¿Podría la ciencia curar la estupidez humana?

En la búsqueda de nuestro lugar en el Cosmos, los humanos hemos enviado naves y sondas exploratorias a planetas y territorios alejados de la tierra. Así es como hemos podido observar los cráteres de la luna, los desiertos desolados de Marte, las nubes tóxicas de Júpiter. Gracias a la exploración espacial, hemos llegado más allá de los confines del sistema solar con la sonda Voyager I y todos los días, enormes telescopios escudriñan en la galaxia, soles y planetas en un intento por escuchar o ver acaso un guiño de alguien allá afuera.

Pero en esta Odisea, nos hemos detenido muy poco a investigar al kilo y medio de materia gris y blanca que tenemos entre nuestros oídos y que permite obtener todo ese conocimiento. Me refiero al más complejo y misterioso objeto de todo el Universo: el cerebro humano.

El cerebro controla todo aquello que hoy damos por sentado, como puede ser hablar con un amigo, escuchar música y levantar una taza de café, todas estas acciones tan simples, pero que requieren la cooperación y funcionamiento de varias de sus regiones. Un órgano poco explorado y desconocido, en el cual los avances de la ciencia médica son escasos para comprender a detalle los orígenes de la cognición, percepción y otras actividades cerebrales enigmáticas, que pueden conducir a tratamientos efectivos contra el autismo, epilepsia, alzheimer, el mal de Parkinson o los trastornos del estado de ánimo como la depresión y la bipolaridad.

Fue un estudio que la revista científica Nature publicó hace algunos años, en donde muchos expertos llamaron un hito en la neurociencia, pues se trató de un nuevo y espectacular mapa del cerebro, que detalla casi 100 regiones previamente desconocidas; una ojeada sin precedente a la maquinaria de la mente humana.

El resultado, en concreto, fue un mapa que permitirá comparaciones más detalladas entre los humanos y otros primates y que, además, arrojó luz sobre cómo evolucionaron nuestros cerebros, y que podría resultar de gran ayuda para los neurocirujanos, ya que pueden decidir dónde insertar su bisturí y tener éxito.

Los científicos se basan en este mapa, como un intento de entender todos los aspectos del cerebro, la forma en que se desarrolla en los niños, hasta como puede ser corrompido por enfermedades como el alzheimer y la esquizofrenia. «Este mapa se debe considerar como la versión 1.0», dijo Matthew F. Glasser, neurocientífico de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington y autor principal del estudio. «Puede haber una versión 2.0, pues esperamos que el mapa pueda evolucionar a medida que la ciencia progresa».

En este proyecto el doctor Glasser y su equipo se basaron en los datos recogidos por el Proyecto Human Connectome, en donde mil 200 voluntarios fueron estudiados con nuevos y potentes escáneres que registran imágenes de alta resolución del cerebro y su actividad durante las pruebas de memoria, lenguaje y otros tipos de pensamiento.

El resultado es un mapa que incluye 83 regiones del cerebro conocidas y 97 que eran desconocidas. Se trata de una especie de «mapamundi» con la división de países, océanos, pliegues montañosos y todo aquello que conforma el cerebro, pero en este caso, asignando a cada región las tareas mentales que pueden ir desde el área a cargo de la toma de decisiones, a la que es responsable que suframos una decepción o una depresión.

En un futuro, quizás podamos mapear la conducta humana y conocer en qué parte del cerebro radica la felicidad e idear una operación para darla por sentada en nuestras vidas. Es probable que la ciencia nos sorprenda y detecte donde es que se produce el odio, los deseos de poder sobre cualquier cosa, la ambición sin límites, la intolerancia, y el momento ese tan clásico en que nos cegamos ante la realidad. Ya sería mucho pedir, que pudiera detectarse el porqué algunos llegan a creerse genios o acaso inteligentes, cuando sus acciones denotan todo lo contrario.

Pero lo que ya sería algo equiparable a tener el mapa del tesoro, es que con la ayuda de esta herramienta, se pueda guiar a los neurocientíficos a encontrar la zona cerebral en donde reside la estupidez humana. Curarla, ya es otra cosa, pues eso entra en los terrenos de los milagros y yo no creo en ellos.

Es editorialista de diversos medios de comunicación, entre ellos Espacio 4, Vanguardia y las revistas Metrópoli y Proyección Empresarial, donde escribe sobres temas culturales, religiosos y de ciencia, tecnología e innovación. Es comentarista del noticiero “Al 100” de la estación de Radio La Reina de FM en Saltillo.

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