¿Qué debes hacer y qué no debes hacer a la hora de acompañar a una persona que ha sufrido una pérdida por la muerte de un ser querido? ¿Cómo debemos apoyar a un doliente a enfrentar su duelo?
Muchas veces nos perdemos en la incertidumbre, el miedo o la falta de conocimiento sobre la manera de hacernos sentir en esos momentos difíciles, pero hay formas asertivas para comunicar tu empatía y solidaridad.
La cultura de la nueva Tanatología considera una serie de recomendaciones sencillas y prácticas para apoyar a las personas a enfrentar la muerte de un ser amado o una persona cercana.
Mantente en contacto sin ser invasivo. Procura estar disponible.
Habla poco y escucha mucho. La calidez de un abrazo reconforta más que cualquier palabra.
Evita usar frases trilladas como «ya ha dejado de sufrir». No minimices la pérdida ni el dolor.
Ocúpate de asuntos «prácticos», como preparar comidas, asear la cocina, llevar víveres, apoyar en traslados médicos o escolares.
Acepta el silencio. Es mejor escuchar el silencio a propiciar el parloteo sin sentido.
Aprende a escuchar el llanto, el enojo o los silencios del doliente. Acepta sus sentimientos y la forma en que expresa su dolor.
No intentes describir sus sentimientos ni exigirle «cómo debe sentirse». Evita decir cosas como: «Ha pasado medio año y ya deberías estar bien».
No exijas detalles sobre cómo o porque murió su ser querido. Si te comparte su historia, sólo escucha con atención.
Consuela a los niños de la familia, generalmente son los más olvidados porque estamos en la creencia de que ellos no sufren o que se les olvidará muy pronto.
Permite la elaboración del duelo, no empujes al doliente a deshacerse de ropas y artículos por temor de que intensifique el dolor. Todo será a su tiempo.
Evita hablar de cosas triviales para distraer al doliente.
No empujes al doliente a tomar decisiones de vida, como mudarse de casa. «Lo que pueda esperar, debe esperar», dice la experta en duelo, Cecile Sanders.
Invita al doliente, si así lo desea, a alguna actividad interior que le dé tranquilidad: oración, meditación, contemplación.
Cuando el doliente se reincorpore a su actividad, trátalo como una persona normal. No lo juzgues; la simple comprensión basta.
Si con el tiempo el doliente continúa atrapado en el enojo o en la tristeza, aliéntale a hablar con un profesional.
Regala algo de tu tiempo y tu compromiso de escucha empática. Aprenderás mucho más del doliente y de ti mismo. E4