Desplome del mercado petrolero pasa factura en el Golfo-Sureste

El efecto combinado del desplome en la producción y los precios del petróleo, han abatido el valor de las exportaciones de crudo en un 43.9% durante el periodo de enero a julio de este año con respecto al mismo lapso del 2019. Como consecuencia de lo anterior, también el valor de las ventas internacionales de petroquímicos bajó un 21.8%.

En esta evolución confluyen muchos factores, se destacan tres; la menor demanda de estos productos como consecuencia de la disrupción global de las actividades económicas provocada por la pandemia, los efectos de la transición energética en curso y el desastre productivo en PEMEX. Pero independientemente de sus orígenes, esta circunstancia tendrá efectos devastadores en la región Golfo-Sureste de México, en particular en los estados de Campeche y Tabasco, así como, aún y cuando con menor virulencia, en Veracruz.

Las exportaciones sustentan el 28.4% del valor de la producción en esta región, en la cual, además de los estados arriba mencionados, también están Quintana Roo y Yucatán. Más de tres cuartas partes de ese total se explica por las exportaciones de petróleo (70.8%) y de productos petroquímicos (6.5). Por su parte, las ventas externas de servicios comerciales al mayoreo, las industrias metálicas y la alimentaria, sustentan el 6, el 4 y el 3.1% de la producción regional, respectivamente, elevando el porcentaje acumulado al 90.4.

No se anticipan cambios sustanciales en el mercado petrolero los últimos meses del 2020, de manera que un escenario con una caída del 35% en el valor de las exportaciones petroleras y del 20% en petroquímicos parece plausible. Como contrapunto, la demanda y precios de los alimentos se han incrementado durante la pandemia y podríamos anticipar un incremento del 10% en el valor de sus exportaciones. ¿Cuáles serían las repercusiones en las economías de la región y en las de las entidades que la conforman?

La contracción de las exportaciones de crudo repercutiría en una variación de -7% en el valor de la producción de la región Golfo-Sureste. Los estados perjudicados serían Campeche, con una caída del 13.4%, Tabasco (-7.6) y Veracruz (-1.2). Las consecuencias de la reducción en el valor de las ventas foráneas de petroquímicos sobre la producción regional serían de menor importancia: -0.4%. En este caso, la economía de Veracruz resentiría una reducción del 0.7 %, Tabasco (-0.2%) y Yucatán (-0.1%).

Por su parte, el repunte en el valor de las ventas foráneas de productos del sector primario y de alimentos procesados tendrían un impacto favorable del 0.2% en el valor de la producción regional, con repercusiones positivas en los estados de Veracruz (0.4%), Yucatán (0.3) y Quintana Roo (0.1).

El efecto neto de la combinación de estos tres escenarios sobre la economía del Golfo-Sureste sería una contracción del 7.2% en el valor de su producción. Las consecuencias serán particularmente graves en Campeche, con un cambio de -13.4% y Tabasco (-7.8%). Los daños serían de menor magnitud en Veracruz (-1.6%), en tanto las economías de Yucatán y Quintana Roo registrarían un efecto marginal positivo de 0.2 y 0.1, respectivamente. Varios estados de la región, especialmente Yucatán y, sobre todo Quintana Roo, también están siendo severamente lastimados por el impacto de la pandemia en los servicios turísticos.

Durante la última década (2010-2019), el «sueño petrolero» se ha convertido en una auténtica pesadilla para la región, arrastrando el PIB por habitante a tasas negativas promedio anual de -1.8%. La debacle ha sido particularmente intensa en los estados petroleros, con tasas anuales de -5.9% en Campeche y -3.2 en Tabasco. Durante esos años, el PIB per cápita de Campeche disminuyó un 42% y el de Tabasco 25.3. Gracias a su oferta de servicios turísticos y a su diversidad productiva (en el caso de Yucatán), Quintana Roo y Yucatán lograron crecimientos en el PIB por residente del 1.7 y 1.9%, respectivamente, superando la media nacional (+1%). Por su parte, Veracruz observó un virtual estancamiento en este indicador.

Y la apuesta de la 4T por los combustibles fósiles producidos y procesados por PEMEX, está condenada al fracaso por dos razones: 1) Sus bajos niveles de eficiencia y 2) su menosprecio por las energías renovables.

¿La participación dominante del estado en este sector está condenada al fracaso? No necesariamente, siempre y cuando ésta sea competente y honesta. Como decimos en México, existen mil formas de comerse un taco. Si AMLO quiere replicar un ejemplo exitoso de una política energética con fuerte participación estatal, debería analizar con detalle el caso de Noruega: sus índices de eficiencia son los más elevados y su renta petrolera ha sido administrada escrupulosamente y con visión estratégica. Con sus recursos se constituyó un fondo multimillonario cuyos intereses apoyan las finanzas públicas, pero el capital no puede ser utilizado. Paralelamente, Noruega impulsa, apoyado en parte en su renta petrolera, una transición energética vigorosa, con inversiones multimillonarias en energías eólica y fotovoltaica, y un programa muy ambicioso para la producción de hidrógeno con energías renovables.

¿Es este un objetivo alcanzable por el gobierno de la 4T? Tras lo ocurrido en los primeros dos años de su mandato, queda claro que no. El enfoque debe ser minimizar los daños. La propiedad de la nación sobre los recursos del subsuelo le da derecho a disfrutar de la renta petrolera, independientemente de que los energéticos sean extraídos y procesados por agentes públicos o privados. Si AMLO quiere un estado fuerte en el sector energético, debe aprovechar los recursos de la renta petrolera para impulsar la transición energética y apostar por el futuro.

La única forma de no comerse un taco es no tenerlo. Y en casa del herrero, cuchillo de palo; la 4T quiere hacer tacos con tostada y sin relleno. E4

Investigadores nacionales del Conacyt, adscritos al Centro de Investigaciones Socioeconómicas de la Universidad Autónoma de Coahuila.

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