Conocí a Samuel, un joven haitiano que hizo estación en Saltillo en un largo tránsito hacia la frontera con Estados Unidos esperanzado de que allá las cosas son mejores que en el suyo. En palabras llenas de dramatismo me narró su travesía desde Haití: una odisea. Cruzó el océano, pasó por Colombia, atravesó Centroamérica y todo el territorio mexicano hasta hacer parada en Saltillo para recuperar fuerza.
Samuel habla francés, inglés, español y, durante una estancia de cuatro meses en Chiapas para sanar las heridas sufridas durante un asalto, también aprendió una lengua indígena. Llegó a casa solicitando trabajo para comer. No pude darle trabajo; comida sí. Su presencia constante en el mes y medio que permaneció en Saltillo me hizo reflexionar.
México es un país peculiar; es el ombligo de América. Somos fusión de culturas, adoptamos modelos culturales, somos paso obligado de los centroamericanos hacia Estados Unidos y somos vecinos del país líder en el mundo. Todo eso impacta en lo económico, lo político, social y cultural.
El espejismo estadounidense es causante de un hecho irrefutable: de México se emigra a Estados Unidos por cuestiones de subdesarrollo local, lo cual obliga a muchos a ir en busca de mejores oportunidades. Es tema socioeconómico.
El asunto del desplazamiento poblacional es un viejo problema demográfico con origen en la defectuosa distribución de los recursos que dificultan el desarrollo de los núcleos humanos. El panorama señalado, demuestra que existe una especie de insuficiencia vital en ciertos núcleos poblacionales que no han podido ser satisfechas por los programas de desarrollo o, incluso, asistenciales del estado.
El problema no es que emigren, sino que bajo esa situación de carencia y en esa travesía, lo primero que enfrentan es el choque cultural, formas distintas de relacionarse, lenguaje, creencias, modo de ser… frente a lo cual el que emigra no está preparado a enfrentar con éxito. El migrante tiene como prioridad cubrir la necesidad económica y problemas de inmediata urgencia que requieren prontas soluciones.
El choque cultural se manifiesta por la baja preparación, los temores, el idioma, los complejos y eso complica su estancia en cualquier país. Como respuesta, a veces el migrante trata de compensar comprándose la televisión más grande, la camioneta más ostentosa, pero se aísla en pequeños grupos que terminan viviendo en pequeño, ya no hay aspiración para seguir adelante pues cuando se crean esos grupos pequeños por cuestiones de defensa, protección o compañía, en realidad su universo se empequeñece.
La migración así obstaculiza el desarrollo humano. El ejemplo de los mexicanos que emigran a Estados Unidos es muy ilustrativo pues en esa multiculturalidad no resulta posible su realización, más bien se tolera la cultura de los migrantes. En buena medida puede decirse que lo que frustra el desarrollo para estos grupos es lo inmediato, lo sin esfuerzo cuando se busca satisfacer una necesidad inmediata.
Y el resultado se presenta como una especie de conciencia sitiada, limitada a una existencia que no se ha atribuido y que es irreductible a la dilucidación gnóstica, es decir la doble condena del hombre solitario y sin intimidad; la soledad de una libertad significativa pero angustiosa frente al misterio irracional de la presencia del hombre en el mundo y, al mismo tiempo, la promiscuidad de un yo sin interioridad, puro fenómeno que sólo existe en el enfrentamiento con las cosas y con los demás que son la recusación permanente como persona.
No todo está perdido. En ese proceso de multiculturalidad en el migrante termina por realizarse una fusión y surgirá algo distinto, una nueva identidad y una nueva cultura con signos propios donde la condición de migrante pudiera superar las dificultades para generar un desarrollo.
La modernidad tiene implicaciones ontológicas por las cuales se propone llegar a la comprensión de lo más esencial de una época de la historia. Su desenvolvimiento supone la formación de una cosmovisión nueva por cambios basados en valores antropocéntricos que enfatizaron la idea de libertad individual, progreso material, desarrollo social, investigación científica y democracia, entre otros.
Todas esas ideas empezaron a formularse a través de distintos sistemas de pensamiento, como el humanismo, el Renacimiento y la Ilustración. Todos redescubrieron al hombre y depositaron la confianza en el ser humano, poniéndolo en el centro de toda discusión.
La Revolución francesa nos entregó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Documento fundamental que define los derechos personales y colectivos como derechos universales, válidos para todos los hombres, en todo momento y en toda ocasión, pues pertenecen y forman parte de la naturaleza humana.
Su impacto fue de tal importancia que en la Tercera Asamblea General de las Naciones Unidas se aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos, reconociendo en ella que la dignidad humana es inalienable y el ser humano es libre de discriminación o desigualdad.
Estos documentos constituyen la base de signos sobre los cuales se elaboró una línea argumental en torno al hombre y su desarrollo integral como ser humano en todas sus potencialidades, discusión que enfrenta a las dificultades propias que surgen del hecho de saber que, en este ámbito concurren innumerables factores que hacen difícil no sólo el desarrollo mismo, sino también su forma de estudio.
A pesar de eso, hay algo muy claro: en efecto, el desarrollo humano tiene que ver con el hombre, naturalmente; es intrínseco al concepto mismo. Pero abordar al hombre resulta de una complejidad extraordinaria pues admite muchísimas formas aun sabiendo que ninguna podrá concluirlo.
Todo eso pensaba mientras veía a Samuel barrer la banqueta de mi casa. Un día me comunicó su decisión de seguir hacia Estados Unidos. Almorzamos juntos y mi mujer le preparó comida para el viaje. No pude acompañarlo a la central de autobuses porque el Gobierno mexicano había dispuesto la detención de todos los migrantes así que lo dejé en una gasolinera a la salida de Saltillo rumbo a Monclova, donde Samuel confiaba encontrar un aventón.
Estreché su mano derecha, a la que le faltaba un dedo por un enfrentamiento con la Guardia Nacional en Oaxaca. Se fue y no he sabido más de él. Pienso que Samuel encarna el drama de todo ser humano que no ha tenido acceso al bienestar porque las políticas públicas de los Gobiernos en turno no alcanzan para ello. Como en México.