Ah! La voz hipocorístico proviene del griego hipokoristikós/acariciante.
Y dice María Moliner: «se aplica los diminutivos o deformaciones de los nombres, propios o comunes, que se aplican a alguien en lenguaje familiar o como apelativos cariñosos como, por ejemplo, Pepe, Paco, Charo. También a los diminutivos usados eufemísticamente». Hasta aquí la cita. Por eso a los diminutivos también se les llama cariñativos.
A veces el hipocorístico tiene resonancia sonora o semántica con su fuente de origen.
Digamos: de José María surge Che (José) y Ma (María):
Chema en otras ocasiones no tiene ni pajolera relación con el original como, por ejemplo, de Refugio se dice Cuquita y, en otras ocasiones, surgen del afán sajonizante: a Roberto le dicen Bobby y a Jaime le dicen Jimmy. Hay hipocorísticos (el apodo que deriva del nombre) como Licha (de Alicia) o como Concha (de Concepción).
Y otros que son la versión abreviada o apocopada: como Rafa o Rafita de Rafael o que recuperan la sufijación creativa o paragoge: como Lupe de (Guada) Lupe.De Eloísa se deriva Locha; Vero procede de Verónica y Sofi es una contracción de Sofía.
Yo, por mi parte, comulgo de dos hipocorísticos. Gil de Gilberto y Beto que participa como hipocorístico de todos quienes terminan su nombre en Berto (desde Dagoberto hasta Rigoberto) y una larga fila de etcéteras.
Mercedes es Meche y Santi es Santiago y Fede es Federico y Javier es Javi y Miguel es Mike y Patricia es Patty (así con doble t) y Tere es el apócope de Teresa. Sin embargo hay un hipocorístico singular que me hizo recordar al célebre receptor mexicano Gregorio Luque, y es Goyo.
Cuanto cariño. ¡Ah!