley. Tenemos, como mexicanos, que instaurar nuevas prioridades en la escala de valores que rijan nuestra sociedad, como son la solidaridad, la humildad y la motivación para el cambio de conducta y actitudes. Por nuestro propio bien, como nación, tenemos que aprender a distinguir entre lo baladí y lo valioso. No elijamos con las vísceras, ni con el ahí se va, o continuaremos entregando el país a gobernantes sin ideas, sin propuestas ni estrategias, sin congruencia, y sobre todo sin liderazgo que construye. Ya basta de permanecer inmutable ante los abusos, raterías, cinismo, de tanto sinvergüenza. Nada más ponderemos el daño que nos han hecho.
Échele un vistazo a lo que aquí sucede. En materia de seguridad pública no estamos para lanzar cohetes y hacer guateque, hoy matan gente con la mano en la cintura a plena luz del día y no pasa nada. Hay estados de la República convertidos en cuartel de operaciones de mafias que han vuelto miserable la vida de sus habitantes. Y no pasa nada.
Este tipo que hoy se ostenta como presidente, ha corrompido a las Fuerzas Armadas, ya no están para salvaguardar la seguridad nacional, si no para hacerse guajolotes y hacerle el «juego» a su dueño. Han ido perdiendo el respeto que les guardábamos los mexicanos. ¿Y qué me dice de la división de poderes? Vea sus hechos, sus embestidas al Poder Judicial, empeñado en que le sirva a él, no a la impartición de justicia imparcial.
Otra más, poniendo a modo, su gabinete… No es nada personal contra Luisa María Alcalde pero nombrarla como la número dos de su Gobierno. No tiene las tablas, la experiencia, ni criterio, ni modos para conducir la política interna del país, y más en estos tiempos en que las cosas andan patas para arriba. Y qué me dice del empobrecimiento de la clase media… Estamos del nabo.
En cualquier sociedad en la que la clase media es numerosa, es indicador de que la economía va por buen camino. Aquí el muy etc., los llama aspiracionistas. Y que forman de darle con todo al servicio médico, no se conformó con desaparecer el seguro popular, jorobándoles la existencia a millones de mexicanos que tenían en el mismo un apoyo invaluable para su salud, sino que creó un mamotreto llamado Insabi en el que puso a un inútil a dirigirlo y tronó. Y el IMSS y el ISSSTE muriendo de tiricia ¿Y los afectados? Sus derechohabientes. Que se jodan.
La elección del año próximo no tiene nada que ver con dejar o no que el illuminati y su movimiento se sigan llevando a México entre sus patas, reducirlo a eso es una ñoñería, lo que debemos asumir los dueños de este país, es decir los mexicanos es que clase de modelo de sociedad queremos para los próximos años. ¿Queremos que se legisle para acortar desigualdades? ¿Queremos que las nuevas generaciones sean formadas con valores cívicos y éticos y educadas para que desarrollen sus talentos y habilidades? ¿Queremos que se genere conciencia y respeto de cuidado al medio ambiente? ¿Queremos que el asistencialismo gubernamental sea nada más para aquellos que verdaderamente lo necesitan —y eso se determina con un estudio socioeconómico —o seguir alimentando la desgraciada dependencia de holgazanes y buenos para nada, con fines electoreros? ¿Queremos un Gobierno que se dedique a generar condiciones óptimas para que todo el mundo viva acorde a su dignidad de persona? ¿Queremos diputados y senadores que legislen a favor de los mexicanos o de intereses partidistas o gruperos? ¿Queremos alcaldes que si se ocupen de prestar los servicios que les corresponden con niveles de excelencia? Esto entre muchos aspectos más es lo que nos toca decidir, como ciudadanos en 2024.
Que nos venza el desánimo y la renuncia y el abstencionismo, son hijos del hartazgo. Si quiere deshacerse de semejantes lastres, luche contra ellos. No se quede echando madres. Los pueblos tienen los Gobiernos que se merecen. Me niego a aceptarlo. Tengo años machacando sobre esto y hoy menos que nunca me doy por vencida. Nos han quebrado la credibilidad y la confianza una bola de rufianes de todos los colores, pues vamos a recuperarla eligiendo con la cabeza, no con los hígados ni con la propaganda electorera que vende gato por liebre. Yo no voy a votar ni por ineptos ni por sinvergüenzas. Los partidos políticos tienen el deber de recapitular, sus dirigencias deben de entender que las decisiones de fondo, tienen que dialogarse, que sus cargos, igual que el de los políticos son temporales y por paga. O aprenden a comportarse acorde a estos tiempos o van a cavar su propia tumba. Cuando la ciudadanía empieza a perder confianza en la democracia… ¡Aguas!
También a la par se le pierde a las leyes. Y en ese laberinto, el poder exhibe su desconexión absoluta con las demandas ciudadanas. El Frente Amplio por México ya inició el registro de quienes aspiran a enarbolar sus causas. Unos ya se bajaron, otros permanecen. Yo lo invito respetuosamente a no dejarse llevar por deslumbramientos primarios, no sirven. Conózcalos, revise sus trayectorias con lupa, defina su preferencia con la cabeza fría. Recuerde el viejo adagio: «No por mucho madrugar amanece más temprano». Quien resulte candidato o candidata necesita ser el mejor. Usted defina quién es el mejor.
Claro que le toca a usted, usted es quien vive en este país, usted es el receptor de lo que aquí ocurre, usted es el destinatario directo de yerros y aciertos de quienes gobiernan, a usted es a quien le toca pagar los platos rotos. No se deje embaucar por la oratoria de alguno, hablar bonito se aprende, pero son los hechos los que pintan de cuerpo entero a las personas. México necesita en la presidencia de la república a un líder visionario, capaz de dialogar con todas las voces, humilde para reconocer que no lleva la razón inmersa en su persona. Requerimos de un estadista, es decir, de alguien que ponga por encima de sus intereses individuales o partidistas, el interés general, es decir, la paz y la viabilidad de la República.
Que no lo deslumbren con vidrios y espejitos. Los diamantes no son bisutería.