Industria alimentaria vs. ecología: el alto costo de la comida barata

La producción masiva de alimentos no solo daña el medioambiente y la salud, también deshumaniza al consumidor. En este contexto, la Unión Europea impulsa políticas para disminuir la huella de carbono del sector y fomentar el buen trato a los animales

Vegetarianismo y veganismo, ¿moda o necesidad?

Klagenfurt, Austria

Desde tiempos ancestrales la ganadería ha jugado un papel clave en la vida rural europea, pero en las últimas décadas se ha convertido en un negocio que beneficia a unos pocos y perjudica a muchos.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), el 70% de la superficie destinada a la agricultura en el mundo está dedicada a la producción de alimento para ganado y no para humanos. Un despropósito, si se considera que la carne solo retiene el 10% de los nutrientes que los animales consumen.

«Fast food (comida rápida) es popular porque es accesible, es barata y sabe bien. Pero el costo real de comer comida rápida nunca aparece en el menú».

Eric Schlosser

Un estudio realizado por la Unión Europea (UE) describe además el grave impacto ambiental del sector ganadero: casi la mitad de las emisiones de metano (un gas de efecto invernadero) de los países europeos proviene de la fermentación entérica (principalmente rumiantes) y de la gestión de estiércol. Se calcula que una vaca productora de leche, por ejemplo, genera 370 gramos al día de ese gas.

De ahí que diferentes gobiernos estén comenzando a tomar medidas para reducir su huella de carbono. De hecho, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) agrícolas de la Unión Europea disminuyeron en un 24% entre 1990 y 2013, principalmente gracias a los avances técnicos aplicados al campo. Entre ellos, cambios en la producción de alimentos balanceados (leguminosas), uso inteligente del estiércol (recolección y almacenamiento), mejor gestión de rebaños, mejora de la salud animal, alimentación de precisión y uso de aditivos alimentarios.

La ministra de Agricultura de Austria, Elisabeth Köstinger, advierte que solo el 51% de los agricultores austriacos ve su propia imagen como positiva y que, por el contrario, el 87% consumidores está dispuesto a pagar más por productos con estándares más altos de bienestar animal.

Y si bien Austria ya es uno de los países con los más altos estándares de este tipo, el Gobierno se ha comprometido a implementar un etiquetado de origen rastreable en los productos procesados y a desarrollar programas de restauración comunitaria.

Teniendo en cuenta que el bienestar animal y el etiquetado de origen son cada vez más importantes, otros países europeos como Alemania, Holanda y Suiza también están ofreciendo capacitaciones técnicas agrícolas de manera gratuita o a costos muy bajos, con el objetivo de hacer que la ganadería y agricultura sean amigables con el medio ambiente y los animales no sean maltratados, ya que estudios científicos señalan que el estrés de éstos es transformado en toxinas que se almacenan en la carne.

Ganadería vs biodiversidad

Por lo general, la deforestación se relaciona con la industria de la madera y la extracción de minerales fósiles. Sin embargo, la FAO advierte que el impacto de la agricultura es aún peor, pues en el mismo terreno que se utiliza para la producción de alimento para el consumo de animales se podrían producir 39 veces más legumbres y vegetales para el consumo humano, con nutrientes más efectivos y completos.

La relación de contenido proteico en 1 kilogramo (kg) de carne es casi similar al de 1 kg de legumbres, eso significa que para producir la misma cantidad de contenido de proteínas con los vegetales y legumbres solo es necesario utilizar una séptima parte (1/7) del terreno.

Por este motivo la ganadería es la primera causa de deforestación en el planeta, sin mencionar la crueldad y deshumanización con la que se trata a los animales.

En Europa central son cada vez más los granjeros que sacrifican sus tradiciones ganaderas para convertir sus granjas en santuarios donde los animales no son explotados ni sacrificados. Muchos de ellos son rescatados de otras granjas en las que son maltratados y/o serán sacrificados por su falta de rentabilidad.

Pero eso requiere un cambio de mentalidad. «Las costumbres son difíciles de romper», dice Mathias Obenhackt, un granjero que convirtió su rancho ganadero en un santuario animal. Y aunque señala que no se convertirá en vegano ni vegetariano, asegura que ya no sacrificará a sus animales con fines lucrativos, pues quiere que sus hijos aprendan el respeto a la vida.

Para Julia Oberhack, una granjera del norte de Alemania que recibe animales maltratados (en particular, vacas lecheras que iban a ser sacrificadas porque dejaron producir) la industria alimenticia está regida por un sistema corrupto y sin escrúpulos.

Tan solo en Alemania se desechan al año 346 millones de kilogramos de carne, lo que equivale a 200 mil reses, más de 4 millones de cerdos y más de 45 millones de pollos.

Los animales de granja son sometidos a maltratos innumerables, son cosificados, etiquetados, mancillados, humillados, atormentados para luego ser mutilados y puestos en un paquete de plástico en un aparador del supermercado.

Cada vez son más las personas simpatizantes con los derechos de los animales y los gobiernos están tomando medidas para protegerlos. Ley Federal de Protección Animal de Alemania, por ejemplo, establece multas de hasta hasta los 12 mil euros por maltrato animal.

La tercera alimentación

Existe una tercera alimentación que es silenciosa, sabrosa y peligrosa: la comida rápida y la industrial (toda aquella que ha pasado por un proceso para su elaboración, conservación y empaquetado).

Consorcios como McDonald, KFC y Burger King están enfocados en las ganancias y no en la salud o bienestar de la población. Su éxito se debe a los precios bajos, la accesibilidad (siempre hay un establecimiento bien ubicado y al paso de todos) y la rapidez del servicio.

En su libro Fast food, el lado oscuro de la comida rápida, Eric Schlosser detalla el impacto de estas cadenas en la vida pública, que no solo han bajado los estándares de la alimentación, sino los laborales de las millones de personas que emplean.

Claudia Barruti, una madre preocupada por la comida chatarra que su hijo consumía, se dio a la tarea de hacer una extensa investigación sobre el tema. En un diálogo con Sputnik explica: «La globalización trajo la idea de una “comida del mundo”, pero la comida del mundo no existe porque es el reflejo de territorios y tiene particularidades. Lo que termina dándose es la “comida de las marcas del mundo”, que son los mismos ingredientes básicos y refinados, los cuales no alimentan». E4

Nutrientes perdidos en la engorda de animales

Animal Nutrientes perdidosNutrientes almacenados
Pollo82%18%
Cerdo90%10%
Vaca97%3%

  Alimento producidos en una superficie de 17.5 m2

Carne1.5 kg
Frutos secos5.2 kg
Cereales12.4 kg
Frutas40.3kg
Legumbres7kg

Vegetarianismo y veganismo, ¿moda o necesidad?

La producción a gran escala de vegetales envasados también puede dañar al planeta

La conciencia sobre el maltrato animal ha creado más adeptos a la vida vegetariana y vegana, por lo que existe un auge de productos de procedencia vegetal que se dicen amigables con los animales.

Si bien esto ha creado una nueva industria, el 90% de las personas veganas consultadas para la redacción de este artículo no tiene idea de dónde provienen sus alimentos. Además, un escaso 10% cultiva su propia comida y apenas el 2% recicla o reutiliza muebles, utensilios del hogar, ropa o calzado.

No obstante la mayoría de ellos se siente orgullosa de su veganismo y se jacta de ello en las redes sociales, lo cual lo convierte más en un snobismo que un estilo de vida enfocado en la protección del ecosistema.

En este sentido una de las producciones más exitosas del momento es la del aceite de coco, el cual se puede encontrar en productos de cocina, detergentes y cosméticos. El auge de este producto se debe al impacto ambiental provocado por el aceite de palma.

Sin embargo, pocos saben que existe aceite de palma certificado, el cual es otorgado por la organización RSPO (Roundtable on Sustainable Palm Oil) formada por cultivadores, comerciantes, productores, bancos y organizaciones no gubernamentales.

Algunos integrantes de RSPO están desarrollando actualmente criterios aún más estrictos, como la brasileña Agropalma, la colombiana Daabon Organic y la británica New Britain Palm Oil Limited.

Sin embargo, la organización medioambiental WWF advierte que estos sellos de calidad no incluyen un compromiso para mejorar más allá de lo que exige la ley la protección medioambiental y de los derechos humanos en las plantaciones. Es decir: utilizar menos pesticidas, mejor gestión del agua y deshechos y asistencia para los trabajadores. Además, el sello solo se concede a las plantaciones en las que no se hayan destruido selvas desde 2005.

El activista Bustar Maitar de Greenpeace de Indonesia asegura que el 80% del aceite de palma no está certificado y la deforestación de la selva continúa. También señala que ningún otro factor contribuyó tanto a la destrucción de las selvas en su país natal. Un estudio de la revista Nature Climate Change revela que entre los años 2000 y 2012 se deforestaron más de seis millones de hectáreas en Indonesia, equivalentes a la extensión de Croacia. En el mismo periodo, Malasia perdió el 14.4% de su superficie selvática.

Y eso supone más emisiones de dióxido de carbono, pérdida de diversidad de especies y, a menudo, expulsión de poblaciones locales. La historia se repite en los cultivos de soya, que dependen de agroquímicos, pesticidas y fertilizantes.

 Claudia Bertonatti, una activista naturalista argentina, advierte además que comer vegetales no evita la muerte de los animales y sostiene que no existe el desarrollo humano con impacto ambiental 0%. «Si comes carne, matas; ni no comes productos animales, también», dice para referenciar que el veganismo mata animales de manera indirecta, pues muchos de estos productos son creados por medio de procesos químicos y empaquetados en plásticos y cartones.

Algo similar sucede cuando los veganos visten ropa de marca de moda rápida, utilizan autos con altas emisiones de dióxido de carbono o no producen su propia alimentación ni reciclan muebles o utensilios.

Es decir, el veganismo como lo conocemos hoy en día, no es más que una tendencia de moda que promueve un estatus social «elevado».

Si realmente se quiere ser vegano —en toda la extensión de la palabra— habría que vivir aislado en casas construidas con materiales orgánicos, sembrar y cosechar alimentos, fabricar ropa, zapatos y utensilios de trabajo. En resumen, vivir en armonía con la naturaleza. Así que tú ¿de verdad eres vegano? E4

Mexicana. Estudia música en Klagenfurt. Vivió en Viena varios años y ama este país (Austria) desde que llegó. Su pasión es descubrir y escribir sobre las anécdotas y experiencias de personas que luchan por un mejor futuro.

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