En los últimos meses mucho se ha escrito y opinado acerca del proceso electoral de 2024. Como se sabe, aunque no está de más recordarlo, ese proceso será no sólo para elegir al próximo presidente de la República sino también para renovar ambas Cámaras del Congreso, casi la mitad de las gubernaturas del país, más de un millar de ayuntamientos y treinta Congresos locales. Muy importante, pues, ese proceso electoral.
Bueno, pues a pesar de la magnitud de esos comicios, que además se supone serán altamente competidos y básicamente entre dos bloques de contendientes, hasta ahora, a menos de catorce meses de esa mega jornada electoral, los ciudadanos y en general la opinión pública sólo tienen conocimiento de lo que hacen, dicen y aun de lo que callan los integrantes de uno de esos bloques, incluidos desde luego los aspirantes a la silla presidencial, las famosas corcholatas, pero prácticamente nada del otro bloque, es decir, de la alianza opositora.
En efecto, en notorio contraste, de esa alianza conocida como Va por México, formada por el PAN, PRI y PRD, se conoce poco y se habla menos. No constituye un despropósito afirmar que para el ciudadano común es como si no existiera. Al menos esa impresión causa. Lo cual sin duda es grave. Y lo más probable es que esa pasividad, esa ausencia, falta de presencia, así continúe cuando menos hasta el próximo 4 de junio.
¿Por qué hasta esa fecha? En razón de que el próximo 4 de junio habrán de celebrarse los dos únicos comicios del presente año, que serán para elegir a los gobernadores del estado de México y de Coahuila, así como para renovar el Congreso local de esta última entidad.
En los dos estados mencionados los tres partidos (PAN, PRI y PRD) van en coalición y en ambos casos el candidato a gobernar es de extracción priista. El 4 de junio podrán presentarse tres escenarios hipotéticamente posibles: que los dos los gane la citada coalición, que ambos los pierda y finalmente que gane uno y pierda el otro. Los dos primeros dibujarán panoramas, particularmente para el PRI, notoriamente contrastantes.
En la hipótesis de derrota total (que se ve difícil, porque todo parece indicar que al menos en Coahuila la «alianza ciudadana por la seguridad» —PAN, PRI y PRD— lo más probable es que gane), en el caso de presentarse tal descalabro significará entonces, para todo efecto práctico, la liquidación histórica del PRI.
En la otra hipótesis, de victoria en los dos estados (que a la fecha no parece factible por la desventaja que hasta ahora le señalan las encuestas a la coalición en el Estado de México), por paradójico que parezca presentará una crisis más o menos grave al interior del priismo, por el control que de ese partido van a pretender asumir al menos un par de grupos, que desde hace tiempo velan armas.
El tercer escenario, una victoria y una derrota, será sin duda el que menos turbulencia genere en la debida conformación de la alianza Va por México.
Cualquiera que llegue a ser el escenario de los tres arriba mencionados, cuando se despeje la incógnita —el 4 de junio— faltarán escasos tres meses, en caso de continuar suspendido el llamado Plan B, para que dé inicio formal el proceso electoral del 2024. Esto significa que a marchas forzadas se deberá poner, ya sin más demora, manos a la obra. En serio, por que a esas alturas más valor tendrá un acto enérgico que cien remisos.