Dos angustias me agobian. La primera, lo arduo del asunto que nos ocupa. Y la segunda, los escasos cuatro minutos de que disponemos para abordar el tema. Apelo a su comprensión.
Por ya haberla discutido en el pasado, la cuestión no es nueva para este Consejo Nacional. Hemos ido en alianza electoral numerosas veces, y si se toman en cuenta las coaliciones celebradas en los estados, prácticamente con todos los partidos (salvo los de reciente registro), hemos ido en alianza. Excepto con dos: el PRI y Morena.
Ese es el problema. Aceptar como aliado al PRI. Nuestro adversario irreconciliable de siempre, a nuestro tradicional y desleal adversario, antidemocrático por antonomasia, el más importante autor y actor de las principales desgracias de México, autoritario y vertical por definición, fuente viva de la corrupción e impunidad. Este es, amigos consejeros, el perfil exacto del PRI. Así lo hemos conocido y visto en 81 años. Pero ¡cómo estarán las cosas en la Patria que hoy aquí y ahora, con toda seriedad, consideramos la posibilidad de hacerlo nuestro aliado en las elecciones federales de 2021! ¿Qué cómo están? Peor que nunca, y podrían empeorar.
Sirva lo anterior a manera de premisa mayor en el razonamiento riguroso que hoy debemos hacer para llegar a una conclusión lógica y válida.
Antes, vale la pena señalar, como lo dijo con lucidez Aminadab Pérez Franco: «Aliarse no significa mezclarse». O como bien expresó un simpatizante panista de Torreón (nieto, por cierto, de uno de los fundadores del PAN en La Laguna): «Aliarse no es igual a fusionarse, en este caso con el PRI. No equivale a perder nuestra identidad».
Vamos a la premisa menor. Si la mayor es válida, ¿cómo llegamos a una conclusión razonada y lógica?
Procede pues analizar la cuestión desde al menos tres ángulos: 1. El ético; 2. El jurídico y 3. El histórico-político.
Por la angustia del tiempo, lo haré de modo telegráfico.
El aspecto ético. Un principio dice que «el fin no justifica los medios». No se propone, con la alianza, llegar a un fin bueno a través de un medio intrínsecamente perverso. Las alianzas electorales no son en sí malas y no creo que haya alguien que aquí afirme lo contrario.
El mismo análisis se puede hacer bajo el esquema del principio moral del doble efecto; pero no lo haré.
Desde el punto de vista jurídico, la figura de las coaliciones está en la ley. Los partidos llegan a acuerdos con vistas en una determinada elección, acuerdos que plasman en un convenio y éste se lleva ante la autoridad electoral para su registro, y si el convenio contiene alguna irregularidad, la autoridad previene.
No se trata pues, no debe tratarse, de acuerdos vergonzosos, oscuros, perversos, clandestinos o conspirativos. Finalmente son públicos.
Más todavía: Frente al argumento infantil de que «el agua y el aceite no se juntan», cuando no se trata de unión sino de coalición, qué bueno que la ley ahora dispone que cada partido de la coalición debe tener su propia plataforma electoral, y la coalición también por separado su plataforma electoral común. Así pues no hay forma de que el votante sea engañado.
Finalmente, el aspecto histórico-político. Éste lo expondré aún más telegrafiado:
En nuestro caso, el PAN debe tener muy claro qué quiere, no sólo para estas elecciones, también para el futuro.
Y por último, tres, tres condiciones:
1. Ningún priista o filo priista debe ir como candidato en una sola de las cinco listas regionales plurinominales del PAN. La ley de hecho ordena que cada partido registre sus propias listas plurinominales, es decir, que éstas no son objeto de coalición. Cada partido debe tener sus propias listas.
2. Derecho de veto: ningún priista de los llamados impresentables debe jugar como candidato del PAN en los distritos en los que al PRI le corresponda postular, y
3. Que no nos suceda lo que ocurrió cuando nuestra dirigencia suscribió el llamado “Pacto por México”, en que debió haber exigido al PRI que reconociera su error de no haber aprobado las reformas cuando los gobiernos del PAN las propusieron y luego, de repente, les parecieron maravillosas.
Así ahora, ha de reconocer el PRI tan explícitamente como sea posible, que su corrupción de campeonato, en particular la de la administración inmediata anterior, pavimentó el camino que hizo llegar al poder al grupo populista, demagogo, autocrático y de ribete corrupto, que se ha propuesto destruir a México.
En conclusión, es procedente esta coalición con las condiciones apuntadas. Gracias.
(Intervención del autor en la sesión del Consejo Nacional del PAN celebrada el sábado 5 de diciembre de 2020, al discutirse el proyecto de Acuerdo de Coalición Electoral para los comicios federales de 2021).