«Los rostros privados, en lugares públicos, son más bellos y sabios que los rostros públicos en lugares privados».
W. H. Auden
La fragilidad del ser humano queda manifiesta en el evento de nuestro nacimiento, es la prueba reina de la dependencia que nos retrata como homo sapiens, es la rúbrica precisa de nuestra condición. Que pena que a lo largo de nuestra existencia no lo tengamos siempre presente, me parece que nos permitiría conservar una virtud que le daría cohesión y fortaleza a la naturaleza gregaria de que hemos sido investidos, me refiero a la humildad. En el espacio común, ese por el que transitamos en el día a día, sin tener conciencia de ello —lo que es lamentable— se gestan una serie de interacciones que le dan fisonomía a los hechos del hombre, entre otros a la acción política, esa que resulta de la implicación entre lo que se dice y lo que se hace. Y es que son la palabra y la acción las que definen el poder como la esencia propia de lo político, son la expresión materializada de la capacidad que se tiene para actuar de manera concertada y plural. El ejercicio del poder como resultado de esta vinculación es el ingrediente más importante de la pluralidad, elemento esencial de la democracia. Ergo, la pluralidad es la savia de la que se nutre la condición política, esa que se requiere para impedir el advenimiento de los totalitarismos, de esos regímenes en los que prima la violencia de la coacción descarada o embozada, y que han condenado cuando se les tolera a las horas amargas del oscurantismo, porque no solo vulneran la libertad sino despotencializan la acción humana.
La condición política requiere de la acción de cada quien, de sus singularidades y de sus diferencias, de la apertura para manifestarlas y para escucharlas. México hoy necesita repensar su condición política en función del poder de la igualdad humana, cuyo objetivo sine qua non es el respeto a las particularidades que nos diferencian a quienes conformamos esta gran nación, toda vez que el verdadero poder siempre es consecuencia de una acción conjugada en plural en un espacio y tiempo determinados por hombres que se saben distintos, pero iguales. Esto es sin duda la contribución más significativa de la modernidad, porque es en el espacio público donde se propicia el encuentro entre la grandeza y la fragilidad de la humanidad, para construir regímenes democráticos, no dictaduras. Implica, y disculpe estimado, estimada leyente, que sea reiterativa, pero es que es una maravilla que me deslumbra, la circunstancia de que vaya a ocurrir un fenómeno de esta naturaleza, en nuestros días, en tiempos en que la acción política, la política en sí, en nuestro país, es más repudiada que la sarna, que se abra la posibilidad de entender, que la única forma de ponerle un freno al dictador con disfraz de presidente que hoy tenemos, es concertando entre diferentes nuestras diversidades para llegar a un gran acuerdo a favor de la única patria que tenemos, denominador común: México.
Hoy nos necesitamos, así en plural, más allá de las estimaciones vitales de cada quien. Hoy tenemos que desplegar nuestra capacidad de interlocución, de discusión, de concertación; este es el momento para demostrar en los hechos de qué estamos hechos. Hannah Arendt lo dice magistralmente: «El poder nunca es propiedad del individuo, pertenece a un grupo y sigue existiendo mientras este grupo se mantenga unido… El poder corresponde a la capacidad humana, no simplemente para actuar, sino para actuar concertadamente.»
El sábado 5 de diciembre tuvo lugar la sesión del Consejo Nacional del PAN, entre los puntos a tratar por nuestro órgano colegiado estaba la puesta a consideración a sus integrantes, de si el partido podía ir en alianza con otras fuerzas políticas en los comicios federales del 2021, es decir para la elección de diputados federales. Hay una responsabilidad ineludible que tiene Acción Nacional, no de ahora, si no desde el momento en que nació a la vida pública en 1939. Por décadas millones de mexicanos vieron en el partido fundado por don Manuel Gómez Morín, una oposición seria y creíble frente al avasallamiento del PNR y su hijo el PRI. Fuimos la primera alternancia democrática en un país en el que era impensable que el tricolor perdiera la presidencia de la República, pero tuvieron que pasar 70 años de hegemonía priista para que esta se diera. Doce años de alternancia y el retorno del priato en el 2012, Y en el 2018 el arribo de la izquierda morenista de López Obrador, la segunda alternancia.
Sin ánimo de ser repetitiva de lo que es público y notorio, resumo diciendo que estamos viviendo una polarización sin precedentes, el Jefe del Ejecutivo ha dedicado cada minuto de su gestión a promover el separatismo entre mexicanos, y no tiene empacho alguno en alimentarlo, típico de los déspotas y dictadores. Por otro lado, su incompetencia va alcanzando niveles preocupantes que se reflejan en los altos índices de inseguridad pública, traducida en que su primer año de gobierno ha sido el más violento de la historia reciente. Se mantiene la tendencia al alza en los homicidios dolosos, el robo a negocios, el empoderamiento de la delincuencia organizada.
Y en el ámbito de la economía, tampoco hay buenas cuentas para dar. La deuda pública no ha disminuido, el gobierno de López Obrador ha venido endeudando diariamente a los mexicanos en 3 mil 621 millones de pesos en términos reales. El incremento de la contratación de deuda neta es de un billón 451 mil 545 millones de pesos, lo que significa una tasa acumulada de 13.4%. La inversión productiva, el motor de crecimiento de toda economía, cayó 2 billones 300 mil millones de pesos, es decir 14% del PIB. Asimismo, la fuga de capitales representa una disminución de 368 mil 608 millones de pesos o el 2.2% del PIB. Y la inversión extranjera directa bajó 5 mil 875 millones de dólares. La pérdida de empleos es alarmante, 555 mil empleos formales en los 23 meses de gobierno y 710 mil en la pandemia de marzo a octubre de 2020, con una pérdida de 2 mil 447 empresas. Hay 12 millones de personas que ya no pueden ni siquiera acceder a la canasta básica. Por otro lado, con su bandera falsa de la austeridad republicana y con el embozo de programas sociales, que no es más que propaganda electorera, no ha tenido empacho en poner en jaque derechos fundamentales como la salud y la educación… ¿Qué no? Tiene 17 programas con un financiamiento de 296 mil 972 millones de pesos, sin reglas de operación. El listado es largo, no hay espacio suficiente. México ha tenido gobiernos deleznables, y este, el de López Obrador, que prometió erradicar corrupción e impunidad, es un amasijo de mentiras e incompetencia, y va por la libre, no hay ningún contrapeso institucional que lo frene.
De ahí la decisión de hacer una gran alianza con todos los partidos políticos que quieran sumarse, para generar ese equilibrio desde la Cámara de Diputados. El país necesita corregir el rumbo mediante la unidad nacional. El debate en el seno del Consejo Nacional del PAN fue acalorado y finalmente se dio el sí para llevarla a cabo. Lo relevante es que la próxima Legislatura del Palacio de San Lázaro no se dedique, como lo está haciendo la actual, a destruir las instituciones del país. La sociedad civil organizada hoy, lo está exigiendo a los partidos políticos. Y ya es hora de que estos respondan a los mexicanos que a todas luces están despertando del letargo en que se mantuvieron por décadas en calidad de espectadores, teniendo todo el derecho a ser protagonistas por mandato de ley. Se requieren representantes al servicio de sus representados, cuyo compromiso se vea reflejado en sus iniciativas y votaciones. El bien mayor tendrá que ser siempre el de México. Por ello es indispensable que quienes vayan a ser los candidatos y candidatas de la alianza, sean personas preferentemente con experiencia parlamentaria o con liderazgo o trayectoria ciudadana en lo social, académico, etc., que garanticen su capacidad para legislar, para analizar, para deliberar y para comunicarse eficazmente con los otros legisladores y sobre todo con sus representados. Y por supuesto, gente honesta, «sin cola que le pisen»…porque esas conductas huérfanas de ética y principios son las que han contribuido a que la política y los políticos sean sinónimo de inmundicia. De ahí la desconfianza y la falta de credibilidad. En esos términos se condicionó el sí a favor de la coalición en el Consejo Nacional del PAN. No más impresentables en los cargos de elección popular.
Los partidos políticos que presumiblemente irán en esa alianza son el PAN, el PRI y el PRD, aunque esta se ha dejado abierta. Los tres son institutos políticos de larga data, más los dos primeros. Sus dirigentes y su militancia, en su mayoría, están conscientes de que esta elección del 6 de junio no solo es trascendental por el objetivo toral que la motiva, como ya lo hemos expresado, si no porque es la oportunidad de demostrar en los hechos que se puede hacer política pública con grandeza y sin mezquindades partidistas, que generar el bien común desde el Poder Legislativo es posible, que la División de Poderes puede dejar de ser letra muerta y esto obrará en beneficio de los mexicanos porque con ello se le dará un golpe de muerte a la corrupción y a la impunidad. Y también que actuar de otra manera será la caída irremisible del PAN, del PRI y del PRD. Convencer a los electores de que esto es posible es el verdadero desafío de los aliancistas. Sus dirigencias nacionales, estatales y municipales se tienen que hacer cargo del mismo. De modo que la selección de candidatas y candidatos deberá hacerse con lupa. Y cuidado con lo que prometen, los mexicanos están hartos de falsedades.
Es momento de demostrar que es más lo que nos une que lo que nos separa y que somos capaces de acordar, dejando a un lado nuestras diferencias.
Aprovecho para desearles una feliz Navidad en el amor de Cristo. Que haya paz, serenidad, alegría y mucha salud. Abrazo grandote.