De niño durante varios años me llamó la atención un título que promocionaban en el entonces «Canal de las estrellas» en la barra programática destinada al controversial «nuevo cine mexicano» (controversial porque hay quienes dicen que ni es nuevo, ni es cine, ni mexicano, pero esa es otra discusión) en el que mencionaban un título que me resonaba mucho y que después,, cuando tuve según mis padres la edad de verla, me hizo aún más. La película es Rojo amanecer (1990), dirigida por Jorge Fons donde podemos ver actuar a María Rojo, Demián y Bruno Bichir, Héctor Bonilla por mencionar a los hasta ahora más populares.
La película muestra cómo la vida de no solo una familia, sino la de muchas más, cambió drásticamente los primeros días de octubre, al experimentar en carne propia la matanza de Tlatelolco y sus subsecuentes acontecimientos. Un hecho del cual había escuchado muy por encima, y que después de ver el filme me causó la curiosidad de investigar más, pero sobre todo sembró en mí un sentimiento de indignación ante la serie de crímenes alrededor del movimiento estudiantil.
Dando un poco de contexto, porque no podemos dar por hecho las cosas. Cuando se habla de la matanza de Tlatelolco o Matanza del 2 de octubre de 1968, hablamos de uno de los episodios más siniestros de la historia política de México. Durante un mitin que realizaban estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, en Ciudad de México, asamblea que se llevaba a cabo en el contexto del Movimiento Estudiantil del 68, la cual había estallado el 22 de julio de 1968 por la represión a alumnos por parte de las fuerzas policiacas del Distrito Federal y de elementos militares del Ejército mexicano. Esto en días previos a los juegos olímpicos
Las crónicas confirman que los asistentes a la concentración fueron atacados por integrantes del Ejército Mexicano, el cual, se develó años después, era condescendido por cadetes del Estado Mayor Presidencial. Días después del ataque, el Gobierno y los medios de comunicación aseveraron que las fuerzas gubernamentales habían sido provocadas por los reclamantes ¿Les creeremos? Sin embargo, las documentaciones oficiales liberadas desde el año 2000, tres décadas después, aluden que los tiradores habían sido contratados por el régimen.
Aunque parezca trillado, aprender de nuestra historia por medio de la lectura es reconocer del pasado, saber de dónde venimos y por qué conmemoramos fechas importantes que han dejado huella en el país y en el mundo. Dice la tradición que quien no conoce su pasado está obligado a repetirlo (ojo aquí los que se quieran dedicar a la política). Una de las razones por las que es importante aprender historia es evitar cometer los mismos errores.
La historia es una ciencia que nos permite conocer ese pasado para entender el presente que vivimos y construir nuestro futuro.
Hablando de historia y de libros, algunas de las lecturas que se pueden realizar ya sea por gusto o por la obligación moral de conocer nuestra historia contemporánea podemos recomendar: La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska; El león que se agazapa, de Norberto Trenzo; Los días y los años, de Luis González de Alba; México, una democracia utópica, Sergio Zermeño; La democracia en la calle. Crónica del movimiento estudiantil mexicano, de Gilberto Guevara Niebla; La presidencia imperial, de Enrique Krauze, entre otros no menos importantes, pero que dejaremos de tarea para su investigación.
Aprender historia también ayuda a dirimir la importancia que han tenido para nuestro tiempo algunos hombres y mujeres que gracias a su coraje, pasión e inteligencia han traído hasta nuestros días la sociedad que somos. Cómo se enfrentaron en el pasado a las dificultades y las herramientas para resolverlas son las claves para destacar la importancia de aprender historia.