En 1913 Victoriano Huerta se entroniza en la Presidencia de la República ilegítima pero legalmente; después asesina a Francisco I Madero. Venustiano Carranza lanza el Plan de Guadalupe contra Huerta; completamente de carácter político, sin visión de nación ni bases para una justicia social. Se le adhieren la mayoría de los líderes sublevados, salvo Zapata, quien lucha por su lado y Orozco que se suma a Huerta.
Tras 17 meses de cruentas batallas y divergencias políticas al interior de los rebeldes, el usurpador es derrocado y afloran las diferencias entre los revolucionarios. Para tratar de zanjar las diferencias se convoca en Aguascalientes a una soberana Convención Revolucionaria, que termina como «Cena de arios» y de ahí se desatan sangrientas batallas, como las del Bajío.
Para 2021, tres partidos políticos bajo la palmeta de empresarios se unen para fracturar al actual Ejecutivo federal y su partido, así como para escacharrar sus obras. Ese pacto no contiene algún programa social o una visión de estado o nación. Presumen triunfos en los dos comicios que han contendido, pero hay quienes dudan y los números no cuadran. Claro, existen diferentes visiones de «éxito».
En Coahuila, para las elecciones de 2023 las cúpulas de esos partidos extraoficialmente definen una alianza; sorprende ese pacto, que suena más a «armisticio», toda vez que, en este estado y sus municipios, PRI y PAN han sido históricamente enemigos acérrimos. En 2017 ocurrió una elección llena de artimañas que los enfrentó acremente: En Torreón, diariamente se presentan ásperas críticas sobre la anterior administración panista y éstos elevan censuras sobre obras inconclusas que han desgastado los erarios.
Un grupo de líderes panistas de Coahuila, congruentes con los principios de su partido (al menos los que yo conozco), han fijado una serie de prerrequisitos para precisar dicho acuerdo, esperando que en el X Olimpo los consideren.
Parafraseo algunos prerrequisitos, sin alterar su sentido:
Formalidad pública y oficial de la dirigencia nacional del PRI que desea la construcción de una coalición en Coahuila para el proceso electoral 2023 con el PAN. El problema es que dicho partido vadea conflictos internos y algunos de sus miembros distinguidos piden no aceptar tratos con la actual dirigencia.
Que al PAN se le otorgue postular candidatos en nueve distritos locales. Suena justa esta petición, lo que podría resultar inequitativo es el veto solicitado para los candidatos postulados en los demás distritos, evitando candidatos ética o políticamente impresentables. La justificación resulta válida dada la experiencia vivida de la honestidad priista; éstos podrían reclamar el mismo derecho para los candidatos panistas, acuerdo fatal que rompería hasta los fatuos clubes de elogios mutuos entre articulistas antes antagonistas.
Que ninguno de los hermanos Moreira Valdés ni sus personajes allegados participen en acto alguno de la campaña electoral 2023; además, que el PRI apoye una amplia y profunda investigación conforme a estrictos criterios técnicos, sobre el endeudamiento público estatal durante el periodo de 2005 a 2017, y apoye las consecuencias que se deriven en los órdenes financiero, administrativo, político y penal… ¿Harakiri?
Apoyo priista para la separación del cargo del titular de la Auditoría Superior del Estado y, en su caso, fincamiento de responsabilidades del actual titular por su notoria lenidad en el cargo. No habría problema, para ganar poder toda persona es sacrificable.
Que el principal partido aliado al postulante del candidato a gobernador proponga a personas con la suficiente capacidad técnica y de reconocida honorabilidad para titulares de varias secretarías. Prácticamente un «gabinete de coalición».
Si el PAN se alía al PRI sin que se cumplan los más esenciales prerrequisitos expuestos por sus miembros coahuilenses, será que lo del amor al pueblo es menor al amor por el poder o su odio al adversario político. Ojalá y no vayan a abaratar sus demandas y los agobie el síndrome del vendedor callejero del anillo de oro con brillante que chacharea: «mira; precioso anillito de oro puro con brillante, dame 500 pesos» —No gracias. «Dame 300 al menos» pide mientras lo lustra; —No, muchas gracias; «Complétame los cien, aunque sea; hazme la cruz» …
Ah, perdón, se me olvidaba mencionar un factor que considero importante para que sopesen esta decisión: «Morena».