Impresiona leer el último artículo de la periodista Anna Politkуvskaya donde denuncia la tortura de los agentes rusos contra supuestos terroristas islámicos en Chechenia, conflicto en el que Anna se ofreció como rehén a cambio de la liberación de los cautivos en el teatro Dubrovka, riesgos que asumió esta periodista asesinada en Moscú.
¿Por qué recurrir a un ejemplo tan lejano para compararlo con Carlos Loret de Mola y su estilo de periodismo parcial y sin riesgo?
Porque se ha descubierto la farsa de Carlos Loret de Mola como corresponsal de guerra en Afganistán, un «chupa cámaras» que pagó por la escenografía del tanque ruso que detrás de él hace un disparo al aire y el farsante reportero transmite al noticiario de Joaquín López-Dóriga que avala el montaje de su «intrépido» reportero en la «línea de fuego».
Comparar a Loret de Mola, «loretito», con mujeres periodistas es vergonzante para ellas, no para él. Porque mire usted, en el caso de Anna Politkуvskaya ella sí estaba en la línea de fuego en la guerra de Chechenia criticando la brutalidad de las tropas rusas, el terrorismo islámico y, lo más peligroso, criticando a Vladimir Putin. Eso es imparcialidad.
De hecho, en el 2006, Anna fue envenenada en un vuelo rumbo a Osetia donde los terroristas chechenos mataron a cientos de niсos en la escuela de Beslán. Cabe decir que sobrevivió al veneno para luego morir acribillada en el 2006 en el centro de Moscú. El periodista Aleksandr Litvinenko, un exagente de la KGB refugiado en Londres, fue envenenado con plutonio al culpar a Putin por la muerte de Anna: Ninguna farsa como las de Loret.
Y no defendemos a AMLO, pero esa es la diferencia mortal entre un Loret que se crece denostando a este presidente inofensivo, que es todo lo contrario a un siniestro exagente de la KGB como Vladimir Putin, experto en artes marciales, espionaje y venenos mortíferos.
Otra gran diferencia estriba en que Anna siempre denunció la tortura en sus reportajes como un terrorismo de Estado, mientras que Loret se prestaba al montaje de Genaro García Luna en el caso de Israel Vallarta, con huellas evidentes de tortura que Loretito ignoró para dar prioridad a la farsa que apunta a ser una de las infamias periodísticas más felonas de nuestra historia.
Y es que la historia de Carlos Loret es patética. Tres días en Afganistán lo convirtieron en corresponsal de guerra dando conferencias a estudiantes azorados con su inauténtica intrepidez en la «línea de fuego».
Otra gran periodista, Oriana Fallaci, estuvo un año en la guerra en Vietnam criticando a los gringos, a los vietnamitas y al vietcong. Luego fue a Líbano y a la guerra del Golfo. Su pareja, Alejandro Panagulis, fue torturada y asesinada por los coroneles de Grecia. En la matanza de Tlatelolco recibió tres balazos y fue dada por muerta. Nada que ver con Loretito enfrentando «abrazos, no balazos».
Y de veras que da grima ver a un Loret de Mola enrachado contra un presidente inofensivo. Con Vladimir Putin sería de riesgo mortal andar de payaso. Pero no hay que ir tan lejos. Loretito puede preguntarle a Manuel Bartlett quién atentó contra el fotógrafo Faustino Mayo, quién mató a Manuel Buendía y quién mató a su abuelo, Carlos Loret de Mola Mediz. Claro, esos periodistas no le hacían a los montajes.