Aparecieron los bigotes en costosos espectaculares cual mensaje subliminal. Luego salió don Armando bailando a fleco suelto en un antro de la ciudad sacudiendo la polilla. Después se nos apareció con Ricardo Mejía Berdeja, alto mando de Seguridad Pública Federal, para dar a entender que le apuesta a la protección ciudadana.
Y mire usted que esas son tretas electorales muy gastadas que solo demuestran cuán difícil resulta ser original.
Porque eso de los espectaculares que aparecen de la nada y que nadie sabe quién los paga es un recurso que hasta Isidro López empleó en su loca pretensión de ser gobernador. Pero al menos don Chilo es más carismático y candoroso que don Santana Guadiana.
Respecto al baile ni qué decir de Humberto Moreira que derrochaba gracia y vitalidad sin necesidad de las costosas hormonas de chango azul del Gabón que los caducos se inyectan para levantar el ánimo. En cuanto a la seguridad pública hay que decir que es algo muy serio que Ricardo Mejía Berdeja no debe andar usando para hacer el caldo gordo a nadie. Perder el tiempo con Guadiana fue perder vidas humanas. Obvia decir que todas las horas, minutos y segundos en el reloj de Mejía Berdeja hieren y matan. En cada tic-tac se acumulan los feminicidios y las muertes violentas en todo el País. Es el sello ineluctable de Mejía Berdeja que lo perseguirá a cualquier candidatura política.
Pero Guadiana ni siquiera se inmuta. Ha perdido la memoria. Y recuerde usted que un político sin memoria es el más peligroso de todos los amnésicos, porque olvida todas las tragedias que antes combatía, como por ejemplo, al convertir las masacres actuales en olvidos y lo que es peor, sin denunciarlas ante la Corte Penal Internacional de la Haya, como lo hizo con la masacre de Allende acusando a las autoridades de entonces por omisión, como si hoy la política de «abrazos, no balazos» no fuera una evasiva criminal.
El hecho de que Armando Guadiana Tijerina se haga el omiso lo convierte en un sujeto sin objeto y sin sentido práctico para gestionar la solución de los problemas que agobian a la sociedad.
Y cierto es que hoy en el Senado tenemos odres viejos que no sirven en política, como Armando Guadiana, pero también hay jóvenes inútiles como Samuel García, ambos senadores con licencia, tan inútil el mozalbete como el veterano, pues por ambición política nada hacen para mitigar el infierno devastador en los bosques de Coahuila y Nuevo León.
Y es que el odre viejo y el joven son tan parecidos que sólo basta con escucharlos para comprobar su densidad política. Sus declaraciones pesan tanto como el aserrín que se tira en el piso de las cantinas para recibir el escupitajo de los parroquianos.
Y lo mismo pasa con esa odre vieja llamada Clara Luz. La coahuilense ahora morena que nada aprendió de la ortodoxia priista en 22 años de militancia. Acuérdate, Clarita, lo dijo don Fidel Velázquez: «Si lo piensas, no lo digas; si lo dices, no lo escribas; si lo escribes, no lo firmes; si lo firmas, échate para atrás». Pero si te filman ya valió, agregaríamos nosotros.
Si Clara Luz, Guadiana y Samuel se ostentan como opción de futuro entonces sí que estamos jodidos. Su credibilidad vale tanto como el aserrín de las cantinas.