Ciento 84 millones de personas han emigrado de sus países por la miseria y la inseguridad. Cuarenta y ocho mil mujeres, hombres y niños mueren ahogados o deshidratados en los últimos ocho años; sobre todo en el Mediterráneo Central. En América, la mayoría de los decesos ocurre en la frontera entre México y Estados Unidos
La desigualdad económica de este tiempo es el mayor desafío
Alan, el niño migrante que conmovió al mundo
El afán de notoriedad y aventura impulsa a las élites a gastar fortunas para tentar a la muerte. Mientras, legiones de migrantes anónimos (hombres, mujeres y niños), expulsados por el hambre, la corrupción y las crisis políticas, se aferran a la vida y buscan oportunidades en otros países. Carne de cañón para los traficantes, muchos mueren ahogados, de insolación o asesinados. Los primeros reciben atención inmediata y cobertura ilimitada en los grandes medios de comunicación; los segundos son olímpicamente ignorados. La tecnologización y la sociedad de la información agravan el proceso de deshumanización en el cual estamos inmersos.
Los migrantes rondan los 184 millones de personas (2.3% de la población total). El Banco Mundial evalúa el fenómeno en el Informe sobre el desarrollo mundial 2023: Migrantes, refugiados y sociedades y ofrece un horizonte menos sombrío: «El mundo se esfuerza por hacer frente a los desequilibrios económicos mundiales, las tendencias demográficas divergentes y el cambio climático; en este contexto, la migración se convertirá en una necesidad para los países de todos los niveles de ingreso en las próximas décadas». Para que la migración se transforme en «fuerza generadora de prosperidad» se necesita una gestión adecuada, advierte el documento.
«Es hora de derribar el mito de que los recortes fiscales para los más ricos terminarán de alguna manera beneficiando al resto. Cuarenta años de rebajas fiscales para los súper ricos ha demostrado que las oleadas de privilegios solo terminan por beneficiarlos a ellos».
Gabriela Bucher, directora ejecutiva de Oxfam
Entretanto, la riqueza de los milmillonarios crece «a un ritmo desconcertante», revela un informe de Oxfam Internacional de principios de año. Con la pandemia de COVID y la carestía, «el 1% más rico del planeta acaparó 26 billones de dólares (el 63% de la riqueza generada), mientras que tan solo 16 billones de dólares (el 37%) llegaban al resto de la población mundial». La confederación de 19 ONG ilustra el desequilibrio con otra fórmula: «Por cada dólar de nueva riqueza global que percibe una persona perteneciente al 90% más pobre de la humanidad, un milmillonario se embolsa 1.7 millones de dólares».
El informe La ley del más rico coincidió con el Foro Económico Mundial de Davos 2023. Las élites se reunieron «en un contexto en el que la riqueza y la pobreza extremas se han incrementado simultáneamente por primera vez en 25 años. Mientras la gente corriente hace sacrificios diarios en lo esencial como los alimentos, los súper ricos han superado incluso sus sueños más osados». Gabriela Bucher, directora ejecutiva de Oxfam Internacional, califica esta como la «década dorada de bonanza económica para los más ricos del mundo», y solo habían transcurrido dos años.
La puerta de salida a las múltiples crisis consiste en «aplicar mayores impuestos a los súper ricos y a las grandes empresas», dice la experta en el ámbito de la igualdad de género y los derechos humanos. «Es hora de derribar el mito de que los recortes fiscales para los más ricos terminarán de alguna manera beneficiando al resto. Cuarenta años de rebajas fiscales para los súper ricos ha demostrado que las oleadas de privilegios solo terminan por beneficiarlos a ellos», apuntaBucher, a quien la revista Forbes Colombia incluyó entre las 100 Mujeres Poderosas de 2023.
El patrimonio de los milmillonarios también se disparó por el aumento de las tarifas y los precios en los sectores de la energía y la alimentación. Las 95 grandes empresas de esos ramos generaron beneficios por 306 mil millones de dólares, el 84% de los cuales se repartió entre sus accionistas. El auge contrasta con una realidad estrujante: cerca de 2.8 millones de niños mueren anualmente alrededor del mundo por causas relacionadas con la desnutrición, de acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El yate de los 175 mdd
Días antes del accidente del sumergible turístico Titán, en el Atlántico norte, donde cinco personas murieron, el barco Adriana se hundió frente a la costa griega de Pilos. Sobrevivieron 104 personas, pero el número de hombres, mujeres y niños ahogados podría multiplicarse por cinco. Para tranquilizar las conciencias, oficialmente solo se han reconocido 82. «(…) las autoridades griegas decidieron en varias ocasiones no ayudar a un pesquero de 24 a 30 metros en el que iban hasta 750 personas en una huida desesperada de la pobreza y el desplazamiento de la guerra y que se hallaban en la zona griega de búsqueda y rescate», cuentan Jason Horowitz y Matina Stevis-Gridneff (New York Times, 21.0623).
La búsqueda del Titán, operado por OceanGate Expeditions, movilizó a la Guardia Costera de Estados Unidos y de Canadá. También brindaron apoyo los Gobiernos de Francia y Noruega. Cada pasajero pagó 250 mil dólares (4 millones 325 mil pesos) para descender a 3 mil 800 metros de profundidad y observar los restos del Titanic, cuyo hundimiento, en 1912, causó la muerte de mil 496 personas. Los migrantes del Adriana, procedente de Libia, quizá debieron desprenderse de su patrimonio para reunir los 4 o 6 mil dólares que los traficantes cobraron a cada uno para llevarlos a Italia. La mayoría murió en el mar Jónico, un brazo del Mediterráneo, donde Octavio y Marco Antonio se enfrentaron en la batalla de Accio (31 a. C.).
Uno de los pasajeros del Titanic era el diputado federal por Sinaloa, Manuel Uruchurtu. Murió por ceder su lugar en un bote salvavidas a la inglesa Elizabeth Ramell. Ciento 11 años después, otro mexicano, sin imaginarlo, participó en el rescate de los sobrevivientes del Adriana. Horowitz y Stevis-Gridneff lo narran así: «El superyate Mayan Queen IV navegaba sin complicaciones a través del Mediterráneo oscuro y en calma la madrugada del 14 de junio cuando recibió un llamado sobre una embarcación migrante en emergencia a cuatro millas náuticas de distancia. Unos 20 minutos después (…), el imponente yate de 175 millones de dólares, propiedad de un magnate mexicano de la plata, llegó al lugar. El bote en apuros ya se había hundido (…).
»En unas cuantas horas, el Mayan Queen, de 93 metros, y más habituado a la navegación de ocio en Mónaco e Italia con multimillonarios y sus amistades a bordo, estaba repleto con 100 hombres pakistaníes, sirios, palestinos y egipcios desesperados, deshidratados y empapados al jugar un papel inesperado en uno de los naufragios más mortíferos de las últimas décadas. Se ahogaron hasta 650 hombres, mujeres y niños. La imagen incongruente (…) subrayó lo que se ha convertido en la bizarra realidad del Mediterráneo moderno, un lugar donde los superyates de los megarricos, equipados con piscinas, jacuzzis, helipuertos y otras amenidades de lujo comparten los mares con los más desamparados botes operados por traficantes de migrantes de forma riesgosa al cruzar del norte de África hacia Europa. Tal vez era inevitable que sus caminos se cruzaran».
Las autoridades griegas —dice la nota— esperaron el hundimiento del pesquero para intervenir y pidieron ayuda al Mayan Queen, uno «de los 100 yates más grandes del mundo», cuya bandera es de las Islas Caimán, paraíso fiscal. El capitán del yate, Ricahrd Kirby, lo fue antes del Le Grand Bleu, propiedad del oligarca ruso Roman Abramovich. Los periodistas del NYT dejan al último la identidad del magnate de la plata, cuya principal planta se localiza en Torreón: «La tripulación del navío hacía tareas, con camisetas que llevaban un dibujo del yate en la espalda y en el bolsillo del pecho una letra B, por la inicial de la familia del difunto dueño del yate, Alberto Baillères. (…) En la popa del barco (…) los tripulantes del barco limpiaban donde los migrantes se había acurrucado al llegar al puerto de Kalamata».
Tragedias normalizadas
La ruta marítima del norte de África, donde ocurrió el hundimiento del pesquero Adriana, se ha cobrado la vida de 21 mil personas en los últimos nueve años. El escenario, en vez de estabilizarse o mejorar, tiende a ser peor todavía. El primer trimestre de 2023 resultó el más mortífero para quienes buscan cruzar el Mediterráneo en busca de nuevos horizontes. El Proyecto de Migrantes Desaparecidos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) registró en ese lapso 441 muertes. La cifra ha sido la más elevada desde 2017, pero el naufragio del Adriana, el 14 de junio, ya la superó. La crisis humanitaria en la zona es «intolerable» y lo peor es que las «(…) muertes se han normalizado», deplora el director de la OIM, António Vitorino.
Los migrantes no solo son víctimas de traficantes, autoridades venales y de un modelo económico que monopoliza la riqueza y ensancha las brechas sociales. También sufren la insolidaridad social y la incuria de Gobiernos que obstaculizan o impiden auxilio. La demora en los rescates dirigidos por el Estado —a veces deliberado como pudo ser el caso del Adriana, con más de 700 pasajeros— provocan la muerte de centenares de personas. La intimidación ha reducido en forma significativa las tareas de las ONG. El 25 de marzo, acorazados libios lanzaron disparos de advertencia sobre un barco humanitario que intentaban rescatar a unos 80 migrantes apiñados en un bote de goma.
El incidente en aguas internacionales fue denunciado por la agencia de noticias AP como «una nueva intercepción marítima imprudente de migrantes por parte de la guardia costera Libia». Según el grupo SOS Meditarranée, cuyo barco recibió las advertencias, los guardacostas «tiene instrucciones y financiamiento de la Unión Europea para frenar la llegada de los migrantes a Europa» (The San Diego Union-Tribune, 26.03.23).
El Proyecto de la OIM es por ahora la única iniciativa dedicada a documentar las muertes y desapariciones de migrantes alrededor mundo. La estadística del periodo 2014-2022 eriza la piel: 48 mil mujeres, hombres y niños perdieron la vida en el intento de alcanzar un futuro mejor. En vez de abrazarles, los mares de la indiferencia y la globalización los devoran. Casi el 50% de las muertes (23 mil 970) ocurrieron en la ruta del Mediterráneo Central, comprendida entre África del Norte e Italia. América registró 6 mil 200 fallecimientos en el mismo intervalo, de los cuales el 60% sucedieron en la frontera de México y Estados Unidos, dice el informe de la OIM. La pobreza y la violencia destacan como causas de la emigración (Portal de Datos sobre Migración).
El primero de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015 consiste, justamente, en erradicar la pobreza extrema del mundo para el año 2030. El parámetro se basa en un ingreso inferior a los 1.25 dólares diarios por persona. Dotar a la población de sistemas y medidas de protección social universal y lograr una cobertura amplia de los pobres y los vulnerables, en el mismo horizonte, es otra de las metas, dice el Portal.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible pone de relieve la contribución de los migrantes. Incluirlos en los compromisos abre a los países nuevos retos. El infierno está sembrado de buenas intenciones y así lo demuestra el disparo de los flujos migratorios. Mientras los hilos del mundo los muevan las oligarquías —dueñas del mercado—, los conglomerados mediáticos y los criterios de utilidad máxima, y la sociedad permanezca anclada en el egoísmo y presa de la tecnología, no dejarán de morir millones de personas en los desiertos y en los mares. El fracaso de las políticas migratorias obedece, en parte, a la globalización de la economía donde los pobres parecen estar de más. E4
Barco Adriana
- Pasajeros: más de 750 migrantes
- Ayuda de auxilio: 1 barco
Sumergible Titán
- Pasajeros: 5 personas
- Ayuda de Auxilio: Guardia Costera de Estados Unidos y de Canadá. Apoyo de los Gobiernos de Francia y Noruega
La desigualdad económica de este tiempo es el mayor desafío
El día que Obama ridiculizó a Peña Nieto en Canadá y le dio clases sobre populismo. La globalización profundizó las brechas sociales
El giro hacia los Gobiernos populistas responde al fracaso del neoliberalismo, a la corrupción galopante de las élites políticas, financieras y mediáticas y a los efectos de la globalización la cual castiga a los pobres. Para evitar el ascenso de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, y quizá acicateado por la derecha y los grupos de poder, Enrique Peña Nieto pretendió asustar a los mexicanos y a otros países con el fantasma del populismo, sin entender su significado. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se lo aclaró ante la prensa y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau.
Obama, Bill Clinton y otros presidentes demócratas fueron acusados de populistas por sus políticas en favor de los necesitados y de las minorías raciales. La reforma sanitaria de Obama de 2009, que obliga a las empresas a asegurar a sus trabajadores y que Donald Trump trató de nulificar, marcó un hito histórico. El primer mandatario afroamericano desafió a Wall Street por la crisis económica de 2007-2008, la peor desde la Gran Depresión de 1929, causada por la irresponsabilidad de los bancos y la negligencia de los reguladores financieros.
«Cuando vemos a gente, las élites globales, multinacionales ricas aparentemente viviendo con otro tipo de reglas, evitando impuestos (…) esto alimenta un profundo sentido de injusticia».
Barack Obama (El País, 17.11.16)
Peña Nieto participó en la Cumbre de Líderes de América del Norte 2016 «cansado, ojeroso y sin ilusiones», pues él y su Gobierno ya estaban desahuciados, mientras López Obrador se perfilaba para ganar la presidencia. Con todo y eso, lanzó un bumerán: «En este mundo, hoy se presentan en distintas partes actores políticos, liderazgos políticos, que asumen posiciones populistas y demagógicas. Esos liderazgos o esos actores políticos, recurriendo al populismo y a la demagogia vendieran (sic) en respuestas muy fáciles las eventuales soluciones a los problemas que enfrenta el mundo de hoy».
El presidente que en campaña no pudo citar tres de sus lecturas tutelares y que plagió parte de su tesis, hablaba frente a un Juris doctor por la Universidad de Harvard, premio Nobel de la Paz (2009) y autor de libros como La audacia de la esperanza. Obama replicó al cachorro de Atlacomulco. «Lo he escuchado en varias preguntas y es la cuestión del populismo. Quizás algo podría rápidamente ver en un diccionario sobre lo que significa ese término. Yo no estoy, sin embargo, preparado en conceder esta idea de que parte de la retórica que hemos escuchado es populista. (…)
»Se podría decir que yo soy un populista, pero otra persona que nunca ha demostrado preocupación por los trabajadores, que nunca ha luchado en cuestiones de justicia social o (en) asegurarse que los niños pobres tengan una oportunidad o que reciban atención médica y que de hecho han trabajado en contra de la oportunidad económica para los trabajadores y las personas ordinarias, ellos no se transforman de la mañana a la noche en populistas porque dicen algo controvertido simplemente para obtener más votos. Eso no es una medición de lo que es ser populista, eso es ser nativo o xenofobia, quizás. O aún peor, es ser un cínico».
Peña, quien gobernó para las élites, se encogió de hombros. Para Obama, «el mayor desafío de nuestro tiempo» es la desigualdad económica. «Cuando vemos a gente, las élites globales, multinacionales ricas aparentemente viviendo con otro tipo de reglas, evitando impuestos (…) esto alimenta un profundo sentido de injusticia» (El País, 17.11.16). Ese es uno de los sentimientos que llevan al populismo. Hoy la mayoría de los países de América Latina tienen presidentes de ese tipo. Y como Obama, sienten la furia de las oligarquías y de los partidos a su servicio. E4
Alan, el niño migrante que conmovió al mundo
Han pasado ocho años y las tragedias se repiten sin cesar. Un pesquero con 750 personas se hundió el 14 de junio; la mayoría se ahogó
Pulcro, de pantalón corto azul, playera roja y zapatos negros. Alan Kurdi parecía vestido para una fiesta. Quizá con esa ilusión subió a uno de los botes inflables que lo trasladarían de Bodrum, Turquía, a la isla de Kos, Grecia, junto con más de 20 personas. Era 2 de septiembre de 2015. Les esperaba una travesía fatigosa y sembrada de peligros. Recién enfilados hacia su destino, las embarcaciones se hundieron. Doce pasajeros murieron ahogados. Entre ellos, Alan, de tres años, su hermano Galip (5) y su madre Rihan. El único sobreviviente de la familia fue Abdullah, padre de los niños. Las fotografías de Alan Kurdi —inerte y en brazos de un policía— que sacudieron al mundo y provocaron oleadas de protestas y solidaridad por la crisis migratoria, que al poco tiempo se apagaron, son de Nilufer Demir.
«Apenas vi al niño de tres años, Alan Kurdi, se me heló la sangre. No podía hacer nada por él. Lo único que podía hacer era escuchar el grito de su cuerpo que yacía en tierra, y así lo hice».
Nilufer Demir, fotógrafa turca
Boca abajo y con los brazos pegados al cuerpo, Alan parece descansar mientras observa el repliegue de una ola pequeña. Demir tuvo el cuidado de no centrar la atención en el rostro de la criatura. «Apenas vi al niño de tres años, Alan Kurdi, se me heló la sangre. No podía hacer nada por él. Lo único que podía era hacer escuchar el grito de su cuerpo que yacía en tierra, y así lo hice», declaró Demir, de la agencia de noticias turca Dogan (Infobae, 03.09.15). La familia Kurdi, originaria de Kobane, Siria, se refugió en Turquía por la violencia en su país. Cuando las cosas parecían haberse calmado, los Kurdi regresaron a su ciudad, pero la masacre de Kobane, ocurrida entre junio y julio de 2015, provocó su retorno a Turquía. Dos meses después, se embarcaron a Atenas de manera ilegal.
Pocas escenas han conmovido tanto al mundo como las de Alan. No hay escenas efectistas ni grotescas. Nilufer Demir cumplió con su trabajo sin faltar a la dignidad de Alan. Incluso puede pensarse en un niño dormido, arrullado por las olas. Sin embargo, el encuentro con otro mundo, el sueño de una nueva vida, se convirtió en pesadilla. Las imágenes desgarran el alma. Son una bofetada a la soberbia y a la indiferencia de un mundo de valores trastocados. El dolor humano poco o nada importa. Las tragedias se repiten día a día. Apenas el 10 de junio, el pesquero Adriana, abarrotado de migrantes (750, de los cuales al menos 100 eran niños, según Naciones Unidas) zarpó de Libia. Cuatro días se hundió frente a la costa de Pilos, Grecia (a donde Alan y su familia jamás llegaron). Un centenar de personas sobrevivió y solo 82 cuerpos fueron recuperados.
Alan Kurdi recibió homenajes alrededor del mundo en los que participaron el artista hindú Sudarasan Patakki y el grupo de rock U2. Imágenes de Alan se modificaron con Photoshop para protestar por la crisis migratoria. Joan Manuel Serrat, autor de Mediterráneo, es uno de los defensores de la circulación libre de migrantes de Oriente Medio y África. Entrevistado sobre la crisis humanitaria, el catalán deplora: «He visto al Mediterráneo convertirse en basurero y en estos momentos convertido en algo mucho peor que es ser un cementerio (La Tercera, 23.04.18).
Crítico del capitalismo, los medios de comunicación y la Iglesia católica, el grupo español Ska-P reprocha en su canción El Ático: «¿Y es que ya no os acordáis? (en la playa un niño ahogado) / Aylán fue asesinado, Europa lo ejecutó (¿Cuántos muertos ya van hoy? / Este drama humano ya es un drama cotidiano / Huyen de unas tierras arrasadas por las guerras y la explotación / Saqueamos y matamos desde el ático / Ni tú ni nadie puede parar al que tiene hambre y dignidad». E4