Y la urbanidad y la cortesía… ¿a dónde se fueron?

Quizás a las nuevas generaciones (y a las no tan nuevas) un artículo en nuestros días sobre el tema de la urbanidad y la cortesía les pudiera resultar totalmente «fuera de contexto» («fuera de onda») en relación a nuestros tiempos modernos, en los que lejos de andarse preocupando por «atenciones y cortesías» lo importante es mantenerse al tanto del lanzamiento comercial de los nuevos adelantos en la telefonía celular, en dispositivos electrónicos y en el hardware y software computacionales.

Independientemente de la importancia y de la realidad práctica de dicho fenómeno tecnológico, el cual ciertamente si nos descuidamos pudiera redundar en detrimento de nuestros valores humanos y de nuestro desarrollo cultural y familiar, estimo que socialmente se han dado los dos siguientes factores que de alguna manera pudieran haber propiciado la indiferencia o incluso la aversión hacia este tema de la urbanidad y de la cortesía:

Primer factor: La aparición, hace ya algunos años, de algunos movimientos feministas extremistas y desmesurados, los cuales más que feministas, es decir, a favor de la mujer, parecieran querer «dar al traste» con su femineidad. Como resultado de ello algunas jovencitas de nuestro tiempo parecen incluso esforzarse por ser una burda imitación del hombre, por lo que algunos de los varones ven en ellas a un similar al que no hay, por tanto, por qué otorgarle ninguna atención o trato preferencial.

Segundo factor: Cronológicamente mucho más antiguo que el anterior: el afán exacerbadamente normativo de los viejos (y de algunos no tan viejos) «manuales de urbanidad» que por lo excesivamente abundante y colmado de sus «reglas» invitan al común de los mortales a mejor olvidarse de las mismas para regirse, simple y sencillamente, por el respeto a los demás y por el sentido común, si no es que a olvidarse por completo de todo lo que sea cortesía o urbanidad.

Precisamente, hablando de sentido común, yo considero que las «normas» de urbanidad y de cortesía pueden aceptablemente reducirse a dos puntos muy sencillos:

La urbanidad podría reducirse a evitar todo aquello que moleste, que cause repugnancia, asco, o que les resulte desagradable a los demás, para entender lo cual basta que repasemos lo que muy probablemente hayamos visto en eventos sociales , en los que usualmente nunca falta quién nos muestre toda la comida que tiene en la boca cuando está masticando; se meta el dedo a la boca o la uña del dedo entre los dientes o en la superficie de sus muelas para limpiarse y en ocasiones hasta retirarse los residuos de la comida frente a los demás, o sobrellenarse la boca a dos carrillos. En otro aspecto, no faltarán tampoco quienes molesten a sus vecinos o a los transeúntes con música a todo volumen; quienes lleguen tarde a eventos religiosos o sociales en los que el respeto a los demás reclama nuestra puntualidad, y habrá también quienes, sin parar mientes en los demás transeúntes, limpien con un carrasposo sonido su garganta para lanzar luego sus escupitajos en plena calle. Todo esto, sin lugar a dudas, puede causar repugnancia o molestia a los demás.

La cortesía yo la reduciría, simple y llanamente, a ser atentos con los demás. Entre otras cosas: escucharlos con atención, dejarlos hablar, no convertir fastidiosa y enojosamente nuestra plática en un solo monólogo egocéntrico en lugar de en un diálogo o interlocución, así como brindar las atenciones preferenciales del caso a los demás, sobre todo a las mujeres y a los ancianos.

Tengo para mí que mucho se ganaría con estas dos simples actitudes, es decir, no molestar (urbanidad) y ser atentos con los demás (cortesía) para estar así cumpliendo en lo fundamental con las más elementales normas de cortesía… y de urbanidad. Lo demás, es decir lo muy sofisticado, no está mal. Pero precisamente por lo complejo y sofisticado eso pasa a ser materia de lo ceremonial, de la comúnmente llamada «etiqueta» y de los muy elegantes y refinados modales.

¿Nunca le ha pasado a usted…?

Que al llegar con su automóvil al cruce de una esquina no pueda usted avanzar porque el señor agente de tránsito está muy entusiasta y amigablemente platicando con el conductor de un camión repartidor de refrescos o de transporte urbano. ¿Verdad que sí?

Que se encuentre de repente con su carro en medio de una calle también sin poder avanzar porque dos jóvenes, o dos señoras o señores nice o no nice se detuvieron sin consideración alguna para estar platicando «largo y tendido» de carro a carro. ¿Verdad que sí?

Que de improviso se tope con un automóvil detenido «en doble hilera» al costado de un carro, no obstante que el resto de la cuadra está completamente libre. ¿Verdad que sí?

Que alguien que va conduciendo su automóvil delante del de usted para dar vuelta a la derecha enciende la direccional de la izquierda y para dar vuelta a la izquierda enciende la direccional de la derecha, o bien… ¡para dar vuelta no enciende ni la una ni la otra!?

¿Verdad que sí?

Que, yendo en su automóvil, con el respectivo susto se encuentra repentina y peligrosamente adelante, en medio o atrás de dos camiones de transporte urbano con los que sus conductores iban jugando carreras.

¿Verdad que sí?

Que algún motociclista que va «que se lo lleva el diablo» lo rebasa intempestivamente por la derecha.

¿Verdad que sí?

Que le toque presenciar el triste y ridículo espectáculo de dos automovilistas «machines», quienes al encontrarse frente a frente con su carro en una calle en la que no hay suficiente espacio para que pasen los dos son incapaces, tanto el uno como el otro, de ceder lo necesario para que dicha situación se resuelva de manera civilizada.

¿Verdad que sí?

Que al estar usted justo en el frente de un crucero vial esperando a que cambie a verde la luz del semáforo, estén detrás de usted conductores que, cuando dicha luz aparece, invariablemente y «por sistema» en lugar de presionar el acelerador lo que presionan es el claxon.

¿Verdad que sí?

Que se encuentre usted en un crucero de la ciudad en el que uno o dos ¡o más! oficiales de tránsito estén ruidosamente y con una total falta de coordinación sustituyendo al semáforo cuando el mismo no está funcionando.

¿Verdad que sí?

Que delante, detrás o a un costado de su automóvil haga repentina aparición un conductor que lleva su estéreo a todo volumen (aparte de que no parece que haya comprado un estéreo para su carro sino «un carrito para su estéreo») y quien, descansando su brazo izquierdo sobre la portezuela de su carro voltea orgulloso hacia todos lados para cerciorarse de que las demás lo están escuchando… y mirando.

¿Verdad que sí?

Que vaya usted en su carro detrás de un autobús de transporte «urbano» o de algún otro automóvil desde el que algunos de sus ocupantes arrojan a la calle sus bolsas de «papitas» o los restos de frutas o elotes con chile que ya consumieron, vasos desechables, servilletas o bolsas de plástico o papel.

¿Verdad que sí?

Que al ir conduciendo su auto en carretera se tope de repente con otro automóvil que va extremadamente despacio, prenda usted las direccionales para indicarle que lo va a rebasar y justamente cuando usted lo va rebasando el otro acelera intempestivamente como para evitar que lo rebase.

¿Verdad que sí?

Que en el estacionamiento de un centro comercial cuando usted está ya esperando con sus luces intermitentes encendidas que otro automóvil termine de salir del «cajón» en el que estaba estacionado para entrar usted a estacionarse, repentinamente y sin decir «agua va» llega otro automovilista y se le adelanta y se mete, en ocasiones incluso burlonamente, en el espacio por el que usted estaba ya esperando.

¿Verdad que sí?

Que al ir usted detrás de un camión de transporte urbano éste se detiene para bajar pasajeros justo en la esquina en la que usted tiene que dar vuelta a la derecha; como dicho autobús está detenido, usted decide rebasarlo cuidadosamente, con su direccional encendida para indicar que va a dar vuelta a la derecha, pero justo cuando intenta hacerlo el señor «conductor» del autobús arranca con el mismo y casi casi se le echa encima.

¿Verdad que sí?

Si nunca le ha pasado nada de esto… ¡será tal vez que usted no vive en este planeta!

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