Tanto la medicina privada como la institucional, de una u otra forma están contaminadas por conflictos de interés que inciden en la salud económica, física y mental de la sociedad sana o enferma.
Esta información permitirá al profesional sanitario seleccionar la mejor intervención, de acuerdo con las circunstancias y necesidades de cada paciente. La base de datos de la red internacional de guías de práctica clínica incluye más de 3 mil 700 editadas en 39 países.
Las guías de práctica clínica son redactadas por paneles de expertos, generalmente bajo el auspicio o encargo de sociedades científicas, organizaciones no gubernamentales, o instituciones u organismos públicos
Se define conflicto de intereses al «conjunto de circunstancias que dan lugar al riesgo de que las acciones o juicio profesionales acerca de un interés principal estén indebidamente influidos por un interés secundario». En el tema que nos ocupa, el conflicto de intereses puede ocurrir con cierta frecuencia pues no es raro que un experto que sea invitado a participar en el panel para redactar una guía tenga un interés «secundario» que entre en colisión con el interés «principal», llevar a cabo una evaluación equilibrada de los datos disponibles.
El progreso de la medicina, la proliferación de la información, así como la exigencia de una práctica médica basada en evidencias científicamente probadas, han dado lugar a la aparición de referencias o guías de buenas prácticas médicas, generalmente redactadas por grupos de expertos. Sin embargo, estas herramientas útiles para la práctica médica no están libres de influencias comerciales, contrarias a sus objetivos.
Un estudio sobre los posibles conflictos de interés entre los autores de guías médicas y la industria farmacéutica pone de manifiesto que las relaciones entre ambos no son muy claras, sobre todo si se trata de guías destinadas a influir en las decisiones diagnósticas y terapéuticas de los médicos. La encuesta fue realizada en una muestra de 192 profesores de medicina europeos y norteamericanos que participaron en la redacción de 44 guías sobre enfermedades como la diabetes, la hipertensión arterial y el asma. Entre los 100 profesores de medicina que respondieron a la encuesta, 87% tenían una relación financiera con la industria farmacéutica, 38% eran asalariados o consultores de una empresa farmacéutica, 58% habían recibido apoyo financiero para llevar a cabo sus investigaciones y 59% tenían relaciones con los fabricantes de medicamentos mencionados en la guía redactada por estos autores.
Parece obvio pensar que estos médicos trabajan para servir al patrón, don dinero, no a la sociedad sana o enferma.
También hay conflictos de intereses en los organizados de pacientes ya que la industria farmacéutica se interesa cada vez más en las asociaciones de enfermos como un relevo de comunicación y dentro de sus estrategias comerciales, promoviendo incluso la creación de algunas de ellas. Por ejemplo, la Alianza Nacional para los enfermos mentales, organismo relacionado con los laboratorios Lilly® en Estados Unidos de América
En el plano internacional, la industria farmacéutica apoya a una serie de asociaciones o federaciones, incluyendo la diabetes, que tienen un trabajo activo en el nivel de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Las páginas web de algunas asociaciones de enfermos son financiadas directa o indirectamente por las empresas farmacéuticas.
Las donaciones y la información que la industria farmacéutica proporciona actúan como catalizadores para que las asociaciones se conviertan en aliados y abogados frente a los Gobiernos y a los mismos pacientes.
En la práctica, estas asociaciones demuestran ser muy útiles a las empresas farmacéuticas cuando se trata de la autorizar la comercialización de un fármaco y de fijar su precio a conveniencia de la empresa, no del enfermo.
J. Marshall revela que aproximadamente 20% del financiamiento de siete asociaciones de pacientes de Estados Unidos de América proviene de donaciones de compañías farmacéuticas. De las siete asociaciones, cuatro han participado en actividades relacionadas con mecanismos para ampliar inútilmente las definiciones de las afecciones con el objetivo de tener más pacientes y aumentar de esta forma el mercado del medicamento.
Hace 50 años por ejemplo, se consideraba diabética a una persona con más de 180 miligramos de azúcar en sangre. Hoy, si el laboratorio dice que las cifras normales que varían de 60 a 110, con 111 miligramos ya están aterrorizando y prescribiendo meftformina afirmando que es diabético y que corre peligro de muerte.
D. Ball, luego de analizar 69 sitios web de asociaciones nacionales e internacionales que se ocupan de diez enfermedades diferentes, incluyendo la diabetes, demuestra que las fuentes de financiamiento de una tercera parte de estas organizaciones no son transparentes: 46% de estas asociaciones no publicaron su informe anual en su página web, ninguna comunicó claramente el porcentaje de donaciones que proviene de la industria farmacéutica.
Mientras redactaba este tema llegó un correo de Colombia, y recibí una llamada de Saltillo, Coahuila, solicitando mi opinión, ambos casos muy semejantes, casi idénticos: con hemoglobina glicosilada de 7 y simultáneamente 112 de azúcar, un endocrinólogo etiquetó a una colombiana como diabética y le prescribió 500 miligramos de metformina diarios. «Para mí no eres diabética», le informé. «Recomiendo vigilar si el azúcar sigue elevándose. Sugiero no tomes la metformina, te puede suceder lo que a un paciente semejante a quien durante tres años en que tomó metformina se quejó de decaimiento intermitente, sudoración fría leve aun en clima caluroso, consultó internistas y neurólogos, gastó un dineral en dos resonancias magnéticas cerebrales normales, varios medicamentos caros para la “circulación cerebral” y otros estudios carísimos, sin respuesta alguna. Se curó con tan solo retirar la metformina, tenía crisis leves y pasajeras de hipoglicemia provocadas por la metformina innecesaria».
Detrás de esta tendencia a prescribir medicamentos por cualquier mínima e insignificante alteración de las cifras de laboratorio, están estos conflictos de interés comercial, con cargo a la economía, la salud y hasta la vida de la sociedad sana o enferma.
Los pacientes están atados porque la mayoría de las veces los médicos al prescribir fármacos lo hacen mecánica e involuntariamente para «cumplir» los protocolos de las guías médicas. Solo un cambio de nosotros los médicos, siendo más asertivos, analíticos y reflexivos puede ayudar a los pacientes y prevenir daños económicos, físicos y emocionales cada vez más frecuentes e inadvertidos. El enfermo tiene la libertad de buscar otra opinión ya directa o en la red, que en general también está avasallada por conflictos de interés.
Lea Yatrogenia