Democracia, lo mejor y lo peor

La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás.

Winston Churchill

Esopo, el padre de la fábula, era un esclavo frigio del siglo V AC. Su amo, Xantus, le ordenó preparar el mejor alimento que conociera para agasajar a invitados muy importantes. Esopo preparó solamente lengua aderezada con diferentes adobos. Los convidados repitieron apeteciblemente cada platillo. Xantus preguntó qué era eso tan delicioso.

—Es lengua, replicó Esopo, me pediste sirviera lo mejor. La lengua es el fundamento de la filosofía y de las ciencias, el órgano de la verdad y la razón. Con la lengua se instruye, se construyen ciudades y civilizaciones, se persuade y se dialoga. Con la lengua se canta, se reza y se declara el amor y la paz. ¿Qué otra cosa puede haber mejor que la lengua?

Xantus comentó a Esopo que ahora invitaría a personas desagradables; por protocolo debería atenderlos, pero deseaba mostrarles su disgusto sirviéndoles una mala comida.

—Prepara la peor comida que sepas cocinar. Ordenó a Esopo.

Esopo sirvió nuevamente lengua, preparándola con desagradable y hasta repugnante sabor que molestó a los comensales.

—¿Qué porquería es esa que serviste? preguntó Xantus.

—Esopo contestó: Lengua. La lengua es la madre de todos los pleitos y discusiones, el origen de separaciones y guerras. Con la lengua se miente, se calumnia, se insulta. Con la lengua se rompen amistades. Es el órgano de la blasfemia e impiedad. No hay nada peor que la lengua, que es más mortal que una daga.

Hace 25 siglos, Clístenes de Atenas propuso la isonomía (igualdad ante la Ley), de donde surgió la democracia, milenario sistema político devotamente alabado y/o amargamente criticado. Nunca dura mucho, surge, se derrocha y muere por un tiempo; resucita y vuelve a agotarse, incluso hasta se ha suicidado; pero jamás deja de ser tema central en toda controversia social.

El Artículo Tercero constitucional establece: fracción II inciso a) «considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo». Si eso es «democracia», concluyo que en el México postconstitucional jamás la ha habido. El arquetipo implantado después de La Revolución no ha garantizado la justicia social, tampoco la rendición de cuentas o transparencia en el gobierno. Se ha entendido «democracia» como simple participación ciudadana en las urnas.

Se manifiesta fatuamente, que solamente puede existir democracia si es vigente un Estado de Derecho, pero realmente las «leyes democráticas» promulgadas por los democráticos no parecen procurar la justicia; siempre ofrecen vericuetos legaloides que protegen a los delincuentes y sirven para que los más atroces criminales puedan burlarse de ellas; protegen todo tipo de robos, en sí graves, pero más criminal es robarse el agua, sobre todo en épocas de sequía. Resguardan malhechores de cuello blanco, quienes con millones logran que políticos y comunicadores hagan creer que castigarlos y/o quitarles el fruto de su rapiña es ilícito; en este sistema el dinero hace legal lo inhumano.

La pregunta más seria es ¿Dónde está su fracaso?, ¿en los demócratas o en la democracia en sí?

Veamos sus ejes positivos: en ella, cualquier persona puede llegar al gobierno; existen cero condiciones (sexo, preparación académica, origen étnico, condición económica, etc.); es al mismo tiempo una utopía escenificada en lo vivencial. Se lucha por ella constantemente y aunque se sienta que ya está vigente, siempre se fundamenta en lo filosófico, jurídico y político que aún no llega en plenitud, que queda camino por andar y sólo puede llegar a su esplendor si todos la defienden y enriquecen. Otro aspecto importante es que siempre mantiene un vacío en el poder que debe llenarse periódicamente, nadie es su dueño eternamente, siempre debe haber sustitución, y generalmente ésta llega mejorando lo anterior. Hospeda un eterno devenir, una visión que empuja perpetuamente los límites del autoritarismo camino a una participación cada vez mayor; sólo puede curarse a sí misma con más democracia; siempre permite ver que «El rey está desnudo…».

Ahora mismo estamos viviendo una «democracia zombi», especialmente en aquellos que deberían ser su paradigma.

Democracia como singularidad

La «singularidad» se define como una característica o cualidad inimitable, algo que existe como único. Una distinción o separación de lo común con respecto a otras concepciones, objetos, fenómenos y procesos de la misma clase o especie, para diferenciarse del resto de sus semejantes. Los científicos hablan de “singularidad enigmática” para el universo que creen existió a partir del Big Bang hace un tiempo finito. Otra singularidad es el corazón de los agujeros negros, donde se rompen todas las leyes conocidas de la naturaleza. El físico teórico Stephen Hawking aseveró que «la naturaleza aborrece las singularidades desnudas».

«El Credo», poema de Ricardo López Méndez (1903-1989), nos abre los ojos para analizar esas singularidades que hoy vive nuestra patria y la hacen única: «México, creo en ti, Como en el vértice de un juramento. Tú hueles a tragedia, tierra mía, y, sin embargo, ríes demasiado, acaso porque sabes que la risa es la envoltura de un dolor callado (…)».

Tirios y troyanos amancebados: el viejo tópico literario referente a adversarios irreconciliables perdió absoluto sentido actualmente; Plutarco Elías Calles logró su sueño al crear el sistema político mexicano de un partido dominante con una oposición cortesana, que finalmente se sumaría a su proyecto. Un partido lanza como su candidata a una gubernatura a una miembro destacada del partido rival. Y en lo que pudiera ser un garlito candoroso, otra máxima figura de su cúspide, agrede lacerantemente a dicha candidata que es su pariente política. Sin embargo, surgen déjá vus: El líder del partido ultraderechista en reunión mundial acusa de corrupción a sus «amigos» actuales, antes enemigos; misma imputación realiza una de sus senadoras en sesión formal, y otro más de ellos condena los dichos de su aliado. Aún vienen más…

Tras cortinas de humo: siempre ha sido inteligente lanzar declaraciones bobas o promover proyectos inviables como centellas en un momento histórico para distraer a políticos, comunicadores y críticos con poca masa gris, para que se peleen por interpretaciones absurdas y hasta irrisorias, solamente para burlarse de ellos mientras expectoran rabia.

Democraticwashing: el «greenwashing» es una práctica mercadotécnica que busca crear imágenes ilusorias de responsabilidad ecológica mientras las acciones van en contra del medio ambiente. Al transferir ese nombre, me refiero a los gritos destemplados de todos los presidentes de partidos políticos actuales que hablan de «democracia plena», pero hoy mismo ninguno de ellos ha sido ajeno a conflictos entre sus agremiados, que los acusan de manejar las elecciones internas a su antojo para asegurarse en el cargo. Esos dirigentes viven una distopía; no les importa cómo les vaya a sus partidos, siempre que a ellos les vaya muy bien, y se autodefiende impunemente.

Corrupción purificada: al igual que lo anterior, esos mismos dirigentes se llenan la boca con frases que exigen honestidad, pero en materia de corrupción son adalides; continuamente aparecen videos y audios auténticos que evidencian su impudicia. Imputaciones que con cinismo inverosímil declaran esos condotieros, que son maledicencias inventadas. Su «huella de corrupción» es incalculable y perenne.

Midas sufragante: Partidos políticos multimillonarios, algunos surgidos exclusivamente para lucrar con recursos públicos. Nuestra democracia los enriquece subvencionándolos. Si ganan, usufructúan un erario pleno; si pierden, el árbitro electoral continuará acaudalándolos.

Club polipartidista de elogios mutuos: era común antes leer a columnistas miembros de esas entidades políticas, elogiar los principios de sus ideólogos (Manuel Gómez Morín o Jesús Reyes Heroles) y rebatir al contrario fundamentándose en ellos; singular y risible es verlos ahora felicitándose mutuamente por visiones que antes hubiesen encendido ánimos y hoy se autoasignan, lastimosamente, panegíricos. Dialéctica en la oposición: ante la perspectiva de que este año la actual oposición pierda varias gubernaturas y suceda algo similar en 2023, significaría prácticamente su desaparición. Actuarán como los equipos callejeros: si triunfan todos, son héroes. Si pierden, exhiben culpas, agrandan errores y surge incertidumbre en la lealtad entre ellos. La nada no existe, siempre algo ocupará el vacío; según la dialéctica Hegel/Marxiana, toda tesis provoca su antítesis; siempre que algo desaparece surgen nuevas propuestas mejores a las anteriores; probablemente la nueva oposición brote del propio vientre dominante: ¿Veremos una oposición hija de la actual gobernanza? Que sea para mejorar este infecto sistema político.

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