La crueldad: el pecado capital por antonomasia

Que todos los seres vivos permanezcan libres de dolores

Oración india

Schopenhauer, en Los dos problemas fundamentales de la ética, observa con tino que en cuestiones de moralidad nos topamos con tres móviles fundamentales: actuar por egoísmo, actuar por crueldad o maldad, o actuar por compasión. Los dos primeros móviles son reprobables. Claro que la crueldad rebasa por la derecha al egoísmo. Y yo preferiría decir «egocentrismo», pues el egoísmo puede estar emparentado con el positivo y bienvenido «amor propio». Además, nótese que crueldad y maldad aparecen como intercambiables. Si queremos explicar qué es la maldad, desentrañar el significado de la crueldad ayuda, porque ésta es el reflejo fiel de la falta de empatía y es bien sabido que esto es la maldad.

Schopenhauer formula, en pocas palabras, lo que puede ser el lema de la persona ética: neminem laede («no dañes o no ofendas a nadie») e immo omnes, quantum potes, juva («ayuda a todos cuanto puedas»). Para este filósofo, el fundamento de la moral es la compasión. En esto coincide, como él mismo lo asegura, con el budismo y el cristianismo. «La crueldad es directamente lo contrario de la compasión». (Los dos problemas fundamentales de la ética, p. 257) Y aunque no creo que la compasión sea el fundamento de la moral —estoy por el respeto kantiano—, sí considero esencial incorporar a nuestro actuar ético esta dimensión samaritana.

Hace tiempo leí una encuesta de la BBC de Londres (de marzo de 2005) que colocaba a la crueldad como el pecado capital de nuestros días, el pecado capital por antonomasia. Sabido es que los pecados capitales tradicionales son siete: soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia, gula y lujuria. Antaño se observó que la soberbia es el pecado capital que mayor daño provoca en su entorno. La encuesta reveló que los dos pecados capitales de la sociedad contemporánea son la crueldad (con el 39% de los votos) y el adulterio (con el 11%). La hipocresía, los prejuicios, la deshonestidad, la codicia y el egoísmo han pasado a ocupar los lugares que antes detentaban la soberbia, la pereza, la lujuria, la gula, etcétera. Coincido con la mayoría de los votantes: la crueldad es sumamente destructiva. Aunque en realidad la crueldad es una forma de la soberbia en tanto que se aprovecha de los débiles. Provoca dolor y no estamos llamados para el sufrimiento. «Que todos los seres vivos permanezcan libres de dolores», como apunta el epígrafe.

Muchas son las formas de crueldad. La trata de personas, el bullying escolar, el maltrato animal, etcétera, son algunos de los modos detestables de infligir dolor a los seres vivos. La forma más refinada de la crueldad es el sadismo. Esto nos obliga a recuperar la memoria de Donatien Alphonse François, el famoso Marqués de Sade. En su literatura profesionalizó la crueldad. Propone disfrutar a costillas del sufrimiento del otro. Basta ver la cinta de Pasolini, Saló o los 120 días de Sodoma, inspirada en la obra del marqués, Los 120 días de Sodoma o la escuela del libertinaje, para estremecerse ante tanta barbarie. Por alguna razón, George Bataille calificó su obra de «apología del crimen». Y es que el sadismo implica experimentar placer al cometer actos de crueldad contra los ilotas.

La protesta contra la crueldad hacia los animales se ha puesto de moda. Y está bien. Hay que reverenciar la vida toda (Albert Schweitzer). Aunque ello no debe desviar nuestra atención en la cruzada contra la crueldad y en pro de la compasión respecto de los seres humanos. El antídoto contra la crueldad es la compasión. Schopenhauer señala de manera inteligente: «El ser que no conoce la conmiseración está fuera de la humanidad y esta misma palabra “humanidad” se toma a menudo como sinónimo de conmiseración (…) Una compasión sin límites hacia todos los seres vivientes es la prenda más firme y segura de la conducta moral».(El amor, las mujeres, la muerte y otros temas, pp. 310-311) De nuevo arroja luz el controvertido filósofo alemán.

Referencias:

Schopenhauer, Arthur, La sabiduría de la vida. En torno a la filosofía. El amor, las mujeres, la muerte y otros temas, Trad. de Eduardo González Blanco, Porrúa, Colección «Sepan cuantos…», No. 455, México, 1984.

Schopenhauer, Arthur, Los dos problemas fundamentales de la ética, Trad. de Pilar López de Santa María, Siglo XXI, Madrid, 1993.

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