A fuerza de repetirlo

Ni el partido gobernante ni su coalición van a tener mayoría absoluta. Esto no deriva de las dificultades que enfrenta el gobierno por la tragedia en el Metro de Ciudad de México ni por la pérdida de dos candidatos perfilados a ganar por incumplir con la ley, o por la inexplicable defensa del presidente a un presunto depredador sexual o porque el secretario de la Comisión de Justicia de la Cámara de Diputados, del Morena, fuera señalado como abusador de menores.

El Morena y sus aliados no alcanzarán mayoría absoluta por la superposición de las elecciones locales. La competencia a los cargos de gobernador y alcalde impactan las preferencias sobre diputados y perfilan resultados donde el ganador prevalece, casi siempre, con un porcentaje bajo. Es sano que la pluralidad regrese a la Cámara, aunque la pulsión autoritaria del presidente pudiera guiar hacia los vetos y al gobierno por decreto, recurso de las dictaduras.

El pluralismo va de la mano del gobierno dividido, sin mayoría parlamentaria. La realidad actual es poco común. Naturalizar un resultado perfilado a favor de la pluralidad significa despejar dos ideas falsas de los polos del espectro político: una, la del poder, de que el resultado le habría sido adverso por la parcialidad del órgano electoral y la trampa; y otra la del opositor, de que el desenlace habría sido un rechazo al presidente y a su gobierno. Ni lo uno ni lo otro.

Aquí debe preocupar el papel de las encuestas de pronóstico electoral. En el pasado contribuyeron a la certeza, ahora es lo contrario. A fuerza de repetirlo, no puede haber escenario de integración de la Cámara sin idea clara de la contienda local concurrente y la medición de preferencias en cada uno de los 300 distritos con candidato, no sólo siglas. Seguramente sin pretenderlo, las malas encuestas abonan tanto a la idea de despojo ilegítimo del triunfo o como a la de la debacle política del presidente por rechazo electoral.

Las elecciones intermedias dejarán un nuevo mapa de poder. Depurarán el sistema de partidos; la mitad perdería registro. Como el partido gobernante sólo defiende una gubernatura, sería la fuerza con más triunfos locales, aunque muy distante de lo que las malas encuestas anticiparon hace meses. Frente al falso pronóstico los opositores vivirán el sentimiento de triunfo, aunque vean muchos estados perder. Será noche difícil para el gobierno, como en todas las elecciones intermedias con esta la normalidad democrática.

Después de los comicios poca esperanza hay de un cambio para bien por parte del gobierno. Sí lo debe haber en la sociedad. Romper la polarización por el desencanto social y del ejercicio del poder presidencial a partir del odio y rencor social. Hay esperanza genuina, mucho país por delante y, afortunadamente, poco tiempo para lo indeseable.

El Morena sin mayoría

A dos meses de la elección presidencial de 2012, en el cuarto de estrategia de Peña Nieto se discutió el posible resultado de la elección. La encuesta interna a cargo de GCE anticipaba un dígito a favor; las encuestas «públicas», algunas financiadas por la misma campaña, referían en «consenso» ventaja mayor a 14 puntos y triunfo acompañado de la mayoría absoluta en la Cámara. El «error sistémico» fue la asignación de los encuestados sin preferencia. GCE demostraba que la mitad eran votos contrarios, la mayoría a favor de AMLO. El desenlace probó el «error» de considerarlos abstencionistas.

Algo semejante está por ocurrir, pero por diferentes razones. La atención pública es la integración de la Cámara. El nuevo «consenso» de los encuestadores es que el partido gobernante obtendría entre 44 y 46% de los votos. Si se excluyeran los votos nulos, y los ocho puntos de sobre representación, el Morena obtendría 55% de las curules, esto es, 275 diputados, muy arriba de la mayoría absoluta.

Lo expuesto es un error y un nuevo engaño, por no considerar tres aspectos: primero, la superposición de las elecciones locales, las que tienen mayor peso —ayuntamientos, alcaldías y gubernaturas— en la determinación del voto; segundo, el precario voto diferenciado; y tercero, no se puede encuestar solo siglas de partidos sin considerar candidatos.

La competencia local lleva a la dispersión del voto. Son muy pocos los casos en los que el ganador prevalece con más de 45%. Esto lo saben los encuestadores, por lo que es cuestionable que avalen escenarios de integración a partir de encuestas nacionales, sin control de muestra y sin candidato.

Si se atiende a lo que acontece en los comicios locales, el Morena habría de obtener, en el mejor de los casos, 38% de votos; es decir, un 46% de la Cámara, 230 diputados. Sus asociados tendrían que ganar muchos distritos para alcanzar la mayoría absoluta, situación por verse.

Este escenario habría movido a AMLO hacia el activismo legislativo, desacreditar al INE y tomar decisiones no solo discutibles, sino claramente inconstitucionales. Lograr la mayoría calificada, las dos terceras partes no es posible y, sin posibilidad de cambios constitucionales.

Ya sin mayoría, el Gobierno tendría dos caminos: el de la negociación, el menos probable, o el del Gobierno por decreto. La cuestión es que los asociados (de Morena) se encarecerían más a la vista de la sucesión presidencial y la situación se complicaría todavía más, especialmente en la aprobación del presupuesto, si la coalición gobernante no alcanza la mayoría absoluta.

Autor invitado.

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