Me limité a subir las escaleras e irme a acostar para conciliar el sueño. Mis padres me habían quitado el celular y no tenía distracción alguna, así que solo miré al techo por diez minutos y recuerdo que caí en mi sueño no tan profundo.
Me desperté aproximadamente una hora y media después. No entendía quién había abierto la puerta de mi casa, pero claramente escuché cómo introducían la llave y giraban la perilla. La puerta rechinó de una manera aterradora, sin embargo pensé que eran mis padres aunque no tenía mucho sentido. Me levanté de la cama y me asomé por el pequeño espacio en la puerta entrecerrada, no sin antes tomar mis lentes para observar bien. Comencé a dibujar un mapa mental en mi cabeza ya que todas las luces estaban apagadas, pero aun así sabía dónde estaba ubicada cada cosa.
Esa presencia comenzó a subir las escaleras con pisadas fuertes y lentas. La madera crujía y hacía que se escuchara por toda la casa. Esperando a que alguien subiera, comencé a ver un pequeño rayo de luz como si apuntaran con una linterna. En ese momento supe que no eran mis padres así que solo retrocedí unos centímetros para no ser visto. Comencé a sudar frío. Estaba temblando. Mi pulso se aceleraba cada vez más. Finalmente, la «persona» terminó las escaleras. No lograba identificar bien su rostro, solo sabía que era alto, de complexión muy robusta.
Se dirigió hacia el cuarto de mi hermana pequeña, Liz. Traté de moverme para detenerlo, pero simplemente estaba paralizado. No podía moverme. Algo dentro de mí me detenía. A los pocos minutos escuché el grito ahogado de Liz, como si alguien le estuviera tapando la boca para retenerla. Mi cuerpo reaccionó y corrí rápidamente hasta su puerta.
Nunca olvidaré la imagen tan desgarradora de ese sujeto escondiendo a mi hermana en un mueble donde guardaba sus juguetes. Me tapé la boca para que no escuchara mis sollozos. Yo sabía que pronto voltearía, así que corrí de nuevo hacia mi cuarto, me tiré a la cama y traté de hacer como si estuviera dormido. De nuevo el mapa apareció en mi cabeza y ahora el sujeto venía lento y con una respiración agitada hacia mi cuarto. No tenía noción de la hora, pero sabía que era la madrugada. Los nervios que sentía en ese momento me hacían temblar.
Por fin llegó al final del pasillo donde se encontraba mi cuarto. Escuché esa puerta abrir de un solo golpe. Mantuve mis ojos cerrados. No quería descubrir su rostro. Mucho menos enfrentarme a él. Pero la curiosidad le ganó al miedo y terminé entreabriendo mis ojos. Conté treinta segundos exactos en los que solamente se quedó en la puerta viéndome fijamente «dormir». Avanzó lento, pero sentía su energía por todo el cuarto. Se sentó frente a mí en un banco que tenía para tocar el piano y volví a contar 30 segundos exactos en los cuales sentí su mirada como si me intentara descifrar. Se detuvo y un escalofrío recorrió absolutamente todo mi cuerpo. Escuché atentamente cómo sacaba algo de su bolsillo y en cierto momento escuché como si estuviera escribiendo algo en la pared.
Tras otros treinta segundos se fue por la puerta por donde entró. Temeroso, esperé a que amaneciera sin abrir los ojos, pero cuando sentí luz entrar por la ventana los abrí.
Me levanté desorientado. No sabía qué había pasado, tomé valentía y volteé a aquella pared en la que había escrito. Encontré un mensaje que decía «sé que estás despierto, volveré por ti». Mi mente entró en estado se shock y pegué un grito desgarrador. Motivo por el que mis padres corrieron a mi habitación para saber qué sucedía. Me encontraron derrumbado en el suelo, en posición fetal. No entendían nada y extrañamente no había ningún mensaje en la pared. Cuando les conté lo sucedido, recordé que mi hermana estaba desaparecida desde hacía dos días.