Crisis bancaria: EE. UU. lanza rescate; Europa, en vilo; México «sin pulmonía»

La quiebra de bancos en Estados Unidos ha generado nerviosismo en los mercados internacionales. Mientras el Gobierno de Joe Biden despliega un programa para evitar el «contagio», el de AMLO descarta impacto en la banca nacional y presume estabilidad. La Unión Europea, en alerta

Banqueros aplauden estabilidad; el Fobaproa, impagable

El fantasma de la crisis financiera de 2007-2008 vuelve a rondar el mundo. El quiebre de dos bancos en Estados Unidos encendió la alarma de los mercados internacionales y aunque el Gobierno de Joe Biden está tomando medidas para evitar un «contagio», los analistas no descartan un efecto dominó transfronterizo.

La caída del Silicon Valley Bank (SVB), con sede en California, el pasado 10 de marzo, y la del Signature Bank (SB) de Nueva York, dos días después, son parte de la crónica de una quiebra anunciada, pues fueron provocadas por un aumento en las tasa de interés de los bonos de la Reserva Federal de EE. UU., el cual fue comunicado con bastante anticipación.

«La banca se revela como una parte del Estado disfrazada de sector privado. Como mínimo, debe ser mucho más sólida. Lo ideal es transformarla de manera radical».

Martin Wolf, periodista británico

En este sentido, el banco central del vecino país es parte de las causas que provocaron la crisis, pues las bajas tasas de interés que mantuvo prácticamente desde 2008 propiciaron que los bancos compren más bonos para respaldar sus activos. Y ahora que la Reserva sube las tasas (de casi cero a 4.6%) para combatir la inflación, aquellas instituciones bancarias que apostaron en grande a los bonos (hoy devaluados) están a punto del colapso.

«Si el Gobierno (de EE. UU.) no hubiera intervenido, muchas compañías se hubieran quedado sin el dinero necesario para pagar nómina, facturas y seguir operando».

Los Angeles Times

De ahí que el Gobierno de Joe Biden se apresurara a asumir los pasivos de ambos bancos con la esperanza de evitar que la crisis se extienda a otros. Y aunque se niega por ahora a llamarlo un «rescate» (se salvan los depósitos, pero no a los accionistas), en la práctica se trata de un intento desesperado por evitar el colapso de un sistema «diseñado para quebrar», según las palabras de Martin Wolf, editor asociado y principal columnista del Financial Times.

«Durante la administración Obama-Biden, impusimos requisitos estrictos a bancos (…) Lamentablemente, la última administración dio marcha atrás».

Joe Biden, presidente de EE. UU.

«En estos momentos, el tema importante no es qué va a pasar con la economía, sino qué va a pasar con las finanzas. Es bueno que el miedo se haya reavivado en el sistema financiero», señala Wolf en referencia a la necesidad de revisar la regulación bancaria (Financial Times, 15.03.23).

«Está bien la economía (…) No es como en los tiempos del neoliberalismo, que, en efecto, le daba gripa a Estados Unidos y aquí nos daba pulmonía. Ahora es al revés».

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México

«La quiebra del Silicon Valley Bank demuestra que hay agujeros en el dique regulador estadounidense. Esto no es una casualidad. Es lo que habían pedido los grupos de lobby: “líbrennos de regulaciones onerosas, clamaron, y produciremos milagros de crecimiento”», ironiza.

Este nuevo golpe al capitalismo ha encendido las alarmas en Europa, pues el Credit Suisse, la institución prestamista más grande de Suiza, atraviesa una situación similar a la de sus pares estadounidenses, la cual podría tener repercusiones en todo el sistema bancario europeo.

Por el momento, el Gobierno suizo ha diseñado un sistema de emergencia para permitir la fusión entre Credit Suisse y el UBS, los dos mayores bancos del país, el cual se pasa por alto el voto de los accionistas en pos de la estabilización. Esta inusual intervención oficial ha calmado en buena medida los mercados, pero es otra señal de la debilidad del sistema bancario internacional.

Un sistema en crisis

El colapso de Silicon Valley Bank —el decimosexto banco más grande de EE. UU.— y del Signature Bank son claros ejemplos de la vulnerabilidad del sistema financiero de Estados Unidos. Si bien el alza de intereses de la Reserva Federal los puso en una situación complicada, fueron los retiros de los clientes —principalmente empresas—, impulsados por el temor a perder su dinero, los que aceleraron la quiebra.

Otro banco, el Silvergate Bank —famoso por sus estrechos vínculos con el mercado de criptomonedas—, también había colapsado días antes por una avalancha de retiros. Pero a diferencia del SVB y del Signature, no fue rescatado por los reguladores, sino que entró en liquidación voluntaria y se comprometió a pagar la totalidad de los depósitos. La andanada de retiros puso también en riesgo al First Republic y a otros bancos regionales (Western Alliance, East West Bancorp, Fifth Third Bancorp y KeyCorp).

La rápida respuesta del Gobierno y la entrada al juego de bancos más grandes (First Citizens, New York Community Bank, JPMorgan, Bank of America, Citigroup y Wells Fargo), que se comprometieron a comprar las deudas de la instituciones afectadas, han dado un respiro a la economía del país, pero la crisis no ha sido superada.

Si bien el presidente Biden asegura que el sistema bancario de su país «es seguro» y culpa del colapso de Silicon Valley Bank y Signature Bank a la decisión del expresidente Donald Trump de eliminar regulaciones bancarias del Gobierno de Barack Obama, los analistas advierten que la economía estadounidense se podría derrumbar por los 270 mil millones dólares en préstamos que vencen este año.

Se trata en su mayoría de créditos de hipotecas comerciales, gran parte en poder de los bancos, que representan un máximo histórico. «Si estos préstamos son pagados, se generaría tranquilidad en el mercado; sin embargo, de reportarse un gran número de créditos sin pagar, los bancos deberán bajar el valor de éstos y otros préstamos. Este escenario refuerza los temores iniciados con la crisis de bancos en Estados Unidos y la salud financiera del país», señala The Wall Street Journal (13.03.23).

Por lo pronto, la Reserva Federal, el Departamento del Tesoro y la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés) decidieron garantizar todos los depósitos en el Silicon Valley Bank, así como los del Signature Bank —que fue intervenido—, más allá del límite legal de 250 mil dólares.

«Muchas de las jóvenes empresas tecnológicas e inversiones de riesgo del Silicon Valley tienen mucho más que 250 mil dólares en el banco. Por ende, hasta un 90% de los depósitos del banco no estaban asegurados. Si el Gobierno no hubiera intervenido, muchas compañías se hubieran quedado sin el dinero necesario para pagar nómina, facturas y seguir operando», señala Los Angeles Times (13.03.23).

En contraste con los métodos utilizados para rescatar a la economía en la crisis financiera de 2007-2008, esta vez la Reserva Federal creó el «Programa de Financiamiento de Bancos a Término» para dar préstamos a bancos, cajas de ahorros y otras instituciones financieras hasta por un año. Los bancos deberán apartar los bonos del Tesoro y otros títulos de respaldo oficial, calculados en 620 mil millones de dólares, según la FDIC.

Y si bien la administración de Biden dice que la intervención no le costará nada al contribuyente, sino que se financiará con una tarifa adicional cobrada a los bancos, el hecho de que haya reconocido un «riesgo sistémico» ha sido suficiente para impactar negativamente en los mercados internacionales.

El papel del Estado

Si bien tanto Estados Unidos como Suiza niegan que sus estrategias de estabilización se traten de un «rescate», Wolf señala que sí lo son y advierte los riesgos de continuar por el mismo camino.

«Se pronunciaron bonitas palabras sobre la necesidad de una resolución ordenada de los bancos en quiebra, en la que el capital sea el primer reclamo en ser eliminado, pero eso no fue lo que ocurrió al salvar a Credit Suisse. Los accionistas conservaron su valor y el Estado también les proporcionó garantías de manera indirecta al garantizar a UBS. Sin embargo, el ministro de Finanzas suizo dijo: “Esto no es un rescate. Es una solución comercial”. Pero en efecto, es un rescate. Es posible que sea la solución menos costosa, pero no es así como debe funcionar el régimen posterior a la crisis de 2008», advierte.

En el mismo sentido, se manifestó la exgobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, quien es una de las aspirantes republicanas a la presidencia de EE. UU. en 2024. «Joe Biden está fingiendo que esto no es un rescate. Lo es (…) Si una de nuestras pequeñas empresas quebrara, ¿cree que nos rescatarían? No lo harían» dijo Haley (CNN, 14.03.23).

Pero los demócratas insisten en la responsabilidad de Trump. «Durante la administración Obama-Biden, impusimos requisitos estrictos a bancos como Silicon Valley Bank y Signature Bank, incluida la ley Dodd-Frank, para asegurarnos de que la crisis que vimos en 2008 no se repitiera (…) Lamentablemente, la última administración dio marcha atrás en algunos de estos requisitos. Voy a pedir al Congreso y a los reguladores bancarios que refuercen las normas para los bancos para que sea menos probable que este tipo de quiebra bancaria vuelva a ocurrir», señaló Biden en conferencia de prensa (27.03.23).

Sin embargo, es poco probable que el Ejecutivo consiga respaldo de la Cámara de Representantes de mayoría republicana, sobre todo en un ambiente pre-electoral.

«Aún no está claro lo grave que será esta crisis, pero ya es evidente que las reformas posteriores a la última no fueron suficientes (…) en especial después de que la administración Trump las manipuló. No han garantizado un sistema a prueba de crisis. No han proporcionado una forma fluida de resolver una crisis, más si ésta corre el riesgo de convertirse en sistémica», señala Wolf.

Para no volver a cometer los mismos errores del pasado, el periodista británico propone adoptar cuatro nuevos enfoques:

1) Permitir que prevalezca el mercado: la sola idea de que el Gobierno garantice los depósitos es «un subsidio a los accionistas» y hace que los bancos tomen más riesgos.

2) Endurecer la regulación actual. Wolf considera un error haber excluido al Silicon Valley Bank de la red reguladora de los bancos más grandes, pues quedó claro que su quiebra pudo desencadenar pánico entre las demás instituciones bancarias.

3) Hacer que los bancos garanticen su liquidez en todo momento y se impongan sanciones más fuertes a los directivos de los bancos que entran en quiebra.

4) Transferir la administración del sistema de pagos digitales a las compañías de tecnología, para que el dinero creado por los bancos centrales solo pueda utilizarse para financiar al Gobierno (sustituyendo a los bonos gubernamentales) o invertirse de otras formas.

«Nadie está listo todavía para estos últimos planteamientos, pero el segundo y el tercero deben figurar en la agenda. La banca se revela como una parte del Estado disfrazada como parte del sector privado. Como mínimo, debe ser mucho más sólida. Lo ideal es transformarla de manera radical», concluye. E4


Banqueros aplauden estabilidad; el Fobaproa, impagable

En la inauguración de la 86 Convención Bancaria en Mérida, el pasado 16 de marzo, se dio una imagen inédita: los banqueros aplaudiendo de pie a Andrés Manuel López Obrador, quien hasta hace unos pocos años era considerado «un peligro para México».

En un discurso inusualmente corto (11 minutos), el presidente no solo se jactó de la estabilidad económica del país, sino que insinuó que México está a salvo de cualquier crisis financiera que pueda atravesar Estados Unidos.

«Está bien la economía (…) Les puedo decir que ahora no es como en los tiempos del neoliberalismo, que, en efecto, le daba gripa a Estados Unidos y aquí nos daba pulmonía. Ahora es al revés, allá pueden quebrar los bancos, como está sucediendo, y aquí no pasa nada o pasan cosas buenas», dijo.

El mandatario presumió «algo nunca visto»: los 236 mil 743 millones de pesos de utilidades que registraron los bancos en 2022, y reiteró su compromiso de «no cambiar las reglas para la operación de los bancos en México», lo que provocó una ovación de los integrantes de la Asociación de Bancos de México (ABM).

Por su parte, en su mensaje de despedida como presidente de la ABM, Daniel Becker echó más flores a la 4T. «Presidente, quiero agradecerle la estabilidad macroeconómica. Eso permite las oportunidades a nuestro país (…) Hay que sentar las bases del crecimiento para colocar a México en un nuevo orden mundial, que sea un tren, aparte del Tren Maya, un tren que ayude al desarrollo de esta región», dijo.

Incluso el gobernador yucateco Mauricio Vila (PAN) le agradeció a AMLO «su empeño» de poner los ojos en el sureste del país, en clara referencia al proyecto del Tren Maya, que es criticado por su propio partido.

Y es que al contrario a lo que ocurre en Estados Unidos, donde el Gobierno se ha vuelto a ver obligado a rescatar a los bancos, en México el fantasma del intervencionismo parece desterrado.

Efectivamente, como señala AMLO, las sucesivas crisis financieras que se dieron en los Gobiernos de José López-Portillo (1976-1092), Miguel de la Madrid (1982-1988), Carlos Salinas (1988-1994) y Ernesto Zedillo (1994-2000), respondieron una dinámica liberal que, no obstante, devino intervencionismo cuando el Estado se vio obligado a rescatar a los bancos.

«La liberalización financiera no logró el objetivo de hacer más eficiente y competitivo a este sector, por el contrario, la banca comercial y de desarrollo asistió a una profunda crisis que al día de hoy no toca fondo», señala el «Análisis de la crisis bancaria en México», elaborado por el investigador parlamentario Reyes Tépach Marcial para la Cámara de Diputados (1999).

Y es que el 55% de la deuda cubierta por el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa) —creado en 1990 por iniciativa del PRI y el PAN y puesto en marcha en 1995 en el Gobierno de Ernesto Zedillo— estuvo destinada a empresarios y banqueros que amasaron fortunas cuando ingresaron los pasivos de sus negocios a la cartera vencida que rescató el Gobierno.

 Una investigación de Reporte Índigo (22.07.19) señala que la deuda creada por el Fobaproa involucra ya a cuatro generaciones y podrían pasar otros 50 años para que se termine de pagar.

Sin embargo, el mismo presidente AMLO ha dicho que es imposible de pagar, pues el nivel de endeudamiento por intereses alcanzó los dos billones de pesos, y aunque se le destinen cada año de entre 30 y 50 mil millones de pesos, no es suficiente para que la deuda baje, pues esa cantidad apenas alcanza para cubrir los intereses. E4

Argentina, 1977. Periodista, editor y corrector de periódicos mexicanos y argentinos. Estudió Comunicación Social y Corrección Periodística y Editorial en Santa Fe, Argentina. Actualmente es jefe de Redacción de Espacio 4, donde trabaja desde hace más de diez años.

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