El presidente Andrés Manuel López Obrador fue a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a dirigir un discurso a los más ricos del mundo para que se acuerden de los más pobres de la tierra y plantearles una utopía: crear un fondo mundial con el dinero que donarán los más afortunados para socorrer a los más miserables, a los olvidados con los cuales AMLO ha echado su suerte, como dice la «Guantanamera» en la hermosa versión de José Martí, un sueño de altruismo admirable al que seguramente ningún rico responderá porque eso es, ya lo dijimos, una utopía.
Y no es la primera vez que un mandatario mexicano pretende resolver los problemas que agobian a la humanidad. Esto ya lo vivimos con el presidente Luis Echeverría en los años setenta, un predicador al que AMLO imita a la perfección en su juarismo, cardenismo, indigenismo, nacionalismo, su tercermundismo, el keynesianismo, su misticismo laico, en su repudio al conservadurismo, al pasado que a ambos antecedió, porque así como LEA culpó a los «emisarios del pasado» de todos los males de México, AMLO también culpa al pasado de todas las desgracias que azotan a este país y ambos, en su momento, han sido propuestos para el Premio Nobel de la Paz.
Fue don Daniel Cosío Villegas el que calificó a Echeverría como un «predicador» dada su locuacidad, esa necesidad casi fisiológica de hablar a diario no sólo a todos los mexicanos, sino que después urbi et orbi, como ahora está sucediendo con López Obrador. Y don Daniel publicó al respecto en el Excélsior de Julio Scherer: «Echeverría cree que su voz será escuchada y atendida por todos los mexicanos, desde luego, pero también por los grandes monarcas y los poderosos jefes del universo». Tiempo después, ante la crítica acerba, LEA orquestó el golpe a Scherer y al Excélsior.
También es justo decir que el planteamiento de Luis Echeverría ante la ONU con respecto a los países del tercer mundo es muy superior a la propuesta que recientemente formuló AMLO a favor de los pobres de la tierra. Los analistas afirman que la sugerencia de Andrés fue una «mañanera» llevada a Nueva York contra los males de México que también se padecen a nivel mundial.
La Carta de los Derechos y Deberes de los Estados o «Carta Echeverría» propuso un nuevo orden económico mundial en plena Guerra Fría. Y como ahora sucede con la propuesta de AMLO, la carta fue aprobada por los países en vías de desarrollo y votada en contra por los países ricos e industrializados.
Aún vive Luis Echeverría que, a diferencia de AMLO, tuvo mano de hierro en contra de guerrilleros, subversivos, secuestradores, disidentes y delincuentes. En lo económico y social fue un desastre para México. En cuestión de seguridad interior AMLO es ya un desastre. Ambos, por su locuacidad, se asemejan a Cantinflas en el papel de Su excelencia predicando su moralina en la ONU a todas las naciones. Resolver los graves problemas internos de México, antes que los del mundo, debe ser la prioridad.