Existencialismo y logoterapia frente al sinsentido de la vida

El sentido vital se nos escapa a ratos. La motivación para vivir cabalmente se nos escurre entre las manos. A veces la vida no vale la pena. El poeta —Neruda— cantó: «Sucede que me canso de ser hombre». El filósofo —Cioran— contestó a la pregunta de la portera por lo que hacía todo el día: «Me soporto». Está ampliamente demostrado que el factor subjetivo es más importante que el objetivo: dinero, salud, etcétera, para «la conquista de la felicidad». Resulta un tanto irónico que haya sido Nietzsche quien haya afirmado «aquel que tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo».

El existencialismo ha sido la filosofía que más se ha interesado directamente por el problema del sinsentido de la vida. Es ya un lugar común citar lo que escribió Camus en el umbral de El mito de Sísifo: «No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía».(Camus, A., El mito de Sísifo, p. 15) Dos novelas existencialistas nos acercan didácticamente al problema del vacío vital: La náusea (1938) de Jean Paul Sartre y El extranjero (1942) de Albert Camus. Ambas novelas se yerguen como símbolos del existencialismo y de la inanidad del ser.

La posguerra generó un estado de ánimo depresivo. Era natural. Sesenta millones de personas perdieron la vida en esa lamentable conflagración. La náusea y El extranjero expresan este sentimiento. A dichas novelas hay que añadir otra, menos señera, pero relevante por el título, Buenos días tristeza (1954) de Francoise Sagan.

En cuanto a La náusea es preciso recordar que Roquentin es un hombre solitario que experimenta la sensación de náusea ante la falta de significado para su vida. Mientras tanto se dedica a escribir un libro de historia sobre el marqués de Rollebon, un aristócrata francés. Pronto se desencanta de esta tarea. El encuentro con su antigua amante, Anny, también resulta decepcionante. Quizá escribir un libro de ficción lo lleve a evadir esa angustia que tanto lo aqueja.

En lo que respecta a El extranjero vale la pena evocar la figura del protagonista, Meursault, quien permanece indiferente y apático ante la muerte de su madre y luego se desentiende del asesinato del árabe en la playa y de su propia muerte.

El existencialismo ofrece algunas salidas. Quizá la más conocida es la heideggeriana de la autenticidad. El mismo Sartre propone combatir «la mala fe» con la «libertad» para sortear la náusea. Y Camus nos propone, en otro libro, una salida indirecta al absurdo de la resignación: la rebeldía. (Léase El hombre rebelde). Pero debemos reconocer, nosotros como filósofos, que es poco lo que sugerimos para superar el depresivo estado que nos sumerge en el pasado y no nos permite vivir en la paz del presente.

La logoterapia es una corriente psicológica, fundada por Viktor Frankl y madurada en un campo de concentración, que nos presenta una solución al diagnóstico que el existencialismo, con precisión de cirujano, describió. Dicha corriente propone desarrollar la «voluntad de sentido» para que el ser humano se motive y resuelva su vida. La terapia consiste en dialogar con el paciente para descubrir con él qué es lo que le da sentido a su vida. Este diálogo socrático guía a la persona hacia el autoconocimiento de modo que se haga cargo responsablemente de sus actos.

Para comprender mejor la logoterapia es preciso hacer una «composición de lugar» e imaginarnos en ese «estado de necesidad» que significa sobrevivir en un campo de concentración. Ahí, sin recursos de ningún tipo, y ante la amenaza del aniquilamiento, el ser humano se ve obligado a encontrarle sentido a las cosas, incluso las más insignificantes. Este encontrar el sentido a las cosas, en esa circunstancia, es vital para seguir adelante. Se puede afirmar, sin riesgo a equivocarnos, que un logoterapeuta es un motivador.

Como se puede apreciar, la logoterapia ofrece terapias y técnicas muy concretas para superar el bache existencial. Ya veíamos líneas arriba que el existencialismo también propone algunos modos de superar la náusea, la angustia y la desesperación. Ambos, logoterapia y existencialismo, pueden conformar una fructífera alianza de modo que ese «hombre en busca de sentido» deje de indagar por haber encontrado la motivación para continuar. La diferencia entre logoterapia y existencialismo de cara a salir del callejón sin salida, radica en que la logoterapia persigue la sanación mental en el consultorio con herramientas concretas, en cambio el existencialismo sólo señala el horizonte a donde hay que apuntar.

Referencia:

Camus, Albert, El mito de Sísifo, Trad. de Luis Echávarri, Alianza Editorial, Madrid, 1995.

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