Poco le falta a México para ser el país con el índice de impunidad más alto del mundo. Porque de los 69 países evaluados nosotros ocupamos el lugar número 60 entre los más impunes, consignando que por cada 10 homicidios cometidos sólo uno se resuelve y que de la totalidad de los delitos que llegan a denunciarse, el 90% queda sin castigo, peor aún si tomamos en cuenta la cifra negra de los delitos que no se denuncian y que ronda el 93%, lo cual nos lleva a concluir que tenemos una inmensa burocracia de procuración e impartición de justicia tan inútil y corrupta que es el motor principal de la impunidad.
Y no podemos negar la precaria existencia de un Estado de derecho, pero tampoco negar que junto a él corre un Estado paralelo de lo «chueco» que penetra todo lo público, lo privado (ONG) y hasta lo religioso.
Todas las evaluaciones nos reprueban. Entre ellas el Índice del Estado de derecho aplicado por la organización Proyecto de Justicia Mundial que muestra el muy bajo nivel del imperio de la ley que nos compara con 128 países donde ocupamos el lugar 104, con 4.4 de calificación respecto al 10 de los países nórdicos. Y que conste que estamos reprobados en Ausencia de Corrupción, Transparencia, Separación de Poderes, Derechos Humanos, Orden y Seguridad, Justicia Civil, Cumplimiento Regulatorio y Justicia Penal. Pero eso sí, tenemos 10 en cinismo porque México es un país de cínicos.
Cínicos porque hemos convivido desde siempre con el Estado de chueco. Vicente Lombardo Toledano, arrepentido de haber «destapado» desde la CTM a Miguel Alemán, al ver la inmensa corrupción del régimen se lamentó diciendo: «Vivimos en el cieno, la mordida, el atraco, el cohecho, el embute, el chupito, la inmoralidad. La justicia hay que comprarla primero al gendarme, luego al MP, al juez, al alcalde, al diputado, al gobernador, al ministro, al secretario de Estado». Y no dijo que al presidente porque en 1952 todo México sabía lo corrupto que era Miguel Alemán Valdés y hasta la fecha, su hijo Miguel Alemán Velasco y su nieto, Miguel Alemán Magnani, han huido a Francia en el ocaso de más de 70 años de corrupción e impunidad.
Y mire usted cómo es que el pueblo no se equivocaba en sus versos satíricos contra Miguel Alemán: «Alí Babá y sus ratas, gastando sus millones en París». Estribillo que hoy es una realidad.
Y es que la impunidad infecta todos los ámbitos de nuestra vida. Empezando con el periodismo de Loretito y sus montajes. Con el poder judicial y sus mujeres magistradas amparando a Kamel Nacif. La misma Suprema Corte solapando al gobernador Cabeza de Vaca. El poder legislativo manteniendo el fuero de los diputados Huerta y Toledo. Otro juez amparando al fiscal de Morelos. Y la última puñalada a los ahorradores defraudados por el Banco Famsa: un juez acaba de exonerar a los directivos del banco. Su abogado, Felipe Gómez Mont, logró demostrar que los banqueros son unas blancas palomas. Nadie obligó a los ahorradores a meter su dinero en Banco Famsa, concluyó el señor juez.
Cierto es que el poder judicial es el poder más corrupto de México. ¿Qué ha pasado con los jueces y secretarios del Poder Judicial de Coahuila implicados en el fraude Infonavit? En Parras estuvo lo más espeso de esa transa. Cierto es que le apuestan al olvido como primer paso hacia la impunidad. Aquí no los vamos a olvidar.