No sé cómo empezar un sufrimiento, no tengo las letras exactas para la exposición de un relato guardado bajo llave durante largo tiempo.
Fuiste el monstruo que se escondía en el armario de mi habitación cada noche, algunas veces le temía a la obscuridad porque tenía características similares a las de tu presencia.
Me robaste muchas cosas, entre ellas: mi inocencia, el romántico momento del primer beso o el experimentar toda mi curiosidad por cuenta propia con base en decisiones conscientes. Hurtaste muchas de mis «primeras veces», ésas que jamás volvieron.
Y aún no sé si decir que fui una víctima, porque nunca lo sentí realmente de esa manera. Mi corta edad y experiencia en la vida, simplemente me cegaron.
Pero luego pasaste a ser aquella sombra siguiéndome a diario, el peso que cargué sobre la espalda durante 20 largos años, el fantasma de un daño irrevocable, la culpa en el espejo que no paraba de gritarme, la consciencia sucia y hecha añicos, ese deseo constante de autocastigo.
Todo eso que me llevó a perderme a mí misma, mientras tú seguías creciendo dentro cada vez más. Fui un fragmento de un acontecimiento sin piedad del cual más de la mitad de mi vida me sentí responsable, mientras iba flagelando mi intelecto y mi paz, incluso más que a mi propio cuerpo. Era un reflejo literal de un dolor constante que nunca cesaba.
Cada minuto maldije al creer que me habías robado la vida, pero justo ahora me doy cuenta que siempre fue mía… Y hoy puedo decirte con sensatez: Te perdono. Perdono cada roce de tus manos crueles, perdono cada beso de tus labios absorbentes, perdono al adulto que no pudiste ser, perdono a cualquiera que lo haya sospechado, perdono la impunidad en este caso, pero lo más importante… Me perdono a mí misma.
Y aunque no alce la voz de manera literal, lo escribo. Para mí es mejor. Hasta que mis letras revoloteen, vuelen lejos y se detengan justo en frente de los ojos que más necesiten leerme. Almas fracturadas que sepan que no están perdidas y no están solas.
Cierro la página de este capítulo tan viejo, y por fin me libero. Pero antes también te agradezco, pues parte de todo es lo que me compone ahora y sigo siendo un ser extraordinario y ahora renovado. Que por primera vez suelta, que por primera vez grita, que por primera vez responde y por primera vez no calla.