Democracia con mano de mujer

«El progreso es imposible sin cambio; y aquellos que no pueden cambiar sus mentes no pueden cambiar nada».

Sir Bernard Shaw

Jamás ha conocido este país la impronta femenina desde la primera magistratura, jamás ha vivido esta patria inmensa cuya silueta territorial es femenina, la sensibilidad de un liderazgo bien distinto del de los varones, y nótese que no he expresado mejor, sino simplemente distinto. Se tiene a la vuelta de la esquina la posibilidad de elegir a una para que dirija los destinos de esta noble tierra en el sexenio 2024-2030.

El mundo fue diseñado por varones, y así ha permanecido por siglos, sin duda que ha habido adaptaciones, pero continúa imperando la concepción masculina. Si usted suma los países hoy día gobernados por mujeres, pues todavía mi género está en las minorías. Y no es queja, es una afirmación comprobable, veraz. El arribo de las primeras por elecciones constitucionales se dio apenas en el siglo XX.

En México es fecha que no tenemos ninguna. Gobernadoras ya, contadas con los dedos, alcaldesas también, y legisladoras, pero titulares del Ejecutivo no. ¿Por qué? ¿A qué se debe tanta tardanza? ¿Qué factores, que eventos, que razones o sin razones se han interpuesto, para que eso suceda? Todos venimos de una madre, hay mujeres a lo largo de toda nuestra existencia compartiendo, valga la redundancia, espacio y tiempo.

Una nos parió, nos crió, nos formó, nos cuidó, nos hizo personas, y no estoy ninguneando a los papás, pero en este momento quiero centrarme en nosotras, nos reprendió, nos besó, nos abrazó, estuvo ahí cuando vivimos un quebranto, una enfermedad, y también rió al unísono celebrando nuestras alegrías y nuestras victorias. Y muchas veces no hubo papá y sola sacó adelante a sus criaturas. Las mujeres tenemos carácter, talante, presencia, energía, inteligencia, talento, etc., igual que los varones, pero es fecha que en México no hemos tenido una presidente de la república.

Tampoco los gringos le han dado la bienvenida a una dama como jefa de Estado. Sigue prevaleciendo el patriarcado. De acuerdo con NU Mujeres, en este 2023 hay 20 mujeres que se desempeñan como presidentas o primeras ministras, lo que significa que con el ritmo actual, la igualdad de género en las más altas esferas de decisión se logrará hasta dentro de 130 años. Pues estamos aviados.

Fueron victorias sin precedente el que Golda Meir haya sido primer ministra de Israel en 1969, Indira Priyadarshini Gandhi, de la India, entre 1966 y 1977 y nuevamente de 1980 hasta su muerte en 1984. Por supuesto Margaret Thatcher, primera ministra del Reino Unido, del 4 de mayo de 1979 al 28 de noviembre de 1990. Y de mi admirada premier alemana Angela Merkel, mucho más reciente que las tres mencionadas. Y las cuatro dejaron huella, se distinguieron como gobernantes. Indira pagó con su vida y Meir fue denigrada injustamente en Israel.

Parafraseando al insigne dramaturgo y polemista irlandés, Bernard Shaw: «El progreso es imposible sin cambio; y aquellos que no pueden cambiar sus mentes no pueden cambiar nada», me rebela que a estas alturas, pleno siglo XXI, se siga casado con lastres de pasado.

Ser mujer no es sinónimo de blandengue, podemos ser delicadas, y bendito Dios que lo somos, porque sin esto el mundo hace siglos, habría muerto de frío, pero también somos estoicas y más fuertes y aguerridas de lo que se piensa. Podemos hablar el lenguaje del concilio y del encuentro como nadie, se nos da de manera natural, pero también llevamos una fortaleza interior, a prueba de adversidad y de desesperanza. No ha sido fácil demostrar nuestra valía, en un mundo, repito, diseñado bajo pautas masculinas y cargado aún de machismo, sí, de machismo, enseñado y solapado por las propias mujeres. Todavía hay, tristemente, muchas mujeres que «educan» a su hijos para ser machos y a sus hijas para ser invisibles y sumisas.

Y eso sale a la realidad del día. Nada más revise los índices de feminicidios cometidos en nuestro país. Desde enero de 2023, un total de 426 asesinatos de mujeres son investigados como feminicidios, de acuerdo al Sistema Nacional de Seguridad Pública. Solo en 2022 y de acuerdo con los datos que da el Instituto Nacional de Estadística (Inegi), un total de 3 mil 800 mujeres fueron asesinadas de manera violenta. De enero a julio, suman mil 516 víctimas mujeres de homicidio doloso en México, esto quiere decir que por día se registran siete víctimas de la violencia. La mayoría de los feminicidios son cometidos por una pareja actual o anterior de la víctima e incluyen maltrato repetido en el hogar, amenazas o intimidación, violencia sexual, entre otros.

 No es fácil erradicar esta cultura amasada en siglos de dominación masculina que pervive, no obstante que estamos en el tiempo de la revolución tecnológica, de los grandes movimientos libertarios feministas, del reconocimiento a nivel constitucional de que las mujeres y los hombres somos iguales ante la ley. ¿Y luego? Siempre hemos sido capaces de absolutamente todo, por una razón que no admite conjeturas, porque somos personas, y al serlo, hombres y mujeres, podemos pensar, razonar, discernir, crear, construir, transformar, etc., etc.

Es momento de romper estereotipos y entender meridianamente el respeto a nuestra condición de iguales en todos los ámbitos del quehacer humano, y por ende mandar al cajón de entelequias el patriarcado. Ya no cabe en este siglo, es contra natura mantener una desigualdad injustificable. No toleremos ni un minuto más una «igualdad por decreto», tenemos que dejar bien claro que estamos listas para dirigir un país tan grande, tan vasto, tan diverso, diferente en el norte y en sur, y no obstante somos uno.

Las mentes pequeñas, las mezquindades, van a seguir existiendo, pero cada vez irán a la baja, porque la cultura cambia. Nuestras abuelas, nuestras madres, eran consideradas como seres incapaces de tomar decisiones, absurdamente, pero así marchaba el mundo, pero eso es ayer. No se vale retroceder. Por eso subrayo que es bien importante la influencia que las mujeres tenemos sobre nuestros hijos. Vayan al demonio los prejuicios. Yo tuve la fortuna de ser educada para convivir con los varones como mis iguales. Son mis pares y tengo hasta la fecha grandes amigos. Hoy día hay mucho que aprender, y sobre todo tener bien claro, que el mundo es de ambos y que necesita de lo femenino y de lo masculino para brillar en todo su esplendor.

Soy una convencida, no por mi condición de mujer, sino de mi dignidad pensante, que México debe abrirle la puerta a un liderazgo femenino en la presidencia de la República. Sesenta varones han sido presidentes en nuestro país de 1822 a la fecha, dos repitieron, Santana y Díaz, otros estuvieron un rato, pero jamás una mujer. ¿Ya es hora no?

Y no por concesión graciosa sino porque podemos. Un liderazgo femenino es lo que este país necesita en el XXI. No quiero ser repetitiva, porque ya lo he expresado en párrafos anteriores y en otros textos, pero nuestra democracia va a salir ganando cuando una mujer dirija los destinos de nuestro país y todo indica que será mujer la próxima presidente.

Yo quiero, en primer lugar, una presidenta que sea auténtica, que no finja lo que no es. Que no le tiemblen las corvas para tomar decisiones a favor de los mexicanos, que promueva el encuentro y el diálogo con todas las fuerzas políticas del país, que se mantenga libre y sin ataduras y no se olvide jamás que a los que sirve es a los mexicanos. Que fortalezca las instituciones y el estado de derecho, no con lengua, sino con hechos, que escuche más y hable menos. Que privilegie la educación, la salud y la seguridad pública, con esto bien atendido la economía va a crecer y el desarrollo integral va a darse.

Necesitamos una presidente visionaria, que con los pies bien plantados sobre la tierra tenga los tamaños de mirar más allá de lo que otros alcanzan, y abra camino para que México se convierta en un país vivible para todos, con los grandes cambios que se requieren en este siglo XXI. Que ponga su experiencia de vida a disposición de su patria, que no levite, que tenga siempre la humildad de las personas de alma grande y que no mienta, necesitamos los mexicanos recuperar la confianza en la política y en los políticos. Que forme su gabinete con gente brillante y sin hambre de dinero ajeno.

Asimismo, que no considere a los legisladores como sus tristes mozos para hacer reformas a modo, o cómplices para amarres en lo oscuro a costa del bienestar de la población.

Hago un paréntesis, para solicitar a los próximos diputados federales y senadores que tengan los tamaños de realizar una reforma de fondo que ponga al Ejecutivo al mismo nivel de los otros dos poderes.

Sigo, que regrese a vivir a Los Pinos, nos sale muy caro pagar el mantenimiento de un edificio del siglo XVI, pero que sí abra sus puertas a «la igualdad entre todas y todos». Y aprovechando el viaje, no más políticos acartonados hablando con ese acento odioso que se generó en tantas décadas de ejercicio de poder omnímodo.

En fin, sin duda que hay mucho más que decir, pero el espacio se acaba. Yo ya sé a quien quiero en el poder Ejecutivo de la Unión. Y espero que a usted, generoso leyente, le suceda lo mismo.

Licenciada en Derecho, egresada de la UNAM. Posee varios diplomados, entre los que destacan Análisis Político, en la UIA; El debate nacional, en UANL; Formación de educadores para la democracia, en el IFE; Psicología de género y procuración de justicia. Colabora en Espacio 4, Vanguardia y en otros medios de comunicación.

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