Democracia de papel (sanitario)

Encontrar artículos firmados desde Estados Unidos, España, México o, por supuesto, desde Cuba misma, donde se critica al régimen (pos)castrista a causa de la falta de libertades, la constante violación de derechos humanos y los atropellos que, en nombre de la salvaguarda de la revolución cubana, se llevan a cabo un día sí y otro también, no representa un acontecimiento inusual. Sin embargo, encontrar una organización de renombre internacional y probada seriedad, como Artículo 19, que se interese por el tema, sí representa un llamado de atención.

Para quienes aún no conozcan a este equipo de trabajo, Artículo 19 —Article 19 es su nombre original en inglés— se fundó en Londres, Reino Unido, en 1987, y toma su nombre del Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: «Toda persona tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión, este derecho incluye la libertad de sostener opiniones sin interferencia y buscar, recibir y difundir informaciones e ideas por cualquier medio y sin consideración de fronteras».

En 2006 su Oficina para México y Centroamérica inició operaciones y es uno de los más dignos y fiables representantes en la lucha a favor de las libertades que deberían estar presentes en toda democracia. Reconozco que, en lo personal, sigo muy de cerca sus publicaciones sobre la agresión contra periodistas en México.

¿Cuál no sería mi sorpresa al toparme con un trabajo titulado «Democracia de papel. Informe Cuba 2021» en el que señala las deficiencias, peligros y abusos que el Gobierno de La Habana sostiene a lo largo y ancho del territorio nacional.

«Las detenciones arbitrarias, el encarcelamiento, la vigilancia, la represión, el asedio legal y la persecución criminal, ocurren de manera sistemática y generalizada. Pareciera insignificante frente a al alza de asesinatos de periodistas en la región, pero el Gobierno de la isla ha aprendido a imponer el silencio “matando el periodismo”», apunta el documento.

No cabe duda de que la cortina de humo que envolvió a la mayor de las Antillas por más de treinta años ininterrumpidos —sostenida históricamente por la educación, la salud y el deporte— hoy no resulta suficiente para que la ardua realidad en la que subsisten la mayoría de los cubanos se conozca más allá de sus fronteras.

La protesta popular del 11 de julio (11-07) aún hace eco en el mundo y ha de considerarse —por razones de organización, dimensiones y repercusión— un parteaguas en la historia reciente del país. El eslogan «Patria y vida» ha logrado aunar más voluntades que el cardumen de grupos opositores que nada bajo las aguas de la clandestinidad. Si bien es difícil aceptar que se trató de un levantamiento espontáneo, como muchos de sus participantes insisten en definir —para salvar el pellejo yo también lo haría sin pensarlo— su carácter masivo y organizado lo hace superar con creces al Maleconazo de 1994 o el éxodo del Mariel en 1980, orquestado este último por el oficialismo cubano a raíz de presiones estadounidenses.

Del 11-07 apunta Artículo 19: «La protesta social del Movimiento San Isidro en los meses de noviembre y diciembre de 2020 y, después, las protestas masivas del 11 de julio de 2021 dieron lugar a una ola represiva similar a la de la Primavera Negra de 2003».

En términos estadísticos, durante el año 2020, Artículo 19: «documentó 681 agresiones en contra de 119 periodistas, activistas y personas defensoras de los derechos humanos. De estas, 65% fueron cometidas en contra de periodistas y 36% contra activistas, artistas y defensores de los derechos humanos que participaron en las protestas de noviembre y diciembre de ese año. Al respecto, es importante advertir que 69% (472) del total de agresiones fueron cometidas en un lapso de seis semanas (del 9 de noviembre al 31 de diciembre de 2020), durante las cuales se desarrollaron las protestas.

»Mientras que en el primer semestre de 2021 se cometieron 656 agresiones en contra de 84 periodistas, activistas, personas defensoras de los derechos humanos y artistas. De estas, 49% (321) fueron perpetradas en contra de periodistas».

Números a un lado, el mensaje resulta evidente: Cuba ha quedado expuesta. Su Gobierno ya no puede meter la cabeza en el agujero del avestruz. Organizaciones de sobrado prestigio como Artículo 19 o Reporteros Sin Fronteras, vigilantes de la libertad de información y los derechos humanos, mantienen a las autoridades cubanas entre los máximos depredadores de la prensa independiente, escudado por la colegiación obligatoria que se impone a los periodistas de pertenecer a los medios reconocidos por el Estado.

Una democracia donde sus ciudadanos no están facultados para salir a la calle y manifestarse sin temor a ser reprimidos, sin la posibilidad de utilizar los medios de comunicación —así sean digitales— para aportar pluralidad de ideas y defender la diversidad de criterios; donde una única ideología tiene cabida y se representa por una única facción partidista, no puede ser tomada en serio en ningún país.

Coincido entonces con Artículo 19: En la mayor de las Antillas la democracia es de papel, pero no de gramaje de 130 g/m2 para folletos y revistas de lujo; no, no… papel higiénico (made in Cuba), del que siempre se rompe y por más que te cuides, terminas manchado de mierda.

La Habana, 1975. Escritor, editor y periodista. Es autor de los libros El nieto del lobo, (Pen)últimas palabras, A escondidas de la memoria e Historias de la corte sana. Textos suyos han aparecido en diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales. Actualmente es columnista de Espacio 4 y de la revista hispanoamericana de cultura Otrolunes.

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