Cuaderno de viaje de un maestro o el desafío de aprender a saber

Con más de tres décadas como docente, José Antonio Fernández Bravo comparte sus experiencias y cuestiona los principios actuales de la educación. La clase mejor preparada es aquella que te permite abandonar lo que has preparado, asegura

Aprendemos juntos 2030

Hay profesiones que se deben elegir y desarrollar por vocación. Sin duda, el magisterio es una de ellas. Así lo demuestra José Antonio Fernández Bravo, quien ha dedicado más de 30 años a la labor de maestro y hoy se ha convertido en referente internacional para todos los docentes del mundo. Especialmente, por poner atención ahí, en los pequeños detalles que muchos maestros dejan pasar de largo. Tanta concentración en libros y planeaciones hacen olvidar el factor humano de la enseñanza y que el pensamiento educativo se alimenta a partes iguales de amor y de humor. En palabras de Fernández Bravo: «Hoy damos mucho contenido y generamos poco conocimiento”.

«Uno no enseña lo que sabe, uno enseña lo que es. Así que, si sigo haciendo algo, es aprender a ser».

En su charla «Cuaderno de viaje de un maestro”, parte del proyecto «Aprendemos juntos 2030», el docente madrileño nos comenta que observar y «enseñar desde el cerebro del que aprende” son los pilares de su fórmula pedagógica. Y que todo proceso de enseñanza siempre se practica invariablemente en dos sentidos. El maestro aprende mientras enseña, y el alumno, sin saberlo, enseña mientras aprende.

Escuchar para educar

Cuenta Fernández Bravo que, hace tiempo, una maestra le preguntó a una niña: «¿Sabes leer?» Y la niña le dijo: «Leer no sabo». Dice: «¿Y escribir?». «Escribir, sí». Tanto se extrañó la maestra que le dijo: «A ver, escribe», y la niña hizo un garabato ininteligible. La maestra, sorprendida, le dijo: «¿Qué pone ahí?». Y dice la niña: «Si ya le he dicho que no sé leer».

«Es imprescindible escuchar para educar», asevera Fernández Bravo. «Y si el primer aplauso siempre lo recibe el que viene a hablar, yo quiero cambiar eso. Quiero que el primer aplauso siempre lo reciba el que viene a escuchar. Yo quiero que el primer aplauso siempre lo reciban esos maestros y maestras que, a las tres de la tarde, o a las cinco de la tarde salen corriendo para buscar una formación y dejan todo un fin de semana. Hay muchos sacrificando mucho por mejorar su práctica docente, para hacer, con actitud de escucha, que los niños estén presentes en la educación. Así que, para ellos y para todos vosotros, pido un fuerte aplauso. Un fuerte aplauso.

«La educación debería plantearse que las asignaturas no son fines en sí mismas, sino medios para desarrollar a la persona».

»Me he dedicado a escuchar a los niños, y la pregunta fundamental no es para mí cómo de bien realiza el niño la ficha que hace, sino cuánto bien le hace al niño la ficha que realiza. Duermo poco, sueño mucho. Mis líneas de investigación son trabajar con el que enseña el despertar para el que aprende y mi proyecto de vida es construir la escuela que no existe para el alumno que no llega.

»Desde niño he sido una persona inquieta, observadora, me ha gustado escribir, siempre tenía un cuaderno en el que apuntaba, a modo de reflexión, lo que la vida me enseñaba cuando dialogaba con el mundo.

»Este cuaderno, o el símbolo de este cuaderno, lo he traído aquí para compartirlo durante este rato con todos vosotros. Yo recuerdo, de pequeño, que en el día de mi cumpleaños me daban pasteles, ese día me dieron dos. Y mi madre me dijo: “Toma, llévale estos seis a la vecina”. Y yo dije: “No puede ser que la vecina se coma seis y yo me coma dos, si es mi cumpleaños”. Total, yo era una persona bastante educada y reflexiva, cogí la bandeja y se los di a la vecina. Al día siguiente la vecina le dijo a mi madre: “Gracias por los dos pasteles que me trajiste”.

»Claro, todavía no se entiende. No se entiende el mirar del niño. Digamos que los maestros dedicamos parte de nuestra vida a hacer coincidir nuestra mirada con su mirada infantil. Siempre me perdía yo, nunca se perdían mis padres. Pero esto sigue igual, siempre se pierden los niños, nunca se pierden los padres. Tú te has dado cuenta de esto, ¿verdad? ¿Sabes qué anotaba yo en ese cuaderno? Anotaba que el que se pierde en la vida es el que no sigue a nada ni a nadie. Recuerdo que una vez tenía un profesor que me dijo: “Esta clase va a ser muy aburrida, el que quiera marcharse que se vaya”. Pues yo me fui. Y no había salido por la puerta y me dijo: “¿Dónde va?”. Y yo: “Pues que me voy, si ya dice usted que es aburrida”. Y me dice: “Es una manera de hablar”. Es una manera de hablar. Yo tenía que interpretar qué significaba la manera de hablar. Pero yo apunté en este cuaderno que, cuando yo fuera maestro, buscaría una manera de hablar que entendiera aquel a quien dirijo el mensaje».

Estar contigo

«Bueno, fuimos creciendo», agrega Fernández Bravo, «llegó el momento de hacer Magisterio y lo hice sin ninguna duda y como primera opción, totalmente convencido. A pesar de algunas discrepancias con familiares muy cercanos, porque ellos me decían que el expediente académico que tenía me permitía hacer lo que yo quisiera. Y entonces me decían: “¿No te das cuenta que puedes hacer lo que quieras?”. Y yo les decía: “Quiero hacer Magisterio, ¿cuál es el problema?”. ¿Qué apunté? ¿Qué anoté en este cuaderno? Yo anoté: “Las decisiones que tomes en tu vida, tienes que tomarlas con mucha claridad y para ti, porque con quien vas a estar toda tu vida es contigo”. Es contigo con quien vas a vivir toda tu vida.

»Estas reflexiones nos han ido acompañando. Son lecciones que te ayudan a caminar, que te ayudan a avanzar y, a veces, a reflexionar sobre otras futuras decisiones. De tal manera que te das cuenta que durante un tiempo tú crees en una idea, la tomas como verdad, y luchas por ella. Pasan los años y te das cuenta de que esa idea no era tan perfecta, que esa idea no era tan correcta. Y cambias de idea. Pasan los años y te das cuenta de que aquella segunda verdad que por verdad tenía, no es tanta verdad. Así que anotas en este cuaderno que evolucionar significa, simplemente, cambiar de equivocación. Y así fuimos evolucionando, cambiando de equivocación.

»Terminé Magisterio y me tocó hacer el servicio militar. Yo ya iba de maestro, entonces me pusieron en un departamento que se llamaba “extensión cultural”, y teníamos la misión de ayudar a obtener el Graduado escolar a las personas que no lo habían podido obtener. Pero había una persona que ni siquiera podía estar en esas clases, porque esa persona no sabía leer ni sabía escribir. Así que esa persona venía a escondidas y me decía: “Maestro, léeme las cartas”. Y yo le leía las cartas de su novia. Hasta que un día, leyendo las cartas, quise generar un motivo por el cual despertara alguna que otra curiosidad, de tal manera que le engañaba según leía y yo le decía: “Dice que esto no va a poder seguir así”. “¿Dice eso maestro?”. Digo: “Claro”. “¿De verdad? ¿Y qué más dice?”. Digo: “Mira, ¿no te das cuenta que si no aprendes a leer te van a engañar? Tú tienes que ver cómo podemos hacer para que no dependas de que otro te diga lo que pone para ti”. Y esto es grande. Recién terminado Magisterio no entendía de métodos silábicos, no entendía de globales, no entendía de nada. Y allí hicimos lo que pudimos. Aprendió a leer para enterarse de aquello que ponía, iba a su ritmo, es cierto.

»Cuando nos despedimos, el abrazo que me dio fue la expresión de la mejor sonrisa. Él me dijo: “Gracias, maestro”, fue el primero que me hizo ser maestro. No agradecí tanto el “gracias”, como el “maestro”. Yo creo que esa palabra la oí por primera vez y la sentí desde aquel abrazo y desde aquel agradecimiento. He enmarcado esa situación en mi vida porque es la primera que realmente puso a prueba mi vocación y mi querer decir cosas a los demás.

Aprender a ser

Para Fernández Bravo, la educación no se limita a trasladar conocimientos heredados. Por lo tanto, para él, la educación abarca mucho más que la puesta en marcha de una enseñanza. La esencia está en su carácter humano. El profesor no se desprende de quien es en el momento en que está al frente de un salón de clases. Antes, y muchas veces sin saberlo, transmite su personalidad junto con sus conocimientos. Dice al respecto:

«La formación es muy grande por el respeto tan grande que tenemos que tener a aquellos a los que dirigimos nuestro trabajo, que son los niños. Bueno, he trabajado, como veis, de maestro, de profesor, de investigador. He recibido premios europeos sobre creatividad, sobre didáctica, hemos publicado algunos libros, más de 120, y hemos aprendido muchas cosas.

»Pero lo que tengo claro, con una claridad grande, es solo una de todo lo que os he contado, solo una: yo creo que no enseñamos lo que sabemos, enseñamos lo que somos. Uno no enseña lo que sabe, uno enseña lo que es. Así que, si sigo haciendo algo, es aprender a ser. Bueno, si es importante escuchar para educar, no lo es menos educar para escuchar. Así que estaré encantado, encantadísimo, de escucharos, de oír vuestras inquietudes, vuestras preguntas y de conversar juntos».

Educación humana

La educación es hacer la vida más agradable a los demás», asegura Fernández Bravo. Si yo soy educado contigo es porque quiero que tu vida sea más agradable conmigo y yo facilito ese avance. Y si tú eres educada conmigo vas a hacer lo que yo intento contigo. El problema es… Cuando se juntan dos personas educadas no hay problema, el problema es cuando uno tiene educación y otro no, ahí tendríamos que… Entonces, ¿a qué tiende la educación? A hacer la vida más agradable a los demás. Yo creo que hay dos objetivos básicos de la educación, además de otros muchos y sumamente respetables. Uno, es hacernos más listos. Y dos, mejores personas. Esto no quita que, evidentemente, tengamos que tener en cuenta que la finalidad tiene que ser el saber.

»Cuando se habla de saber se intuyen conceptos. El conceptualismo. Yo puedo hablar de saber trabajar y necesito, por supuesto, del dominio de esos conceptos. Pero también hablo de saber convivir, de saber estar, de saber sentir. Son los sentimientos que generamos en los niños los que deciden la actividad que les enamora. Yo hablo de ese saber, lo que quiere decir que, si la educación tiene una misión, es cambiar el “aprender a aprender” por “aprender a saber”. El “aprender a aprender” está muy bien, pero es camino, es como si el tren no parara nunca y dices: “Oiga, yo quiero parar, quiero ver esta estación”. Está muy bien, es necesario, pero también habrá que encontrar el “aprender a saber”. Mirándolo de esta manera, ser más listos y mejores personas, la educación debería plantearse que las asignaturas no son fines en sí mismas: Lenguaje, Matemáticas, Biología… sino medios a partir de los cuales yo desarrollo a la persona. Lo importante es la persona». E4

José Antonio Fernández Bravo

Natural de Pozuelo de Alarcón (Madrid, España), es doctor en Ciencias de la Educación, investigador y escritor. Cuenta con tres maestrías sobre lógica, formación del profesorado y diseño educacional. Su pensamiento educativo se alimenta a partes iguales de amor y de humor. «Observar y enseñar desde el cerebro del que aprende» son los pilares de su fórmula pedagógica. «Se trata de amar lo que haces, amando a aquel al que diriges lo que haces», asegura.

Es autor de más de un centenar de obras sobre educación y aprendizaje. Goza de reconocimiento nacional e internacional por su carácter innovador y por la brillante adaptación de la función docente en la didáctica de la matemática.

Obtuvo el Premio de Metodología Creativa (Italia, 2009), por el libro La resolución de problemas matemáticos. Creatividad y razonamiento en la mente de los niños.

En su sitio web, advierte que «sigo animado por el convencimiento de que no hay aprendizaje donde no haya desafío que provoque en el alumno una necesidad a su “querer conocer”. Dedico mi vida a escuchar a los niños y persigo, para el avance educativo, un cambio radical de estado mental y nivel de consciencia. Sueño con el que enseña, el despertar para el que aprende; construyendo la escuela que no existe para el alumno que no llega».

Ocho acciones para la intervención educativa:

  1. Provocar sonrisas en el que aprende.
  2. Abrir nuestra mente para escucharles.
  3. Entender sus preocupaciones, sus ilusiones y sus necesidades.
  4. Despertar la curiosidad y las curiosidades.
  5. Lograr que crean en sí mismos.
  6. Conseguir que sean los creadores de algo y que sean conscientes de ello.
  7. Desarrollar un pensamiento crítico y positivo.
  8. Permitir que participen con el mundo, que dialoguen con el universo, haciendo uso de: la claridad, el empeño, el trabajo y el amor.

Aprendemos juntos 2030

Se trata de aprender, sí. Pero de la mano de reconocidos especialistas en cada una de sus materias. «Aprendemos juntos 2030» es una iniciativa del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) que cuenta con el reconocimiento de Naciones Unidas por su contribución a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y cuyo propósito es «poner al alcance de todos las oportunidades de esta nueva era».

En su sitio web oficial se reconocen como «el altavoz de las mentes más brillantes que, a través de mensajes útiles e inspiradores, nos animan a luchar por una sociedad más inclusiva y respetuosa con el planeta». Pretenden así, fomentar la educación a través de la sostenibilidad para ayudar a las personas a construir un futuro más verde e inclusivo.

«Admiramos a las personas que se dedican a la enseñanza y que encienden la llama del descubrimiento. Aportamos herramientas, experiencias y conocimientos para que cada persona tenga la oportunidad de vivir de la mejor forma posible», agregan. Para ello dividen su contenido entre el público infantil y juvenil. Cuentan con un apartado para soluciones a problemas de género diverso, pero, indiscutiblemente, su sección más frecuentada es la de videos inspiradores, los cuales también se subdividen según su naturaleza. Pueden estar orientados a las personas, el planeta, la educación y el trabajo, la diversidad, y la economía responsable.

Entre las personalidades que han colaborado con estos videos se encuentran el exfutbolista y educador, Lilian Thuram, autor del libro El pensamiento blanco, quien ha dedicado los más recientes años de su carrera a luchar contra el racismo desde la educación y la divulgación; Stanislas Dehaene, uno de los mayores expertos mundiales en neurociencia cognitiva; Khalida Popal, excapitana de la selección femenina de futbol de Afganistán y fundadora de la organización Girl Power; Andrea Wulf, historiadora y escritora; y los terapeutas Jorge Bucay y Demián Bucay.

Versión mexicana

México también tuvo su serie «Aprendamos juntos» aunque con un propósito y un formato muy diferente. Fue en 1982 que el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) echó a andar este proyecto, de la cual múltiples cadenas de televisión hicieron eco como parte de una cruzada de alfabetización en todo el país.

Este «Aprendamos juntos» no solo educaba, sino que también entretenía a la audiencia con su mezcla de drama y comedia. Durante tres episodios cada semana, de lunes a miércoles, los televidentes se sumergían en el mundo de la enseñanza. Cada clase de la serie presentaba una nueva palabra que los personajes exploraban y aprendían, proporcionando una lección de alfabetización.

Los jueves ofrecían un resumen informativo de las clases anteriores, brindando un repaso esencial para los espectadores. Y los viernes la serie ofrecía un colofón de lo estudiado y abría paso a los temas de la próxima semana. E4

La Habana, 1975. Escritor, editor y periodista. Es autor de los libros El nieto del lobo, (Pen)últimas palabras, A escondidas de la memoria e Historias de la corte sana. Textos suyos han aparecido en diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales. Actualmente es columnista de Espacio 4 y de la revista hispanoamericana de cultura Otrolunes.

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