Barrendero, hoy empleado de limpieza

Caminando por las calles de Madrid, España, en una plazoleta encontré una figura fundida en bronce mediante la que un escultor captó fiel, y en tamaño natural, una sencilla labor cotidiana. Aquel hombre, el de la estatua, llevaba un atuendo muy propio, pues recuerdo que su cabeza estaba tocada por una elegante moscova, esto es, una cachucha, pero de las que usan los altos mandos militares; aquel barrendero madrileño también vestía una especie de casaca que le aportaba categoría.

Observé detenidamente el monumento y luego me alejé meditando sobre cómo la cultura española se ocupaba por darle un sitio de valor y estima a un personaje que por este lado del Atlántico no cuenta con algún reconocimiento. Pensaba en quién o quiénes mandaron hacer y financiaron la hermosa obra que, aunque homenajeaba a un héroe que no era ni militar, ni artista, ni político, el escultor había logrado captar todo el rudo y profesional trabajo que realiza el artífice de la escoba y el recogedor.

¡Cuánta enseñanza! Qué fuerte tirón de orejas recibí al ver cómo otras idiosincrasias me sacuden para concientizarme acerca de lo importante que deben ser para mí estos seres, que no son los ministros o funcionarios relevantes que me convienen, pero que sí forman parte de mi vida diaria.

Perdone amigo aseador, le pido me disculpe hermano barrendero, tuve que ir hasta Europa para que me mostraran su grandeza. Porque aquí, en lugar de hacerles un monumento, les acercamos basura, suciedad y hasta desperdicios contaminantes para que, de manera valiente, ágil e inocente, tomen con sus manos toda esa porquería y la depositen en el camión, y enseguida continúen alegres e incansables jugándose la vida ante vehículos impacientes con tripulantes que reniegan porque una cuadrilla de mozos deja limpia la ciudad.

Su paga, un sobre con billetes que les entrega la empresa los días de quincena y el deseo de que Dios siempre les dé resistencia para correr kilómetros y kilómetros; manos y brazos fuertes para levantar tanta bolsa y caja de suciedad y, sobre todo, inmunidad para no ser atacados por el ejército de bacterias con las que tienen contacto. Y nosotros decimos: «Déjalos, ellos escogieron su trabajo, nadie los tiene a fuerza».

Felicidades hermano que limpias mi ciudad.

Posdata: En Estados Unidos ya se dieron cuenta de la vital importancia del barrendero cuando estos trabajadores se pusieron en huelga y en tres días la Gran Manzana quedó sepultada bajo inconmensurables montañas de basura. E4

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