El presidente de la República Mexicana, Andrés Manuel López Obrador, dice que la ministra presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, dirige ese poder gracias a él ya que no intervino en su elección como lo hacían los anteriores presidentes del país, pues los ministros electores ahora lo hacen con total libertad sin la intromisión presidencial.
Esa opinión carece de raciocinio pues la ministra ocupa el cargo de presidente de la Corte de acuerdo al voto que de ella hicieron los ministros perteneciente a ese órgano judicial y al rechazo de la ministra Jazmín Esquivel Mossa —que quiso ser impuesta por el titular del Ejecutivo Federal— debido a los escandalosos actos irregulares que presuntamente cometió para obtener el título de Licenciada en Derecho que otorga la Universidad Autónoma de México (UNAM) culpándola de que presumiblemente plagió parte de la tesis de otro alumno, y que en estos momentos está por determinarse si así fue e imponer la sanción correspondiente.
Tomando en cuenta lo dicho por el presidente López en el sentido de que se debe a él la elección de la ministra Piña, de la misma manera podríamos decir que si él es presidente de México es gracias al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y al Partido Acción Nacional (PAN) que han sido calificados como Gobiernos corruptos y, por lo tanto, la ciudadanía optó por otra posibilidad la cual lo llevó encabezar el Poder Ejecutivo Federal por Morena.
López Obrador quiso justificar mediante una habilidad política ese tipo de declaraciones fuera de contexto que no se los cree ni Walt Disney, y que pretendía sumar el control de ese Poder al del Legislativo, cuyos entes robotizados solo poseen un botón que al accionarlo echa andar la obsecuencia presidencial.
El discurso que pronunció la ministra Piña durante el evento conmemorativo de la promulgación de la Constitución de 1917 no tiene desperdicio y debe ser analizado objetivamente, pues en forma por demás fina y respetuosa llena de sabiduría, preconizó la dignidad y el decoro aposentada en la Corte asestando un golpe que con su dureza rompió bloques de hierro, y que seguramente no fue comprendido por algunos de los que ocuparon los lugares en el Teatro de la República en Querétaro, sede del evento.
El desdén que el presidente pretendió proferir en la ceremonia aludida a la ministra Norma Piña y al diputado Santiago Creel, cuyo discurso en el mismo ceremonial puntualizó en forma clara y valiente el papel que el Congreso Federal tiene y que, al buen entendedor, tuvo los alcances que dio a comprender que no fue a ellos en los que recayó la falta de respeto sino en lo que representan, es decir, a la legalidad y a la ciudadanía.
Pero por lo visto las reglas y protocolos de las ceremonias oficiales donde concurren los tres poderes los hace a un lado y logra que prevalezcan sus decisiones violando toda normatividad, si no refresquemos las palabras cuando dijo «no me vengan con que la ley es la ley» o aquella otra frase: «al diablo con las instituciones». ¿Cree usted que un verdadero jefe de Estado pronuncie esas frases? Entendamos, es la ley de la selva la que quiere imponer.
Transitemos con prudencia el año y medio que le falta al presente sexenio federal para su conclusión, tiempo en que los mexicanos debemos redoblar nuestras fuerzas para no volver a aceptar Gobiernos autócratas y unirnos con mayor énfasis para no dejar que esta ola maligna que nos quiere fulminar avance.
Tengamos cuidado con nuestro voto el próximo 2024 de manera que se pueda frenar a Morena para no seguir siendo gobernados por una caterva de improvisados.
Mientras llega esa fecha sigamos frenando las embestidas que nos quieren seguir dando el corifeo y sus partidarios que han contribuido a carcomer al país.
Se lo digo en serio.