Lo que desean los pacientes

En general, la atención médica en México ha tenido grandes avances en las últimas décadas, contando con profesionales médicos de alto nivel, comparados incluso con los médicos del primer mundo. No obstante lo anterior, esos médicos están muy mal distribuidos en todo el territorio nacional, centralizados en Ciudad de México y las capitales de los estados, por lo que la mayoría de los mexicanos carece de una atención integral, continuada y de excelencia.

La gente quiere y tiene derecho a una atención médica de alta calidad, humanizada, con libertad de elección, más eficiente y desde luego más equitativa y barata. Estos derechos no se cumplen ya que en los sistemas de medicina institucional hay mucha distancia en la calidad de atención médica que se ofrece a los habitantes de Castillo de Teayo por ejemplo, comparada con la de Xalapa o la capital del país. La calidad existe, pero está mal distribuida.

Veamos un ejemplo: Un joven trabajador del campo, cargador de naranja, trabajador del azadón y el machete, solicitó opinión a este tecleador médico con el fin de que le confirmara si necesitaba una operación de las amígdalas propuesta por x médico, no necesariamente especialista.

«Médico, vengo con usted para que me diga si de verdad necesito operación. Llevo como dos años padeciendo de una molestia en la garganta, como si tuviera polvillo, o como si tuviera una flema espesa que no puedo desgarrar, no sé si es tos, a veces echo flema blanquecina, no tengo calentura. Ya me han dado muchos tratamientos, me dicen que es por infección.

»Me hicieron un cultivo de la garganta salió un bicho que se llama estafilococo, un médico me dio tratamiento por un mes, el doctor me pidió otro cultivo y dice que el bicho sigue ahí, que necesito otro tratamiento para eliminarlo, me dijo que había que hacer un cultivo cada mes. Pero no me convenció y por eso mejor me fui con un especialista en la garganta, para que de una vez me dijeran que tengo. Creo que fue peor y más caro ya que durante ocho meses me estuvo tratando con antibióticos, me citaba cada 15 días. Me gasté mucho dinero. Él me dijo que con un tratamiento largo me iba a componer, pero no más me sacó el dinero. Imagínese, me dio como 15 consultas y yo sigo igual. Me dijo que necesitaba operación de las amígdalas que solo así me iba a componer, pero yo quiero otra opinión porque ya no sé que tengo. Ya no tengo dinero para una operación. Quiero que me diga si la necesito de verdad».

Después de interrogar y explorar al paciente se concluyó que este sujeto no padecía de la garganta ni de las amígdalas. No había datos clínicos de infección como dolor verdadero, no tenía tos ni expulsaba flemas verdes y la garganta era completamente normal, el tamaño de las amígdalas era normal, no había puntos de pus, por lo tanto, el resultado del cultivo de la faringe reportaba esa bacteria como flora normal y por más antibiótico que se indicará siempre saldría positivo sin que ello signifique que padecía de infección.

La «molestia» no impedía desempeñar sus labores (jornada de 12 horas seguidas), ni dormir. Comía, orinaba y defecaba sin dificultad alguna. «Enfermo que come y mea, el diablo que se lo crea», reza un dicho popular. Se explicó el significado de este dicho al paciente y se le hizo ver que su «molestia» era producto de su alterado estado de ánimo, que estaba grabada en su mente como molestia, pero que en realidad no había ningún dato físico objetivo que denotara que él padecía enfermedad alguna de la garganta.

Se expuso que esa «molestia», en realidad era una reacción normal de su cerebro y su cuerpo al estrés del trabajo y de las preocupaciones que vivía ante la responsabilidad de mantener una esposa, cuatro chilpayates y hasta la suegra. Imagínese amable lector, el tremendo compromiso de este hombre jornalero en estos tiempos de estiaje, tener que mantener a la suegra.

El hombre comprendió prontamente la causa de su «molestia» y el semblante compungido que tenía al inicio de la consulta lo cambió por una amplia sonrisa al saber que no era necesaria la operación de amígdalas y que ya no iba a seguir gastando ni en medicina ni en consultas pues se le sugirió que acudiera a la siguiente consulta según como se sintiera. Salió feliz el hombre.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud no tan solo como la ausencia de enfermedad, sino que también debe haber bienestar biológico, psíquico y social (económico). Este perfil de la salud es muy peliagudo de proporcionar a la mayoría de la sociedad, casi es inalcanzable.

En forma más pragmática (práctica), debemos definir a la salud como la ausencia de enfermedad y de discapacidad, como en este caso. Se le convenció que no tiene enfermedad, como él creía y que no tiene discapacidad alguna. Este conocimiento le ayudó a ver su «molestia» en forma totalmente diferente a como la veía. Una manifestación, una reacción de su cerebro agotado, cansado y estresado. Fue sumamente fácil el tratamiento, y barato. No se le indicó ningún medicamento. El paciente se comprometió a curarse por sí solo. Lo logró, puesto que el cuerpo humano siempre tiende a buscar el equilibrio y armonía con la naturaleza, en ocasiones los médicos entorpecemos con medicamentos o con información distorsionada, esa capacidad curadora propia de cada individuo.

Lea Yatrogenia

Egresado de la Escuela de Medicina de la Universidad Veracruzana (1964-1968). En 1971, hizo un año de residencia en medicina interna en la clínica del IMSS de Torreón, Coahuila. Residencia en medicina interna en el Centro Médico Nacional del IMSS (1972-1974). Por diez años trabajó como médico internista en la clínica del IMSS en Poza Rica Veracruz (1975-1985). Lleva treinta y siete años de consulta privada en medicina interna (1975 a la fecha). Es colaborador del periódico La Opinión de Poza Rica con la columna Yatrogenia (daños provocados por el médico), de opinión médica y de orientación al público, publicada tres veces por semana desde 1986.

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