Disfrutemos la tregua que nos dejaron las fiestas de la Navidad y el Año Nuevo. Olvidemos por unos días el ir y venir de los asuntos políticos que nos envuelven en su cotidianidad, posponiendo la opinión y la exposición en los medios de manera que gocemos sanamente disfrutando el ambiente sin intromisiones que lo contaminen.
Hemos terminado el año 2021 e iniciamos el 2022 de este siglo que esperemos venga más purificado, y que ya entrados en la definición de los candidatos a la gubernatura, ésta sea producida en forma civilizada sin la necesidad de provocar pugnas dentro de los partidos políticos, con el fin de que el sistema democrático no sufra menoscabo.
El país va terminando el año viviendo absurdos basados en una mitomanía matutina que lleva ya la mitad del sexenio, cuya falta de respeto nos prodiga diariamente pensando que somos carentes de instrucción educativa y no entendemos lo que desquiciadamente nos dicen, y que tiene sometidos a los estados restándoles presupuesto que les corresponde mediante una perversidad que lastima, queriendo proyectar un nacionalismo tapizado con tintes quiméricos, y disculpe por lo rebuscado de las palabras anteriores, pero es muy claro que el camino, al menos hasta ahora, nos ha llevado con una parsimonia tal que seguramente así llegaremos a la meta del actual sexenio, con una nación deteriorada en la totalidad del abanico de la actividad en la que se ve englobada una República aturdida por los duros martillazos de los acontecimientos, al endilgarnos obras faraónicas cuya velocidad en su construcción la impone el propio Ejecutivo federal.
Por lo que respecta a Coahuila en este quinto año de administración, está empezando el declive del gobernador acentuado con las restricciones monetarias que seguramente seguirán en 2022, por lo que se tendrá la necesidad de ir ajustando partidas sabiendo privilegiar entre lo importante y lo urgente, experiencia que ha adquirido el Ejecutivo estatal, pues ya han sido tres años en los que ha tenido que tapar pozos haciendo otros, pues aunque se diga que no, la federación en el transcurso del año descuenta cantidades de dinero con ajustes recurrentes como acciones vengativas por no coincidir con los criterios presidenciales, pues en nuestro caso, uno de ellos es por las preferencias locales al ser miembro de la alianza federalista de gobernadores y dejar de lado la Conago, que finalmente es la que ha prevalecido y que el presidente avaló en la última reunión, y que el gobernador, saliendo al paso, externó su opinión diciendo que ese ente no sirve para nada, cuyo comentario fue mal visto por el presidente lo que incide en la resta de los dineros de apoyo al Estado que por extensión perjudica a la ciudadanía coahuilense.
Mientras en Saltillo, el alcalde está cerrando su administración con inauguraciones cotidianas de obras que ofreció al inicio de su gobierno y que ahora las cumple dejando en orden el gobierno municipal, con la seguridad de encaminarse a formar parte del gabinete estatal que lo catapulte a la carrera gubernamental, dejándole la silla limpia a Chema Fraustro.
Por fortuna, el alcalde electo tiene antecedentes de cumplimiento en los trabajos desarrollados con resultados positivos, uno de ellos es que en los últimos años fue un punto de apoyo muy importante en que descansó el actual gobernador, y que por «su condición juiciosa, transparente y su olfato político le da la oportunidad de tejer fino lo que le valdrá alcanzar la presidencia capitalina» como lo predije el 13 de marzo de 2020 en mi columna, sosteniendo que su trabajo al frente de la alcaldía de Saltillo dará los resultados que beneficiarían a los saltillenses.
Entretanto deseo dejar el testimonio de mi más íntima gratitud por hacerme el favor de leerme, y enviarles un abrazo en estas fiestas acompañadas de salud, trabajo y bienestar.
Se lo digo en serio.