Juan Federico Arriola in memoriam

Ha fallecido Juan Federico Arriola. Un hombre afable, educado y gran conversador.

Lamento en lo más profundo de mi alma su partida.

Un día, en la Universidad Iberoamericana CDMX, me pidió unas palabras para su libro sobre el búho de Bilbao, Miguel de Unamuno.

Aquí las comparto contigo, con ustedes. Que Dios lo arrope en su regazo:

Epílogo: piensa el sentimiento/siente el pensamiento

La interacción de la filosofía con la literatura en la obra de Miguel de Unamuno

El inicio del «Credo poético» de Miguel de Unamuno define muy bien el diálogo entre literatura y filosofía, entre poesía y reflexión metafísica: «Siente el pensamiento/piensa el sentimiento».

Estos versos inaugurales del poema consiguen, con un retruécano evidenciar, el espejeo entre el sentir y el pensar, la fe y la razón, la gana de no morir del todo y la nadería.

Más aún: si tomamos algún soneto emblemático de Unamuno, por ejemplo, «La oración del ateo», advertiremos que en el recorrido de los catorce peldaños respira un examen filosófico innegable.

Unamuno ha sabido, como nadie (o como casi nadie), investigar en los poemas y poner en marcha la andadura lírica en los libros de abierta intención filosófica:

La agonía del cristianismo o del sentimiento trágico de la vida, por citar sólo dos ejemplos donde la magia del ejercicio poético, propio o de otros autores, es incesante.

Por eso es indiscernible esta amistad entre literatura y filosofía, como lo demuestra con claridad y contundencia Juan Federico Arriola en este libro.

Los ejemplos abundan y el resultado es idéntico: Unamuno es muy poeta como filósofo, y muy reflexivo como poeta: «El Cristo de Velázquez» es un largo y poderoso botón de muestra.

El testamento espiritual en prosa (San Manuel Bueno Mártir) se abraza y pacta nupcias con el testamento espiritual poético (El Cristo de Velázquez).

El conflicto entre la fe y la razón tiene como reflejo evidente la relación crispante entre la sentimentalidad de la poesía y el arduo edificio metafísico de la filosofía, tal como vio María Zambrano.

La diferencia, creo yo, es que Unamuno no sólo discurre sobre esta interacción, sino que la lleva a cabo en cada pieza literaria o filosófica.

Pensemos, por ejemplo, en ese magnífico libro de cuentos intitulado El espejo de la muerte.

Pensemos, asimismo, en aquel soneto que funge como propedéutica del vivir:

«Dios te conserve fría la cabeza,/ caliente el corazón, la mano larga,/ corta la lengua, el oído con adarga,/ y los pies sin premura y sin pereza». (“Redención”): poesía filosófica y filosofía poética: no hay distingos.

La ambición lírica es hondura filosófica; la hondura filosófica es ambición lírica, como ocurre en el primer texto citado en este epílogo:

«Piensa el sentimiento/siente el pensamiento» (ahora sí lo escribo bien, pero no importa: trágicos juegos de palabras).

El libro de Juan Federico Arriola es un intenso y animado paseo por el pensamiento y el sentimiento del búho de Bilbao.

Un muy valioso acicate para dar alas a la polémica y adentrarnos en ese mar vivo que es la palabra (filosófica o poética: filopoesófica) de Miguel de Unamuno y Jugo. Enhorabuena.

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