Las manifestaciones que se realizaron en México para conmemorar el Día Internacional de la Mujer dejaron un mensaje, que para quienes lo escucharon y lograron entender, el objetivo de las protestas e incluso los actos de violencia, lograron su intención, pero desafortunadamente quienes debían comprender y respaldar, no lo hicieron y, por el contrario, se empeñaron en aumentar el odio y el rechazo a través de actos de provocación.
A diferencia de años anteriores y en el entorno de una pandemia mal manejada por gobernantes y ciudadanos, la manifestación de las mujeres fue prácticamente igual que las anteriores: las demandas siguen igual, protección del género, castigo ejemplar a agresores de las féminas y exigir que se detenga la indiferencia gubernamental a la grave y creciente violencia contra la mujer mexicana.
La novedad de las manifestaciones de este año, es que el gobierno federal, ofreció la oportunidad a las mujeres de confirmar que la autoridad no entiende el mensaje y el objetivo y por consecuencia sus actos de provocación pudieron confirmar a muchos, mujeres y hombres, que la nueva forma de gobierno está alejada del feminismo y del combate al patriarcado.
La colocación de una valla o muro metálico para blindar Palacio Nacional, fue observado como una clara provocación que el movimiento feminista, previo a los actos del 8 de marzo, aprovechó para convertir un símbolo del patriarcado en un objeto para recordar a las miles de mujeres mexicanas víctimas de la violencia.
Además, en una clara provocación al movimiento feminista el cual es apoyado por miles de hombres mexicanos, el nuevo presidencialismo mesiánico decidió mantener su postura para que un hombre acusado de al menos cinco abusos sexuales contra mujeres se convierta en candidato a la gobernatura del estado de Guerrero y que por consecuencia tiene una alta probabilidad de ganar el cargo de elección popular.
Seguramente el sujeto en mención podría ganar la elección y con ello alimentar el ego político de quien se empecinó en mantenerlo a pesar de la animadversión del gremio femenino de su propio partido, sin embargo, el rechazo a la decisión de provocación sin duda tendrá un costo general, es decir una reacción negativa en las elecciones que se realizarán a nivel nacional y donde la cabeza del nuevo movimiento político populista busca mantener el control del Congreso Federal.
Parece que quien debía entender el movimiento femenino del 8 de marzo, se olvida que el actual padrón electoral es conformado primordialmente por mujeres, es decir de cada diez votantes, seis son mujeres, por lo que la reacción y el resultado de ambas provocaciones pudiera ser negativo para los intereses del nuevo grupo de poder político federal.
No era tan difícil entender el movimiento y en su momento hacer mutis o culpar al pasado de que nada se quiere o se puede hacer, pero provocar siempre tiene sus costos y más en un país como México donde la democracia es muy caprichosa y engañosa.
Hoy no sólo son los grupos radicales feministas que repudian la respuesta, si no que hay jovencitas y niñas que ya empezaron a protestar y exigir se respete su vida y se respete a su género para evitar más actos de violencia contra las mujeres, que, si bien en cierto con las protestas y los desmanes no disminuye, si se despierta cada vez más la conciencia de más mujeres y hombres en el país.
Quien debía entender por su propio bien y el de su proyecto, no sólo no entendió, sino que además provocó, quienes ya entendimos y respetamos ahora nos toca apoyar y respaldar las decisiones de las feministas en la próxima oportunidad de elegir el destino del país.