Apuestas pascalinas al 2024

Blas Pascal (filósofo francés 1623-1662) forjó una interesante apuesta basada en argumentos tras una discusión sobre la existencia de Dios como una cuestión de contingencia. Plantea que, aunque no se conoce de modo seguro si Dios existe, lo racional es apostar que sí existe. «La razón es que, aun cuando la probabilidad de la existencia de Dios fuera extremadamente pequeña, tal pequeñez sería inmensa la gran ganancia por obtenerse; la gloria eterna». Su tesis sugiere cuatro escenarios:

Puedes creer en Dios; si existe al morir ganarás el cielo.

Puedes creer en Dios; si no existe, ni ganarás ni perderás nada al morir.

Puedes no creer en Dios, si no existe, nada pasará.

Puedes no creer en Dios; si existe, entonces perderás el cielo.

El tema de la «democracia», «libertad» y «seguridad” de los pueblos son apuestas que trascienden al ámbito privado y se enfocan en lo social. Los ciudadanos están dispuestos a cambiar libertad por seguridad como diría Hobbes en su Leviatán. Aprueban ceder al Estado gran parte de su libertad para sobrevivir en un mundo donde «el hombre es el lobo del hombre» y así asegurar una autonomía reducida, esa en la que «nadie es mejor juez que yo para discernir lo que me agrada, conviene y que yo mismo deseo». E. Burke sostiene que cuando los ciudadanos actúan concertadamente, su libertad es poder y ello es la esencia de la democracia.

Muchos piensan que el ser libre es quien carece de obstáculos externos, aunque los internos lo perturben; sin embargo, solamente se es libre cuando se logra que la ética personal y social se adueñe de nuestro actuar; algo muy difícil en una sociedad compleja y vasta de falsedades lo mismo económicas que políticas que generan permanentemente conflictos infinitos, especialmente en épocas electorales en cualquier parte del mundo donde la ambición sea superior al deseo de servicio a los demás.

Apostar a lo positivo, a lo que beneficia a la gran mayoría, lo que no permite que regresen los viciosos del erario que solamente se beneficiaron a sí mismos y olvidaron a la mayoría a la que hundieron en la desesperación en épocas con devaluaciones terribles, inflación galopante, gasolinazos y aumentos descontrolados de precios de servicios que podrían haberse abaratado por el Estado, pero fueron vendidos a la especulación privada.

Volverle a apostar a la perversidad de hace cinco años por necios perdedores sistemáticos quienes aseguraban arruinaría al país, es creer en tragedias que nunca llegaron: 37 pesos por dólar, gasolina más de 30 pesos, turismo muerto; reelección presidencial; inflación galopante, rompimiento con EE. UU.; salida de capitales; cero inversiones extranjeras; dictadura con cancelación de elecciones… profecías fallidas que el sufragante intuye como falacias, como la fotografía de velación del gobernador poblano queriendo hacerla pasar como funeral de la mamá de un narcotraficante.

En cuanto a las apuestas de la oposición para participación electoral de la sociedad civil: ¿Qué no todos los candidatos fueron electos por las cúpulas partidistas en la oscuridad? ¿No fueron designadas candidaturas únicas? Y siguen insistiendo en la importancia de la ciudadanía: ¿burla o desvergüenza?

Me encanta platicar con gente humilde, aprendo muchísimo; me comentan con sinceridad: «Tenemos ahora lo que antes no teníamos, aunque nos digan no es cierto que lo tenemos, que ellos ya nos lo habíamos dado antes y aunque se los mostremos, al negárnoslo nos insultan». Ya no debe ser el pueblo quien ajusta consumos y vive con mortificación quedándose con hambre; quien debe evitar excesos, es el Gobierno y sus dirigentes que gozaban de privilegios principescos. Es importante apostar al revés; v. gr. buenas pensiones beneficiando a los extrabajadores, no a los expresidentes.

Finalmente, los envites tendrán que ser pagados y cobrados, quienes apuestan a la oposición, si esta gana, volverán los privilegios de unos cuantos, la mayoría humilde no podrá, en breve ser privada de programas sociales, pero estos ya no aumentarán; los salarios volverán a crecer a cuentagotas y la clase media tan llevada y traída nunca verá reducida la jornada semanal ni tendrá oportunidades de auténtico crecimiento económico. Los que hoy son oficialistas serán nuevamente oposición denunciante, pero si gana la transformación para algunos será el crujir de huesos, llanto y desolación al menos por otros seis años.

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