La postulación de precandidaturas destinadas a artistas, cantantes, deportistas y comunicadores para el proceso electoral más grande en la historia del país, puede proyectar dos elementos fundamentales; el primero: la falta de capacidad, cuadros e inteligencia de los partidos políticos y, segundo: que esos personajes públicos activos y retirados de actividades lejanas a la política y gobernanza, no tienen trabajo por la pandemia y buscan una alternativa financiera para subsistir.
El humilde escribiente lamenta de corazón, no contemplar la mínima posibilidad de buenas intenciones, deseos y proyectos de buena gobernanza entre los partidos y sus suspirantes famosos, pues hasta el momento ninguno de los más de 26 personajes populares a nivel macro, mediano y local, presentaron una propuesta que destaque como nota nacional para que los militantes de partidos y electores puedan voltear a ver su perfil.
Adicional a la percepción fallida que contraviene el discurso increíble y soñador de partidos y aspirantes, que en la historia reciente de la política y gobernanza mexicana —últimos 50 años—, ninguno de los personajes del mundo de la farándula y los deportes, incrustados en el sector gubernamental, sea por elección popular o dedazo, destacaron como personajes cuyas acciones y trayectorias provocaron pronosticar que es en este sector poblacional donde podemos encontrar la solución a la crisis mexicana que se vive en las últimas 5 décadas.
Por el contrario, hay ejemplos claros y recientes, como el del gobernador del estado de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, que dirige los destinos de una entidad sumida en la inseguridad y presa de la delincuencia organizada, que perdió su arraigada y bien ganada vocación turística, porque las personas tienen miedo, por ejemplo, de vacacionar en Cuernavaca, la ciudad de la eterna primavera.
Sin contar además los múltiples escándalos de corrupción en los que se involucra al ex ídolo de Tepito, entre los que se cuentan demandas del propio partido que lo postuló a la alcaldía de Cuernavaca o la investigación que se le siguió a su representante legal, que es un extranjero venido a menos y convertido en un hombre millonario, además de las denuncias por nepotismo e influyentismo porque el «Cuau» tiene en la nómina estatal a varios de sus familiares.
Es decir, los ejemplos no son muchos y los que hay, pues no son los mejores, por el contrario, dejan claro que personajes como Sergio Mayer —actual diputado federal— y que busca reelección, son individuos que no marcan pautas de mejoría para la situación apremiante que vivimos los mexicanos.
Además de que no hay casos de éxito, las decisiones deben ser muy dolorosas, por ejemplo, para militantes de partidos grandes como MORENA, PRI y PAN, que seguramente luchan con su trabajo y participación para ser considerados en una candidatura que ahora se designa para alcanzar votos, mantener registros y hasta en una de esas colar puestos de elección popular.
Decisiones como ésta evidencian la pérdida de credibilidad, oficio político e intención verdadera de mejorar las cosas, primero para los partidos, después para los personajes y, por consecuencia, para los ciudadanos que prefieren a quienes sin experiencia y por su fama pública generan conocimiento y una confianza efímera.
La estrategia, para muchos —incluido el humilde escribiente—, solo genera reflexionar y confirmar que la política y la gobernanza, también en México, como en otros países, se convierte en circo, maroma y teatro, tal y como sucede con artistas, deportistas y el mundo de la comunicación.