Casas que te hacen esto.
Te agobian, te embrutecen.
Hay casas así.
Nadie sabe lo que ha sucedido antes en ellas.
Casas como ésta,
en la que deambulan voces de viejos
que siempre han estado en cama,
que siempre han sido viejos;
casas con crujidos
del mar abriendo las montañas,
de viento mostrando su ruido
de alma indefinida.
Casas donde el cuerpo del cautivo
estará solo,
absorto en el ritual del corazón
y en la memoria.
Pero en la rutina de cuidar
que el estómago no se digiera a sí mismo,
que una idea no se confunda
con una evocación,
que soñar no sea confuso,
siempre se puede estar a solas,
porque todos tienen miedo
de entrar en casas como ésta:
habitadas, por ejemplo,
por una niña triste
y por una muerta en llamas.