Ya nos acabamos el liberalismo

Se puede decir que una era ha terminado cuando sus ilusiones básicas se han agotado

Arthur Miller

Las divisiones de todo tipo, principalmente las sociales, culturales y económicas han llegado a un nivel tan profundo, que hoy resulta difícil pensar en una nueva era o forma de liberalismo que llegue a niveles que sean capaces de responder al malestar generalizado, sobre todo a las generaciones más jóvenes y a las crisis que afrontamos en la actualidad con una aguda crudeza.

Hablemos de las divisiones culturales donde por todos los poros se abren diferencias guardadas por años y que hoy se postran en residuos tóxicos que navegan por las redes sociales, donde el odio es la posición por defecto y la guerra de todos contra todos, donde hoy afortunadamente es virtual pero cada día se hace más intensa. Es inclusive, desde el juego ideológico y moral, donde nada suma y las posiciones se vuelven recalcitrantes al grado del rechazo a escuchar opiniones con las que uno no está de acuerdo.

Y desde el mundo de las ideas y la cultura, todo comienza, de ahí se construyen o destruyen las aspiraciones colectivas y los designios mejor elaborados. Hoy parece ser que las sociedades liberales se encuentran en un callejón sin salida. Desgraciadamente «los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores están llenos de apasionada intensidad».

En la realidad contemporánea no ha existido un comienzo para un nuevo liberalismo que, observado desde cualquier punto, haya sido capaz de evitar el colapso de la clase media, también el liberalismo actual se ha comportado impotente y ha sido incompetente al no saber amortiguar el choque cultural que ha ocasionado la inmigración masiva del sur global; además –por decir menos–, las sociedades liberales actuales han permitido que los sistemas educativos y sanitarios se desmoronen. Lo peor de todo es que los Gobiernos han permanecido pasivos mientras las personas de clase media y trabajadora —en particular los jóvenes— sean expulsados de la ínfima posibilidad de tener una vida decente, en cualquier lugar al que usted quiera voltear.

Y resulta que la solución de los grandes problemas en una sociedad, se dan de manera paulatina y constante, eso al día de hoy cualquier tipo de sociedad (liberal y no liberal) no conoce o simplemente no están configuradas para actuar así. Considero que dentro del espectro cultural, la forma de entender el comportamiento y la solución de los problemas hoy, es interpretarlos como emblemas del miedo al futuro y de la nostalgia de una arcadia pérdida.

Particularmente, la crisis de las democracias occidentales son crisis internas. Frente a los diagnósticos de expertos en sociología o política, pocos son los jóvenes (futuro) que ven a su civilización, como una civilización de paz y prosperidad –que se atreva alguien a reprimirlos por su ingratitud–. Repensando en un nuevo comienzo, en todas partes a nuestro alrededor, quien se preocupe por fijarse podrá entender hasta qué punto nos encontramos en la fase final del liberalismo, es simplemente una fuerza agotada. Caótico y deprimente, pero si seguimos transitando tantas veces por el camino equivocado, estaremos ya recibiendo atención en el hospicio y de ahí, no sale nadie vivo.

Aguascalientes, 1982. Cursó sus estudios de Licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma de Coahuila, posteriormente hizo sus estudios de maestría en Gobierno y Gestión Pública en la Universidad Complutense de Madrid. Labora en la administración pública estatal desde el año 2005. Es maestro de Teoría Política en la Facultad de Economía de la UA de C desde el año 2009. Ha sido observador electoral de la Organización de los Estados Americanos en misiones para Sudamérica, en la que participa como miembro de observadores para temas electorales.

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