Democracia y partidocracia en crisis; el retorno de los «hombres fuertes»

Líderes de movimientos populares, estudiantiles y exguerrilleros se han hecho con el poder en América Latina por la vía de las urnas. El Gobierno de López Obrador no ha dado resultados, pero la falta de una oposición sólida le permite avanzar sus reformas, dominar el escenario político y asegurar la sucesión

El pulso de AMLO con los medios de comunicación

Desigualdad y violencia por débil Estado de derecho

Mientras la partidocracia se regodeaba en el poder, la oligarquía sometía al Estado, las cúpulas empresariales hacían mutis frente a las demandas sociales, los conglomerados mediáticos y la «comentocracia» vivían años de vacas gordas y todo el mundo se conformaba con alternancias vacuas, Andrés Manuel López Obrador se dedicaba a hacer política, a construir una base electoral sólida y a socavar los cimientos de un sistema caduco basado en la venalidad y las complicidades. Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) catalizó el descontento acumulado contra Gobiernos indolentes y partidos burocratizados. Lo mismo ocurre en América y Europa donde el desencanto por la democracia propicia el renacimiento de populismos de derecha e izquierda.

Los golpes de Estado de la segunda mitad del siglo pasado, el fracaso de las luchas armadas por el poder, el aumento de la desigualdad —derivado del modelo económico imperante desde el final de la Guerra Fría— y la concentración de la riqueza reactivaron movimientos y liderazgos que sacudieron las estructuras políticas y sociales. Aunado a lo anterior, el debilitamiento del Estado, el resurgimiento de los nacionalismos y el fenómeno migratorio reavivaron la nostalgia por los hombres fuertes. En ese contexto ascendieron y se afianzaron Donald Trump, Vladímir Putin y Racep Tayyip Erdogan; y en el plano regional, Nayib Bukele. En el mismo entorno, autocracias como la de Daniel Ortega, en Nicaragua, se eternizaron y endurecieron.

«Se acabó el tiempo para dar excusas. (…) AMLO ha fallado en su misión más importante; salvar la vida de decenas de miles de mexicanos».

Jorge Ramos, periodista. “El Gobierno de los muertos”

Líderes de movimientos guerrilleros, populares, sindicales y estudiantiles, algunos de ellos encarcelados por dictaduras militares, encontraron en las urnas cauces pacíficos para hacerse con el poder. Son los casos de José Mujica (Uruguay), Luiz Inácio Lula y Dilma Rousseff (Brasil), Evo Morales (Bolivia), Pedro Castillo (Perú), Andrés Manuel López Obrador (México) y más recientemente Gabriel Boric (Chile) y Gustavo Petro (Colombia). Todos de izquierda. El ascenso de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela, precedido de un intento fallido de golpe de Estado, lo provocó la corrupción de la clase política. En Brasil, un antiguo militar y político de derecha, Jair Bolsonaro, ganó en medio de una tormenta causada por la destitución de Dilma Rousseff  por alterar cuentas fiscales y firmar decretos económicos sin la autorización del Congreso.

«Uno de los grandes problemas de sus opositores es que, por enquistadas razones de clase, les fascina desdeñarlo con motes pedestres, lo cual contribuye a que continúen perdieron casi todas las batallas en su contra»

Jorge Volpi, escritor. “Maquiavelo en Macuspana”.

El militar retirado perdió en primera vuelta la elección para un segundo periodo frente a Lula da Silva. El exlíder sindical y fundador del Partido de los Trabajadores pasó en prisión una temporada por «corrupción pasiva». Sergio Moro, quien condenó a Lula y lo inhabilitó para ser candidato en 2018, fue nombrado por Bolsonaro ministro de Justicia y Seguridad Pública. En marzo de 2021, un juez de la Corte Suprema anuló las sentencias. Moro no era competente para conocer del caso y se abrió una investigación en su contra. El exmagistrado cobró notoriedad por encabezar la Operación Autolavado, la cual conectó con el escándalo Odebrecht.

El escenario en América Latina, dominado por Gobiernos de corte social, como también los son los de Canadá y Estados Unidos, no es casual. Las izquierdas fueron reprimidas por décadas. Sin embargo, el desgaste de la democracia, las políticas neoliberales y la corrupción crearon el caldo de cultivo para el ascenso de líderes carismáticos y disruptivos, los cuales captaron las demandas sociales, ofrecieron atención a las clases desprotegidas y desmantelaron la cultura de los privilegios. El triunfo de Lula da Silva en primera vuelta afianza esa tendencia. Lo mismo pasará si Morena repite en la presidencia en 2024, como todo apunta.

Relación prensa-Gobierno

Andrés Manuel López Obrador dice que es el presidente más criticado del último siglo, con lo cual se equipara a Francisco I. Madero, uno de los héroes tutelares de la Cuarta Transformación. Su reproche a los medios de comunicación es el mismo de Gustavo Madero (hermano del mártir, también asesinado por la dictadura de Victoriano Huerta): «Le muerden la mano a quien les quitó el bozal». Víctima de sus fantasías y desmesuras, AMLO no advierte que también es el jefe de Estado que más motivo ha dado para la crítica, alguna de ella mendaz y sañuda. Él mismo la instiga, la provoca. Sus detractores (analistas, intelectuales, académicos y oligarcas) pican el anzuelo y se desgañitan. Pues en casi cuatro años de embestida mediática, los índices de popularidad del mandatario se mantienen elevados y su partido (Morena) domina el escenario nacional.

Las ruedas de prensa matutinas, instituidas por AMLO como jefe de Gobierno de Ciudad de México, lo acercan con sus votantes y lo alejan de quienes jamás lo serán. Desde Palacio Nacional fija la agenda, rebate con «otros datos», replica a sus adversarios y denuncia a los grupos de poder. Sus predecesores desdeñaban a sus críticos y rara vez concedían entrevistas. López Obrador los afronta y a muchos de ellos los exhibió, con nombres y cantidades millonarias, como proveedores de Gobiernos anteriores. El periodista Jorge Ramos, retenido junto con su equipo en medio de una charla con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha puesto a AMLO contra las cuerdas en varias mañaneras. En la del 22 de septiembre, denunció el fracaso de la estrategia de seguridad y acusó al Gobierno de la 4T de «ser el más violento en la historia moderna del país».

«El presidente ha culpado a los dos Gobiernos que le precedieron de crear las condiciones de la actual violencia en el país. Es posible. Y ha apuntado a una ligerísima baja en el porcentaje de homicidios dolosos y a que no son crímenes de Estado. También es cierto. Pero se acabó el tiempo para dar excusas. (…) AMLO ha fallado en su misión más importante; salvar la vida de decenas de miles de mexicanos. En la mañanera del jueves —donde le agradecí al presidente la oportunidad de preguntar con total libertad— le pedí que rectificara su estrategia. Pero no quiso. “No vamos a cambiar la estrategia porque nos está dando resultados”», me dijo (“El Gobierno de los muertos”, Reforma, 24.09.22).

Los críticos rezuman frustración, pues sus campañas no han surtido efecto ni doblegado al presidente. Escribir cuatro años sobre AMLO los ha vuelto previsibles, repetitivos, redundantes. Bajo la dirección editorial del economista y politólogo Juan Pardinas, expresidente del Instituto Mexicano de Competitividad (Imco), el derechista Grupo Reforma ha perdido el equilibrio y la pluralidad que lo distinguieron en los tiempos de Ramón Alberto Garza y Lázaro Ríos. Las firmas de Jorge Volpi, Jesús Silva Herzog-Márquez, Juan Villoro, Genaro Lozano y pocos más, enriquecen la sección de opinión. Sus análisis rompen la monotonía y ofrecen puntos de vista para un debate de altura.

Plumas como las de Lorenzo Meyer, Eduardo Huchim y René Delgado, las cuales, sin dejar de ser punzantes, señalaban aciertos del Gobierno y desatinos de las oposiciones, emigraron a otros medios luego de ser desplazadas de los diarios de Alejandro Junco. Los textos de Peniley Ramírez refuerzan la sección editorial y demuestran que la investigación y el equilibrio tienen mayor impacto y suman lectores. Alma Delia Murillo, quien anunció un receso, figura entre las columnistas que oxigenan un medio desgastado por su pleito con López Obrador.

4T: errores y resistencias

La resistencia a los cambios de Gobierno es normal en cualquier democracia, pero cuando un partido ejerció el poder de manera ininterrumpida, como pasó con el PRI en México, son mayores las presiones. Máxime cuando la pretensión es modificar el régimen, como en el caso actual. El enquistamiento del PRI en el poder durante 71 años rezagó al país en términos democráticos, económicos y sociales. La alternancia con el PAN devino decepción, pues no produjo los resultados prometidos, en parte porque los presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón aplicaron las mismas recetas neoliberales y no combatieron la corrupción. El retorno del PRI a la presidencia con Peña Nieto marcó el fin del sistema.

La alternancia hacia la izquierda fue consecuencia del hartazgo social, de la crisis de liderazgos, del abandono a los sectores menos favorecidos y de la concentración de privilegios en las elites. La oligarquía impuso sus reglas a Gobiernos débiles y, en la mayoría de los casos, deslegitimados por provenir de elecciones fraudulentas. Andrés Manuel López Obrador, como Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, llegó a la presidencia tras varios intentos y con un amplio respaldo en las urnas. No ha sido el estadista que prometió ser —Lula, sí, sobre todo en su primer mandato— y que muchos esperaban, pero su base de apoyo es mayor a la de cualquier líder y su partido (Morena) encabeza las preferencias para la sucesión de 2024.

López Obrador es un político de la vieja guardia y su idea de país choca con el modelo dominante, pero la globalización también está en declive y tiene enemigos poderosos. La presión demográfica y migratoria, la pobreza y la inseguridad, el desempleo y la falta de oportunidades tienen en jaque a los Gobiernos del mundo. AMLO, como otros líderes, buscan darle al Estado la centralidad perdida frente al mercado, las corporaciones globales y los grandes medios de comunicación, concentrados cada vez más en menos manos. Reporteros Sin Fronteras aborda el tema en «Los oligarcas se van de compras».

Las crisis provocadas por la Covid-19 y la guerra Rusia-Ucrania ahondaron la desigualdad y atizaron los nacionalismos. Para afrontar la escasez de energéticos, Gobiernos de Europa y América Latina han dado pasos para reasumir el control de empresas estratégicas. AMLO ha revertido reformas, algunas de ellas viciadas, para rescatar a Pemex y a la Comisión Federal de Electricidad, abandonadas por décadas para favorecer a empresas nacionales y extranjeras. Esa política contradice los acuerdos internacionales para desarrollar energías renovables y eliminar el uso de combustibles fósiles. AMLO busca consumar la Cuarta Transformación en mundo cambiante.

El presidente ha cometido errores garrafales, pero también afronta resistencias formidables por los intereses afectados y los privilegios cancelados. En un país polarizado, hay quienes apuestan al fracaso del Gobierno sin medir las consecuencias. Los resultados de la 4T son demasiado pobres todavía. Pero al margen de lo que ocurra en la sucesión presidencial del 24, la única certeza es que las cosas no volverán a ser las mismas. El regreso al pasado no es posible. Morena ganó la presidencia cuatro años después de su fundación y es el nuevo partido hegemónico. El PAN no pudo serlo y el PRI va de salida. La falta de propuestas de las oposiciones y su ensimismamiento las aleja de una población agotada de esperar… hasta la siguiente decepción. Por lo pronto, el tiempo favorece a las izquierdas. E4


El pulso de AMLO con los medios de comunicación

El Gobierno dejó de gastar millonadas en imagen y canceló contratos con columnistas y escritores, pero no ha podido detener la violencia contra la prensa

La falta de un juicio sereno y desapasionado sobre el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador contribuye a la polarización y lo cual juega a favor del inquilino de Palacio Nacional. Las redes sociales están plagadas de mensajes a favor y en contra del líder de Morena, la mayoría insustancial. El verdadero debate se da en los medios de comunicación tradicionales, algunos adictos al presidente y otros abiertamente hostiles. Ninguno de sus predecesores encaraba a sus críticos y detractores, sino por lo bajo. Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña provocaron la cancelación de los noticiarios de José Gutiérrez Vivó, Carmen Aristegui y Pedro Ferriz. AMLO los afronta en las conferencias mañaneras. No de balde, pues algunos conjuraron para cerrarle las puertas de la presidencia.

López Obrador canceló contratos multimillonarios de publicidad, asesorías y servicios con periodistas, escritores y casas editoras. Peña Nieto derrochó 60 mil millones de pesos en imagen y terminó como el jefe de Estado peor calificado por incompetente, frívolo y corrupto. Los presidentes influían en líneas editoriales y columnas, pero no en el ánimo de la población ni en la voluntad de los votantes. Organismos internacionales han pedido a AMLO modificar su actitud hacia la prensa, pues socava la libertad de expresión. La 4T no ha podido frenar la violencia contra los periodistas. Los homicidios podrían superar a los cometidos en los sexenios de Calderón y de Peña.

Los medios y los periodistas pueden no gozar de la mejor reputación, pero abandonarlos a su suerte y dejar impune la mayoría de los crímenes refleja desprecio hacia una actividad imprescindible para la democracia. El Gobierno se jacta de respetar el periodismo, pero los hechos lo desmienten. No censurar ni dominar por medio de la publicidad es insuficiente. Es preciso garantizar el trabajo de los reporteros, sobre todo de los más vulnerables y con menor exposición mediática. Ellos son el blanco de los atentados. También es necesario que los medios replanteen sus políticas editoriales, pues sus lectores y audiencias son distintos a las del presidente.

«La culpa es, sin duda, nuestra: cualquiera que haya leído El príncipe debería haber previsto que no se puede confiar en ningún hombre obsesionado con el poder».

Jorge Volpi

El dictamen del escritor Jorge Volpi, uno los críticos de AMLO más lúcidos, es categórico. «Astucia, malicia, sentido de la oportunidad, fuerza, insolencia y absoluta falta de escrúpulos. Como pocas veces en este sexenio —y ninguna otra desde Carlos Salinas—, estas semanas hemos constatado la extrema habilidad política de nuestro príncipe: un hombre que, provisto con un discurso que justifica todas sus acciones —la batalla con el pasado—, no duda en ejercer el poder a su antojo para alcanzar sus metas y destruir, en el camino, a sus rivales. Uno de los grandes problemas de sus opositores es que, por enquistadas razones de clase, les fascina desdeñarlo con motes pedestres, lo cual contribuye a que continúen perdieron casi todas las batallas en su contra» (“Maquiavelo en Macuspana”, Reforma, 25.0.9.22).

El autor de Una novela criminal, donde exhibe los vicios del sistema de justicia y la complicidad de algunos medios con el poder, también hace un juicio certero sobre la sucesión del presidente: «Si el escenario no cambia, todo indica que (AMLO) podrá elegir cómodamente a su sucesora; sí, en femenino. Insisto: lo peor que pueden hacer sus opositores y críticos es minimizarlo o ridiculizarlo. Se trata de un adversario formidable y sería mejor reconocerlo. Para muchos, lo más desasosegante es que AMLO haya articulado un mensaje de moralidad extrema —no somos iguales— cuando día con día demuestra que la moral le es irrelevante. La culpa es, sin duda, nuestra: cualquiera que haya leído El príncipe debería haber previsto que no se puede confiar en ningún hombre obsesionado con el poder». E4


Desigualdad y violencia por débil Estado de derecho

Políticos, Gobiernos venales y ciudadanos apáticos, enemigos de la democracia. Córdova denuncia hostigamiento a órganos electorales en el mundo

Todos los presidentes —máxime a partir de José López Portillo— han modificado la estructura de los órganos electorales hasta que en el Gobierno de Ernesto Zedillo lograron su autonomía e independencia bajo un consejo ciudadano. Así como el Instituto Federal Electoral sustituyó a la Comisión Federal Electoral tras los comicios conflictos de 1988, el Instituto Nacional Electoral reemplazó al IFE después de la crisis poselectoral de 2012. La reforma de Andrés Manuel López Obrador propone crear el Instituto Nacional de Elecciones y Consultas con menos consejeros, siete en vez de 11. También planea reducir el número de diputados, senadores y regidores y eliminar el financiamiento público a los partidos cuando no haya elecciones.

«(…) la democracia es más que elecciones sólidas, la gente tiene que ver resultados en su vida diaria (…). Las personas mismas necesitan tener y usar el espacio público para participar activamente en sus democracias y más allá del día de las elecciones».

Elizabeth Spehar, secretaria adjunta para la consolidación de La Paz de la ONU.

La iniciativa, última de gran calado del sexenio, ha generado oposición como todas las anteriores. El debate lo atiza la confrontación entre AMLO, el presidente del INE, Lorenzo Córdova, y el consejero Ciro Murayama, cuyos periodos terminarán el año próximo. Líderes de opinión, colectivos y partidos de oposición rechazan la reforma por considerar que atenta contra la democracia, sistema que tampoco goza de cabal salud. Así se reconoció en la Cumbre Global de la Democracia Electoral, celebrada en México del 20 al 22 de septiembre. Córdova calificó la reunión como «punto de partida para la construcción de una agenda crítica para hacer frente (…) al hostigamiento que padecen las autoridades electorales en gran parte del mundo».

De acuerdo con el Instituto por la Democracia Electoral y la Asistencia (IDEA, por sus siglas en inglés), uno de los 17 organizadores junto con el INE, «La democracia es cuestionada en cuanto a su capacidad para gobernar a la sociedad contemporánea. La debilidad del Estado de derecho trae consigo graves consecuencias: desigualdad económica, mala distribución de la riqueza, violencia, salud, débil protección del medio ambiente, inclusión, impartición de justicia, entre otros. Las críticas a la democracia están afectando la credibilidad en los procesos electorales. Las elecciones pierden interés porque los ciudadanos constatan que sus problemas y necesidades lejos de resolverse se incrementan».

Elizabeth Spehar, secretaria adjunta para la consolidación de La Paz de Naciones Unidas, observa que la confianza ciudadana la determinan no solo las calidades técnicas de los procesos. También «el contexto económico y político más amplio y, por tanto, los líderes políticos del Gobierno y de los partidos de oposición tienen la responsabilidad general de una elecciones exitosas. Son ellos los que establecen el tono para aquellos que los apoyan, ellos son los que funcionan como modelos del discurso público y promotores o no promotores de un contexto político pacífico.

»(…) la democracia es más que elecciones sólidas, la gente tiene que ver resultados en su vida diaria, de otra manera perderán la fe en el Gobierno y en las instituciones, perderán la esperanza por el futuro. Las personas mismas necesitan tener y usar el espacio público para participar activamente en sus democracias y más allá del día de las elecciones». AMLO entiende la situación y la aplica a su movimiento, cuyo eslogan es «La esperanza de México». Esperanza que muchos empiezan a perder, pero no la mayoría de su seguidores. Los principales enemigos de la democracia son los políticos, los Gobiernos corruptos y los ciudadanos, por desentenderse de ella en su vida cotidiana. E4

Torreón, 1955. Se inició en los talleres de La Opinión y después recorrió el escalafón en la redacción del mismo diario. Corresponsal de Televisa y del periódico Uno más Uno (1974-81). Dirigió el programa “Última hora” en el Canal 2 de Torreón. Director del diario Noticias (1983-1988). De 1988 a 1993 fue director de Comunicación Social del gobierno del estado. Cofundador del catorcenario Espacio 4, en 1995. Ha publicado en Vanguardia y El Sol del Norte de Saltillo, La Opinión Milenio y Zócalo; y participa en el Canal 9 y en el Grupo Radio Estéreo Mayrán de Torreón. Es director de Espacio 4 desde 1998.

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